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Del director

Durmiendo en Barajas

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 16 de mayo 2025, 23:01

Las instalaciones del aeropuerto madrileño Adolfo Suárez Madrid Barajas se han convertido en el centro de la enésima batalla política entre el Gobierno central, por ... un lado, y la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, por el otro, a cuenta de la presencia cada noche de medio millar de personas sin otro techo donde guarecerse que el recinto aeroportuario. Desde el Ejecutivo central se señala a la corporación local y al Gobierno regional como responsables dadas sus competencias en materia de asuntos sociales, mientras que los segundos apuntan hacia el Estado por aquello de que el aeropuerto está controlado por el ente Aena, bajo el control del Ejecutivo. Entre unos y otros, como cuerpos inertes en medio de las trincheras, se encuentran esos centenares de hombres y mujeres que, por lo que sabemos, no tienen techo propio.

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Es una pena que el foco no esté puesto en cada uno de ellos y que se desvíe la mirada hacia el fragor de los cañonazos políticos. Estamos hablando de personas que, sean cuales sean sus circunstancias, tienen los mismos derechos que el resto, incluido ese que pone la Constitución sobre una vivienda digna. Y si sucede -como pasa en algunos de estos casos- que se trata de personas que han optado por una vida que pone en riesgo su propia salud o son rehenes de un estado mental que igualmente va contra sus vidas, también tienen derecho a ser atendidos:es más, las administraciones están obligadas en ese caso a intervenir con celeridad. Lo que no es de recibo es ponerse de perfil, consentir que siga esa situación y que se agrave con más personas en un aeropuerto.

Es algo similar a lo que sucede con quienes duermen en las calles, en los cajeros automáticos que todavía no tienen blindaje para evitarlo o en los bajos de cualquier soportal a la intemperie. Se acaban convirtiendo en una especie de personas transparentes, que están ahí pero preferimos mirar hacia otro. Si esos 500 de Barajas estuviesen mañana desperdigados por las calles de Madrid, nadie diría nada. Ni el Gobierno de Sánchez, ni el Ayuntamiento de Martínez Almeida ni la Comunidad de Díaz Ayuso... pero sucede que han elegido el lugar por donde entran y salen cada año millones de viajeros, la gran mayoría turistas y, por lo que escuchamos y leemos del debate político abierto, España no se puede permitir herir la sensibilidad de los visitantes que llegan con ganas de gastarse los cuartos entre nosotros.

Dicho así, que es como creo que hay contarlo, suena bastante lamentable.

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