Llega la campaña electoral a su fin y lo hace con algunas sensaciones extrañas. Para empezar, como si fueran unas elecciones presidenciales, en un país ... donde no existe ese sistema. Y es que, por mucho que le pese a Pedro Sánchez, los comicios se han convertido en un plebiscito sobre su continuidad. Da igual que haya sido el presidente del Gobierno con el Consejo de Ministros con más integrantes de la historia democrática, porque al final las miradas se han centrado en él y solo en él. Algo, todo hay que decirlo, que lleva jaleando la oposición en los dos últimos años, pero que el propio Sánchez alimentó desde el minuto uno -baste recordar aquella desafortunada foto en el Falcon, con Sánchez sentado con gafas de sol-.
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Otra cuestión llamativa en esta campaña es que se nos ha olvidado que tuvimos una pandemia. Apenas se ha debatido en torno a la gestión de la misma, como si lo sucedido entonces fuese una nimiedad. Se habla mucho del estado de las cuentas del país y también de si las autonomías pueden o no recortar gasto, pero pasamos por alto que, si no hubiese sido por la respuesta del sector público en aquel momento tan delicado, estaríamos hoy todavía contando muertes. Y el propio Sánchez ha sido el primero en minimizar esa batalla contra la pandemia, que podía haber sido uno de sus activos. Pero los errores de estrategia en Moncloa y Génova han sido varios, con cambios de rumbo y, sobre todo, con una política de comunicación manifiestamente mejorable.
En cuanto a Alberto Núñez Feijóo, se esperaba de él una campaña dubitativa y ha sorprendido por todo lo contrario. El tono institucional, casi de presidente, lo ha colocado en el centro del debate y ese fue su gran acierto en el cara a cara a Sánchez. Dicho eso, creo que debió estar en el debate de Radiotelevisión Española. Y lo de menos es si eran cuatro, seis o veinte los intervinientes: mientras exista televisión pública y mientras la normativa electoral decida sobre la cobertura de las elecciones en esas cadenas, los candidatos deben respetar esa atalaya que -no lo olvidemos- se nutre de los impuestos que pagamos todos. Si hubiese acudido, el debate a cuatro se habría convertido seguramente en un cara a cara entre Feijóo y Yolanda Díaz, pues tampoco el miércoles Sánchez tuvo su mejor noche televisiva (su 'minuto de oro' fue el peor de los tres en cuanto a puesta en escena).
¿Y qué decir de Díaz y Abascal? Que su batalla es diferente: por un lado, ver quién saca más que el otro y cuántos votos de Vox necesita Feijóo. Es lo que les toca.
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