Conferencia de Presidentes

Es lo que está pasando con la Conferencia de Presidentes, foro donde el Gobierno central se sienta con los presidentes autonómicos y donde el monarca también hace acto de presencia. A día de hoy, el encuentro previsto para esta semana oscila entre la inutilidad desde el punto de vista práctico y el plantón institucional. Esperar algo positivo del mismo es ya un ejercicio de fe ciega apto exclusivamente para ingenuos.

Debemos a José Luis Rodríguez Zapatero el invento de sentar en una misma mesa al jefe del Ejecutivo central y a sus homólogos autonómicos. Se trata de un foro evidentemente desigual en el marco de las competencias, pero necesario en un país con tan alto grado de descentralización. Porque sigue habiendo retos comunes, desafíos compartidos y problemas que solo se resuelven con la colaboración de todos. Y también porque los ciudadanos españoles transitan entre comunidades y necesitan un país con el mayor grado de cohesión posible.

La autoexclusión catalana de ese foro ya fue un primer punto débil. Tampoco ayudó que con Mariano Rajoy la Conferencia de Presidentes fue quedando aparcada, básicamente porque había pavor a abrir el melón de la financiación autonómica -la prueba es que la revisión de la misma continúa en un limbo-.

Una vez que la Generalitat catalana ha regresado a la senda de la cordura institucional, las costuras saltan por otro lado. El PSOE dirá que la culpa es del PP y los populares que la responsabilidad del desaguisado es de Moncloa y Ferraz, pero lo cierto es que entre todos mataron a la Conferencia de Presidentes y ella se va a morir en soledad.

Si las autonomías del Partido Popular quieren que se hable de financiación y de inmigración, hágase;si las del Partido Socialista plantean otras cuestiones, pues lo mismo; todo ello sin olvidar que hay otra España que no son PP y PSOE y que también tienen derecho a que se escuche a sus máximos representantes. Y todo ello partiendo de algo que unos y otros suelen olvidar:las autonomías también son Estado.