Pizzas Sabelotodo: el secreto está en la masa
Vivimos tiempos anómalos, extraños, paradójicos, preocupantes. Las interferencias y distorsiones sociales, económicas y políticas son de tal calado respecto a los patrones estándares y límites ... de convivencia estable, hasta ahora respetados y respetables durante las últimas décadas, que el actual 'décalage' o desajuste entre estabilidad pasada e inestabilidad presente no puede más que generar un desconcertante futuro. A nivel nacional e internacional.
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Unos tiempos tan 'raros' que, ciñéndonos al fascinante mundo del afamado plato estrella italiano y aprovechando para el título de este artículo el eslogan de una conocida cadena de restauración, hasta permiten ya comprobar empíricamente la teoría de las pizzas del Pentágono, elaborada por el matemático más rico de la historia, James Simmons (1938-2024).
Una singular teoría según la cual el repentino incremento de pedidos de pizzas a los restaurantes italianos próximos a la casi inexpugnable sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, es directamente proporcional al aumento de probabilidades de una crisis internacional en ciernes y, en consecuencia, a las altas probabilidades de intervención del ejército norteamericano bajo la fórmula de misión secreta en algún lugar del globo. La pizza como señal de alerta para terroristas y adláteres.
Unos terroristas entremezclados, por ejemplo, con esos miles y miles de civiles a los que Israel lleva ya casi dos años Israel poniendo en el punto de mira de fusileros y bombarderos, ante -una vez más- una moralmente inaceptable actitud de 'laissez faire, laissez passer' ('dejen hacer, dejen pasar') de ese ente ininteligible eufemísticamente denominado 'comunidad internacional' que se sigue arrogando, organizacional e informativamente, un valor de representatividad y actuación ya reducido al mismo nivel de los escombros de Gaza. Como cuando, por ejemplo, la cruenta guerra de los Balcanes.
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Una guerra como la de Rusia y su también consentida invasión de Ucrania, y que ahora no sólo va recuperando estatus de interlocutor aceptado en encuentros internacionales de primer nivel, no por el hecho de haber aceptado un alto el fuego y haberse retirado paulatinamente de los territorios ocupados. Sino por, precisamente, todo lo contrario, y aún más, poniendo ahora sobre la mesa condiciones leoninas al país invadido, inferior a la potencia invasora en todos los aspectos. Como cuando, por ejemplo, potencias como el Reino Unido con Chamberlain al frente creyeron conveniente aplicar una política de apaciguamiento con la Alemania nazi de Hitler.
Un apaciguamiento que sigue sin encontrar cobijo en África, en donde, además de la expansión de toda facción terrorista imaginable (especialmente en la banda ancha geográfica que abarca el Sahel, epicentro del terrorismo mundial según el Índice Global de Terrorismo), otros conflictos como los de Sudán o los de la República Democrática del Congo (ahora patrocinador del 'coeur' –corazón- del FC Barcelona) siguen desangrando al continente por intereses económicos de pequeñas élites y de números grupos empresariales que poco o nada tienen de africanos.
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Unos africanos –en niveles gubernamentales a través de la Unión Africana- parece que ahora más preocupados en que se deje de utilizar internacionalmente el mapamundi de Mercator (el tradicional conocido por todos), y se sustituya ese por un nuevo planisferio que refleje una proyección gráfica acorde a su tamaño real. En lugar de tratar de priorizar la resolución de tanto conflicto armado 'productor' a su vez de hambrunas, pobreza y ese ingente flujo migratorio irregular conocido y sufrido en nuestras islas. Desastres sociales todos ellos cuya responsabilidad también recae alícuotamente en las potencias occidentales. Por sus acciones del pasado, y por sus huidas y abandonos más recientes. Como igualmente sucedido en la asiática Afghanistán, permitiendo con ello la vuelta del régimen talibán.
Un continente asiático donde China, lógicamente, permanece muy atenta a todos los movimientos que ejecutan el resto de distintos jugadores relevantes sobre el tablero geoestratégico y comercial mundial. Con especial atención al criterio finalísimo de la administración estadounidense en cuanto a precisamente la invasión rusa de Ucrania. De la bronca de Trump a Zelensky, a agasajarlo refiriéndole primero –ante la cúpula europea, España excluida- debiera ceder territorios a Putin para lograr la paza; parece que animándole ahora, en segundo lugar, a contraatacar a Rusia con mayor ímpetu.
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Una administración estadounidense que, de puertas para adentro y más allá de esa guerra arancelaria global desatada por Trump de incalculables e imprevisibles consecuencias –también para nuestras islas-, observamos con perplejidad cómo el endurecimiento de sus políticas migratorias provoca aleatorias detenciones de civiles en sus calles. Incluso por parte de propios civiles norteamericanos.
Unos norteamericanos que en estos momentos se sumergen en una espiral cada vez más acentuada de enfrentamientos enconados entre ellos mismos, camino de hacer realidad la utopía en absoluta lejana ni descartable magistralmente llevada al cine por en la más que recomendable 'Civil War'. Con Trump versión asalto al Capitolio 2.0 desplegando ahora tropas y policía federal para tomar su propia capital, Washington, con el supuesto objetivo de reducir la criminalidad de la ciudad.
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«La imagen de Estados Unidos ha recibido un duro golpe a nivel turístico», informaba el New York Times ya el pasado mes de mayo. «Los extranjeros están cancelando sus viajes», continuaba la noticia, «en respuesta a las amenazas de imponer aranceles elevados a los socios comerciales de Estados Unidos, a la retórica polarizadora y a la represión de la inmigración, que ha provocado la detención de turistas en la frontera estadounidense».
Estimándose para USA en este 2025 un descenso de más del 7% en el gasto de los visitantes respecto al año anterior, camino de perder más de 12 mil millones dólares en ingresos por turismo. Ello a las puertas de la celebración del Mundial de fútbol 2026 que, precisamente, tendrá lugar en todo el continente norteamericano, toda vez los co-organizan México, Estados Unidos y Canadá.
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Con la lógica preocupación e inquietud –desde un puro punto de vista comercial y económico para la organización- acerca de si las aficiones de los equipos participantes acudirán a los encuentros que se disputen en suelo estadounidense. Empezando por la mismísima afición canadiense.
Porque como seguía detallando en su reportaje el NYT, «los canadienses siguen boicoteando a Estados Unidos como reacción a los aranceles y a los comentarios del presidente Trump sobre la anexión. En abril, el número de canadienses que regresaron de Estados Unidos en coche cayó un 35,2 por ciento en comparación con el mismo mes de 2024, y los pasajeros canadienses de avión que regresaron descendieron un 19,9 por ciento».
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Y es que nunca antes la soberanía canadiense se había visto tan amenazada hasta la diatriba de Trump en que dejó caer que Canadá podría ser el estado número 51 de la unión, en el marco de esos mensajes de tinte imperialista, como el que también apuntaba al objetivo de Groenlandia, territorio danés y, por tanto, europeo.
Y mientras, aquí en España, como si nada: con la bronceada vicepresidenta del gobierno, Yolanda Díaz, reapareciendo tras más de dos trágicas semanas de incendios en nuestro país y colocándose detrás de una nueva pancarta oportunista a fin de 'protestar' contra la correspondiente y afectada por el fuego administración autonómica (sumar es lo que tiene, que sólo resta).
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Y con los humildes pescadores lanzaroteños protestando por la que consideran una excesiva zona de exclusión pesquera en torno a La Mareta, donde se recluye Sánchez, lo que les obliga a desplazarse, como nunca antes con ningún otro presidente o dignatario alojado en dicha residencia, muchas millas más allá de lo comprensible respecto a unas lógicas siempre necesarias medidas de seguridad.
En verdad que el secreto está en la masa. Aquí y allá. Pero en la masa…cerebral. Trump ha llevado pizzas de la cadena Wiseguy ('El sabelotodo') a los soldados en Washington. Vienen nubarrones.
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