En el catálogo de documentales de la plataforma audiovisual Movistar se puede ver uno más que interesante que lleva por título 'Clasificado S: transgresión en ... la Transición', una película dirigida por Alberto Sedaño que bucea en las producciones cinematográficas que inundaron las pantallas españolas entre finales de los años 70 y los primeros 80 del pasado siglo.
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A día de hoy, el cine de este país vive una etapa más que brillante. Hay producciones españolas que triunfan en la taquilla y las hay también que se cuelan en los grandes festivales en las principales categorías a competición, con premios incluidos, como ha sucedido con 'Los domingos' y 'Sirat'. A eso se añade que ya hay un ramillete de directores que están tomando el relevo a 'santones' como Pedro Almodóvar, Fernando Trueba o el maestro Víctor Erice, una generación que sigue la estela de otras glorias aquí y al otro lado del Atlántico como Amenábar y Bayona, pero que además lo hace con un sello muy personal y con un predominio femenino que es otra alegría. Para completar el diagnóstico, hay que reconocer de nuevo el empuje del cine catalán y del vasco, claramente en punta de lanza en ese complicado 'mix' entre la calidad y el aplauso de la crítica y el favor de los espectadores.
Y ¿qué pinta en todo eso una producción sobre el denostado cine S? De entrada, porque es un ejercicio de buceo en la historia con un trabajo documental ciertamente meritorio, pero sobre todo porque plantea un debate que conviene tener presente en los tiempos que corren: ¿fueron películas que merecen ser olvidadas o fue un exponente más de las libertades en un país reprimido por cuatro décadas de dictadura? ¿Y no fue acaso una pieza valiosa para consolidar una industria que dio de comer a muchísima gente? Precisamente esa gente que se vio con dificultades para llegar a final de mes cuando la entonces directora general de Cinematografía, Pilar Miró, cambió las reglas del juego y fijó que las ayudas públicas al sector pasaban por el tamiz de una 'calidad' muy personal. Ese asunto, que se aborda en el tramo final del documental, deja más preguntas que respuestas, pero los interrogantes valen tanto para entonces como para ahora.
Si miramos el listado de películas que tuvieron que soportar la etiqueta de S, aparecen títulos en los que no había pornografía ni nada parecido. Le sucedió a la propia Miró con 'El Crimen de cuenca' y le pasó a John Boorman con 'Deliverance', hoy menos violentas que una de superhéroes.
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Aprendamos de aquel pasado para repetir los errores cincuenta años después.
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