Del director

Tirando los plátanos

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 3 de septiembre 2024, 23:02

El negocio platanero precisa con urgencia sentarse en el diván del psicoanalista y reflexionar sobre cómo está, a qué aspira y, a partir de ahí, ... trazar una hoja de ruta. Y creo que debería hacerlo con serenidad pero sin demoras, en un proceso abierto a todos, sin exclusiones, y en el que el mundo político no fuese el primer agente en la toma de decisiones.

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Lo digo desde la estima pero también desde la preocupación por la imagen que está ofreciendo, así como por los efectos de la misma en el conjunto de Canarias. Y todo esto va a cuenta, evidentemente, de la situación de un negocio que en los últimos meses está optando por la drástica decisión de tirar millones de kilos de fruta para ver si así el precio en el mercado peninsular (casi el único que le queda) sube y compensa los gastos. Las polémicas 'picas', que es como se llama esa retirada de productos del mercado, ya se aplicó en su día en el negocio tomatero, un cultivo que igualmente lo fue casi todo en el archipiélago y que ahora va camino de ser pieza de museo.

Con el plátano sucede que es un cultivo subvencionado por Europa y por el Estado, con una protección del mercado peninsular y también del comunitario que tropieza con las políticas de desaparición de aranceles que se van imponiendo en el comercio mundial. Y cuando todo eso se combina en la coctelera, añadiendo a la misma que Canarias goza de un estatus singular en Europa porque hemos conseguido que en Bruselas entiendan que no somos lo mismo que una región del territorio continental, pues el resultado nos da que esas 'picas' hacen daño al discurso del archipiélago de cara al Estado y a Bruselas. ¿Cómo se justifica seguir pidiendo ayudas por la condición de ultraperiferia cuando, habiéndolas para el plátano, lo que sucede es que se registra una producción muy por encima de lo que demanda el mercado y al final se tira parte de la fruta? Porque no olvidemos que hay ayudas por lo que se produce, y no por lo que se vende, a lo que se suma el hecho de que el sector batalló para quedar fuera de la normativa estatal en cuanto a la prohibición de las ventas a pérdidas. Pero no se acaban ahí las contradicciones, porque si acudimos al mercado local, vemos cómo el consumidor canario apenas nota una bajada de precios conforme a esa sobreproducción.

Si el mercado ha evolucionado con el paso de los años, pues habrá que asumirlo. ¿Supondrá eso tomar medidas traumáticas? Seguramente sí, pero replicar lo de tirar la fruta ya es indefendible. Para el sector, pero sobre todo lo es para Canarias.

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