Andan los estrategas de los partidos tradicionales estrujándose las meninges para tratar de entender qué está llevando a las generaciones más jóvenes a decantarse por ... el voto de extrema derecha. Y es que, a tenor de los estudios demoscópicos y sociológicos, los jóvenes españoles ven en Vox, Alvise Pérez, Vito Quiles y otros activistas del espectro ultra referentes para sus deseos de cambio en el país.
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Ese frenesí en el análisis se combina con el calendario electoral, con los comicios en Extremadura como primer test sobre si las encuestas están acertando y más que un declive del PSOE y del conjunto de la izquierda -que casi nadie cuestiona, salvo Tezanos-, lo que hay es una explosión de votos en favor de Vox. Si así fuera, el Partido Popular tendría que pactar para gobernar en varias autonomías con una formación política con la que tuvo una convivencia que acabó como el rosario de la aurora, pero ya se sabe que donde hubo un divorcio también cabe una reconciliación si ambas partes ceden, o si una está muy necesitada, que sería el caso...
Como a veces tendemos a ponernos trágicos, no está de más abrir la mirada y recordar que esto que sucede en España -o que dicen que sucederá cuando se abra las urnas- se parece bastante a lo que ha ocurrido en nuestro entorno occidental. Desde Estados Unidos al Reino Unido, desde Alemania a Holanda, desde los países nórdicos a Italia... en muchos lugar ha habido un crecimiento de las fuerzas de extrema derecha, llegando incluso a gobernar. Y tampoco se libra Sudamérica, donde la mayoría de izquierdas está dando paso, como si de un péndulo se tratase, a un nuevo ciclo político donde las tesis más a la derecha se mezclan con las neoliberales.
Pero me resisto a caer en aquello que dijo Vargas Llosa de que hay gente que se equivoca al votar. Esos partidos 'tradicionales' que ahora están tan preocupados harían mejor en sentarse en el diván del psicoanalista o sencillamente mirarse al espejo de sus actos y reflexionar sobre qué errores han cometido para que, teniendo marcas mucho más conocidas, haya un segmento creciente de jóvenes que encuentra refugio ideológico en otras opciones más recientes y menos estructuradas. Tampoco se entiende que depositemos las responsabilidades en los fabricantes de bulos y las redes sociales, porque en ese espacio de comunicación también caben esos partidos 'de toda la vida' y, por supuesto, la verdad.
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El ciclo parece que cambia pero los que pierden el paso tienen mucha responsabilidad.
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