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José Miguel Bravo de Laguna (i) saluda a José María Aznar (d) en presencia de Manuel Hermoso (c). J.M.B.L.
Rindiendo Cuentas XXI

Crónica de un pacto histórico para Canarias

«La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda».—Gabriel García Márquez, en Vivir para contarla

José Miguel Bravo de Laguna

Santa Brígida

Sábado, 28 de junio 2025, 20:58

No cabe duda de que, al narrar hechos —especialmente si ocurrieron hace muchos años—, existe inevitablemente un componente subjetivo. Sin embargo, en esta XXI entrega, ... que titulo 'Crónica de un pacto histórico para Canarias', intentaré reflejar no solo recuerdos o emociones basadas en ideas, sino también datos y realidades.

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Para situar al lector o lectora en la época que abordaré, me referiré a la década de los 90 del siglo pasado, hace ya entre veinticinco y treinta años.

Como mencioné en el capítulo anterior —que resumiré aquí brevemente para no resultar repetitivo con quienes me han seguido hasta ahora, pero también para ubicar a los nuevos lectores—, en 1991 fui repescado para la política activa y elegido presidente regional del Partido Popular en Canarias, en un congreso difícil, pero de resultado positivo. El PP, que había nacido como partido nacional bajo la presidencia de José María Aznar, comenzaba entonces a acariciar la meta de sustituir al PSOE de Felipe González en el Gobierno de España, algo que no consiguió en las elecciones generales de 1993, pero sí en las de 1996.

Volviendo a Canarias: en las elecciones locales y autonómicas de 1991, el PP obtuvo tan solo 6 diputados de los 60 que conformaban el Parlamento de Canarias. Nuestro candidato a presidir el gobierno autonómico fue Fernando Fernández, quien logró un único escaño en Tenerife, una de las dos islas con mayor representación parlamentaria (junto a Gran Canaria). Yo encabezaba la candidatura por esta última y logramos 3 escaños. Tras el congreso regional, asumí la presidencia del partido en Canarias y pasé a ser el portavoz del Grupo Popular en la oposición.

En aquella entrega también señalé que el gobierno autonómico de 1991, presidido por Jerónimo Saavedra con Manuel Hermoso como vicepresidente —resultado del pacto entre el PSOE y la Agrupación Independiente de Canarias (AIC)—, fue objeto de una moción de censura que marcó un giro decisivo en la política canaria de la década. Se trató de un hecho sorprendente: el propio Hermoso, vicepresidente del gobierno, encabezó la moción que acabaría con el ejecutivo del que formaba parte. Una especie de 'autocensura' que triunfó por la mínima mayoría absoluta (31 votos), desplazando al PSOE del poder y consolidando a ATI (Agrupación Tinerfeña Independiente), liderada por Hermoso.

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El Grupo Popular se abstuvo en aquella moción. Fue también el punto de arranque de una nueva fuerza política nacionalista: Coalición Canaria, resultado de la unión de varias formaciones insularistas como el PIL de Lanzarote, Asamblea Majorera, Agrupación Herreña Independiente, entre otros. En Gran Canaria, se sumaron a este proyecto antiguos miembros del CDS como Olarte y también nacionalistas de izquierda como Mendoza, González Vieitez y José Carlos Mauricio.

Como suelo decir en estas entregas: orden en la narración.

Entre 1993 y 1995, el Grupo Popular permaneció en la oposición parlamentaria, sin presencia en el Gobierno autonómico. Durante ese periodo participé activamente en muchos debates e intervenciones parlamentarias, entre las que destaco:

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La moción de censura del 18 de marzo de 1993.

El debate general sobre el estado de la región (13 de octubre de 1994).

El debate presupuestario para 1995 (16 de noviembre de 1994).

La reforma del Estatuto de Autonomía (20 de diciembre de 1994).

Y así llegamos a 1995, año de elecciones autonómicas, insulares y municipales. Ese año marcó un cambio sustancial en la política canaria y, en particular, para el Partido Popular: triplicamos nuestros resultados respecto a 1991, pasando de 6 a 18 diputados.

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Este avance se debió en parte al crecimiento nacional del PP, que, aunque no ganó las elecciones generales del 93, se afianzaba como alternativa real al PSOE. Pero también —y lo digo con legítimo orgullo—, se debió al trabajo político que impulsé desde la presidencia regional, en dos vertientes fundamentales para cualquier partido que aspire a crecer: por un lado, un esfuerzo programático serio, orientado a conectar con las necesidades reales de la sociedad; por otro, la incorporación de personas con prestigio personal y profesional, combinando renovación con continuidad.

Mi mayor empeño programático fue dotar a Canarias del máximo nivel competencial dentro de la unidad del Estado, desarrollando a fondo las competencias estatutarias. Defendí firmemente el REF y nuestro estatus como región ultraperiférica en Europa, buscando situar a Canarias en niveles de autonomía similares a los de comunidades como Cataluña o el País Vasco, y evitando que se nos tratara como de 'segunda categoría'.

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En el plano personal, procuré reforzar figuras ya consolidadas como José Macías o Pepa Luzardo —quienes llegaron a ser senadores, y presidente del Cabildo y alcaldesa de la capital grancanaria, respectiva—, e incorporé a José Manuel Soria, a quien propuse ya en 1995 como candidato a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. Años más tarde surgieron discrepancias políticas con él, especialmente a partir de 1999, cuando me sustituyó como presidente regional del PP. Hablaré con más detalle sobre esas diferencias en la próxima entrega, pero adelanto que sigo considerando acertada su incorporación a la política canaria. Lo conocí en Madrid, donde como Técnico Comercial del Estado se encontraba en el gabinete del ministro Solchaga. Siempre he valorado mucho, además por propia experiencia, la preparación y el esfuerzo que conllevan oposiciones de ese nivel.

Volviendo al hilo conductor de esta entrega: en 1995 el PP canario triplicó su representación parlamentaria —de 6 a 18 escaños—, una cifra de incremento porcentual que ninguna otra formación política ha alcanzado nunca en Canarias. En esas mismas elecciones, Coalición Canaria pasó de 16 a 21 diputados. A partir de ahí, se produjo el verdadero cambio político: el pacto que firmamos Hermoso y yo. Acordamos que, si el PP ganaba las elecciones generales de 1996, entraríamos en el Gobierno de Canarias con 4 consejerías. A cambio, apoyaríamos a Hermoso como presidente y yo asumiría la presidencia del Parlamento de Canarias.

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Y así fue. En 1996, el PP accedió al Gobierno autonómico con cuatro consejerías. Además, sellamos un acuerdo a nivel nacional por el cual los 4 diputados de Coalición Canaria en el Congreso —encabezados por José Carlos Mauricio— apoyarían la investidura de José María Aznar. Aquel pacto dio lugar a importantes convenios Estado-Canarias que permitieron avances históricos en infraestructuras, educación y otros ámbitos, que desarrollaré en la próxima entrega.

En resumen, creo que podemos calificar esos años como muy positivos para Canarias. Es decir, históricos.

Para concluir este capítulo, diré que a nivel autonómico —y especialmente en Gran Canaria— los cambios fueron profundos y dejaron una huella perdurable.

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