El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, tiene motivos para vivir instalado en una herida muy personal. La de la muerte de su hermano Yonatan, ... todo un héroe de guerra para Israel. Y seguramente algunos de los comportamientos del Netanyahu político son consecuencia de aquellos hechos. Pero la disculpa en el plano personal no es aceptable en lo político cuando se asume un cargo de la relevancia del que tiene Benjamín Netanyahu, con el añadido de que su proyección internacional lo convierte en un actor en primera línea mundial.
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Fue en 1976 cuando Yonatan Netanyahu cayó bajo fuego de un comando palestino. Él fue, además, la única baja de Israel en una operación envuelta en la leyenda y que todavía hoy se estudia en los cursos de formación de los militares: la liberación de los tripulantes de un vuelo secuestrado por palestinos y desviado a Entebbe, en Uganda. Hasta allí volaron soldados de élite de Israel, con Yonatan Netanyahu al frente, y de allí los sacaron a todos en un operativo tan de película que ha dado pie a un par de producciones cinematográficas bastante desiguales entre sí.
Con esos antecedentes, quizás se entiende mejor lo que está pasando en Gaza. Pero entenderlo no significa disculparlo. También habrá que preguntarse qué extraño mecanismo de psicología y de política ha conseguido que la mayoría de Israel viva en aquella misma herida de su primer ministro. Pero dando por bueno lo anterior, lo que ya entra en el terreno de la burla es ver a Benjamín Netanyahu sorprendiendo a Donald Trump al entregarle la carpeta con el expediente que ha enviado para que el presidente de Estados Unidos sea el próximo Nobel de la Paz. Y es una burla tanto en lo relativo al candidato propuesto como, sobre todo, por quien lo plantea. Recordemos, por si alguien lo olvida, que el 17 de octubre de 2023 la Corte Penal Internacional informó de una «investigación en curso sobre la situación en el Estado de Palestina» y un mes después emitió órdenes de detención contra Benjamín Netanyahu y el exministro de Defensa, Yoav Gallant. Esas órdenes son por «crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos desde al menos el 8 de octubre de 2023 hasta al menos el 20 de mayo de 2024».
Sospecho que esto último no está en el expediente enviado al jurado del Nobel de la Paz. Pero también sospecho que da igual: la legalidad internacional lleva tanto tiempo pisoteada que un desprecio más tampoco se va a notar demasiado. Si damos como normal que un político actúe en función de una herida, ¿por qué no todo un país?
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