Volcán del Cuervo
«Pasado un tiempo, estas experiencias las recordamos a sabiendas de que fueron momentos únicos, dándole tiempo después la dimensión del tesoro que supusieron»
Todos tenemos en la vida momentos que marcan un antes y un después. Y pasado un tiempo, estas experiencias las recordamos a sabiendas de que ... fueron momentos únicos, dándole tiempo después la dimensión del tesoro que supusieron. En mi caso, los nacimientos de mis hijos, la pérdida de varios seres queridos, varios de los viajes hechos con la parienta que me sigue aguantando y diversas asistencias a espectáculos y eventos.
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Inolvidable el desplazamiento a Inglaterra en los primeros días de marzo de 2005, donde con amigos de toda la vida supe de la magia que acompaña al fútbol en el mítico Anfield Road de Liverpool. E igual consideración tiene el espectáculo que en octubre de 1999 tuve la suerte de ser testigo, en el Volcán del Cuervo, a poco de Timanfaya, con Andreas Vollemveider y Carlos Núñez sobre el escenario. Fue en el marco del Festival de Música Visual de Lanzarote, con unos protocolos para preservar el entorno natural que permitieron a cientos de asistentes ser partícipes de una cita fabulosa.
Un cuarto de siglo después, cada vez que salta a la palestra el Festival que tiene a Ildefonso Aguilar como director, queda la magua de saber si alguna vez podremos vivir otro encuentro cultural tan pleno como el referido en el Volcán del Cuervo. En la edición de este año, a estrenar en días, por la normativa medioambiental en vigor, de nuevo ha habido que prescindir del espacio. Y ya veremos qué pasará en 2026 y años sucesivos, por más que hay responsables políticos interesados en hallar alguna posible salida.
Siendo consecuente, visto lo que gusta a los humanos maltratar a la naturaleza, muy lógico que la negativa sea rotunda. Pero como procuro no dejarme desbordar por el pesimismo, año a año doy riendas a la creencia de que no siempre acaban pagando justos por pecadores.
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