Fundido a negro

Se trata de un filme para cinéfilos pero de esos que bordean (bordeamos) ya el nivel friki. Porque eso, a pesar de sus años, es lo que refleja la película: un Méndez Leite que vive literalmente en un mundo paralelo construido en una pantalla cine.

Estamos hablando de alguien que fue crítico de cine, guionista de cine, realizador y director de televisión, director de películas para la gran pantalla, como también de series para la pequeña (en la memoria, la muy recordada 'La Regenta'), fundador y primer director de la Escuela de Cine de Madrid (cantera de los cineastas que ahora triunfan), escritor y últimamente cabeza visible de los académicos del celuloide. Pero por si lo anterior parece poco en cuanto a su devoción por el cine, también es un coleccionista impenitente de fotogramas, programas de las salas de distribución, películas en todo tipo de formatos y, para más inri, autor de un simpático juego muy personal en el que va desplegando todo ese material en el salón de su casa y va creando las programaciones de unos cines imaginarios.

El documental sirve para poner en valor el cine de este país. El de los tiempos de la vida de Méndez Leite, y eso tiene su mérito porque incluye muchas producciones del franquismo. De hecho, a él se debió un ciclo televisivo que recuperaba la memoria del cine español (así se llamaba) y que, ideologías al margen, daba un barniz de orgullo a una industria que bastante tuvo con sobrevivir entre las estrecheces de la censura y de una industria raquítica en lo económico. Por cierto, que si hablamos de ideología, el documental recuerda que Méndez Leite fue hijo de un tipo franquista a más no poder y que odiaba a Luis Buñuel, mientras que él fue director del Instituto de Cinematografía con el socialista Javier Solana de ministro de Cultura y salió tarifando del cargo cuando entró Semprún y el Gobierno se sacó de la manga una ley del sector que diseñó sin contar con el alto cargo.

Visto el documental, se entienden bastante mejor los shows que monta Méndez Leite en las galas de los Goya. Y, sobre todo, queda la sensación de que ese mundo suyo del cine afronta el adiós. En plan fundido a negro.