Inmunidad real

Ayer se cumplió un año del estado de alarma. Estaba previsto para dos semanas pero 365 días después celebramos su aniversario con un nuevo refuerzo de las restricciones en Gran Canaria. Llegó muy tarde según algunos y, sin embargo, fue demasiado exagerado para otros. Incluso hay quienes, liderados por los Javier Negre y Álvaro Ojeda de turno, acusaron a Sánchez de negligente por no decretar antes el cierre y, meses después, se manifestaron con caceroladas exigiendo libertad ante la dictadura comunista. Ya era demasiado tiempo sin El Corte Inglés, los toros y el golf.

Y lo peor es que lo ponen todo en duda. Se cuestionan la cifra de fallecidos y contagiados, la efectividad y los efectos secundarios de las vacunas, la utilidad de las medidas restrictivas... No se creen nada, pero tampoco son capaces de justificar sus argumentos ni se cortan a la hora de difundirlos. Maestros del bulo.

Que pena que no aprovechen esas iluminaciones para preguntarse que ha hecho la casa real en la mayor crisis de la historia reciente de España. Más allá, claro, de pasear sin mascarilla en Las Canteras, huir del país por defraudar a hacienda o vacunarse a escondidas en los Emiratos. Y no solo eso, por una vez apoyarán a los socialistas en su decisión de obviar a sus socios y tratar solo con el PP las reformas de la corona. Los últimos bochornos obligan a buscar soluciones y ahora dicen que quieren dotarla de un perfil menos opaco y más transparente. Un salvoconducto, en definitiva, visto los antecedentes de estos partidos, para que nuestras majestades sigan campando a sus anchas, inútiles para su pueblo y con una inmunidad propia de otros tiempos.