Efe
Tribuna libre

Hombres de Estado y una inquietud

David Morales Déniz

Diputado autonómico Partido Popular de Canarias. Director de empresas y organizaciones turísticas

Sábado, 19 de julio 2025, 21:35

9 de mayo de 1940. Tras la invasión por la Alemania nazi de Checoslovaquia, Polonia, Dinamarca y Noruega, el ejército hitleriano se sitúa en la ... frontera belga dispuesto a ocupar el resto del continente. En Gran Bretaña, ese mismo día, la pérdida de confianza del Parlamento británico respecto al liderazgo de su entonces Primer Ministro Neville Chamberlain, lleva a la cámara parlamentaria a promover una moción de censura por motivo de la errónea pretendida política de apaciguamiento de Chamberlain con Hitler, provocando la renuncia al cargo del mismo. Al día siguiente, Winston Churchill recibe en su domicilio un escueto telegrama desde Buckingham Palace: 'Su Majestad le nombra Primer Ministro y le encarga formar un nuevo gobierno'.

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Palabras de Churchill en su toma de posesión como jefe del gobierno de Su Graciosa Majestad: «Nada tengo que ofrecer, salvo sangre, penalidades, sudor y lágrimas. Nos esperan muchos y largos meses de lucha y sufrimiento. ¿Cuál es nuestra política? Hacer la guerra por tierra, mar y aire con todo el poder y la fuerza que Dios quiera otorgarnos. Hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, sin precedentes en el sombrío y desalentador panorama de la delincuencia humana. ¿Cuál es nuestro objetivo? La victoria a cualquier precio, la victoria a despecho del terror, por muy largo y penoso que sea el camino, pues sin victoria no habrá supervivencia».

Churchill, Hombre de Estado. El interés y bien colectivo por encima de todo. Con su estatua en bronce ubicada para siempre en Parliament Square, frente al Palacio de Westminster.

9 de mayo de 1950. Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, pronuncia el discurso conocido como la Declaración Schuman. En una fecha que además pasa a ser celebrada anualmente como el Día de Europa.

Tan sólo cinco años antes acaba esa II Guerra Mundial, confrontada, entre otros, por Churchill. Terrible conflicto bélico mundial que se estima provocó la muerte de más de 80 millones de personas. Y en atención a la Declaración Schuman, los gobiernos europeos exponen la conveniencia de poner en común la producción industrial y económica del acero y del carbón de dos enemigos tradicionales, Francia y Alemania.

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Así nacía la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (C.E.C.A.) para reconstruir Europa de la destrucción sufrida. Determinando con acierto que la fusión de intereses económicos contribuiría a mejorar progresivamente la calidad de vida de los europeos, así como constituiría un primer paso hacia la unión de Europa, e invitando a adherirse a la CECA al resto de países del viejo continente.

Y de la CECA hasta la fundación formal de la U.E. como comunidad política democrática y de derecho, constituida –mediante la firma del Tratado de Maastricht el 1 de noviembre de 1993- en régimen de organización supranacional para propiciar la gobernanza en común de los Estados y las naciones de Europa.

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Palabras de Schuman para alentar el renacer europeo: «La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas… Europa se hará gracias a realizaciones concretas que creen, en primer lugar, una solidaridad de hecho... La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará (…) bases comunes de desarrollo económico (…), y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas».

Schuman, Hombre de Estado. El interés y bien colectivo por encima de todo. Con la estación de tren de Bruselas, capital de facto de la U.E., llevando su nombre.

En nuestras propias coordenadas geográficas a la vez que históricas, políticas y sociales, a quien no se olvida jamás es a Adolfo Suárez González, presidente del gobierno de España entre 1976 y 1981. Primer presidente de nuestra actual etapa democrática, próxima ya a su 50 aniversario. Figura clave en el complejo proceso de transición que llevó a nuestro país desde la dictadura del régimen franquista hasta su conversión en todo un Estado social y democrático de derecho.

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Un Suárez destacado estadista, incluso, en el delicado momento político de su mensaje de dimisión a nuestro país el 29 de enero de 1981: «Hay momentos en la vida de todo hombre en los que se asume un especial sentido de la responsabilidad… Hoy tengo la responsabilidad de explicarles, desde la confianza y la legitimidad con la que me invistieron como presidente constitucional, las razones por las que presento, irrevocablemente, mi dimisión como presidente del Gobierno...

…Hay encrucijadas tanto en nuestra propia vida personal como en la historia de los pueblos en las que uno debe preguntarse, serena y objetivamente, si presta un mejor servicio a la colectividad permaneciendo en su puesto o renunciando a él. He llegado al convencimiento de que hoy, y, en las actuales circunstancias, mi marcha es más beneficiosa para España que mi permanencia en la Presidencia… Me voy… con el convencimiento de que este comportamiento… es el que creo que mi patria me exige en este momento…

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…Me voy porque (…) es preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos (…) Todo político ha de tener vocación de poder, voluntad de continuidad y de permanencia en el marco de unos principios. Pero un político que además pretenda servir al Estado debe saber en qué momento el precio que el pueblo ha de pagar por su permanencia y su continuidad es superior al precio que siempre implica el cambio de la persona que encarna las mayores responsabilidades ejecutivas de la vida política de la nación…

...La continuidad de una obra exige un cambio de personas, y yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España. Trato de que mi decisión sea un acto de estricta lealtad. De lealtad hacia España… Se puede prescindir de una persona en concreto. Pero no podemos prescindir del esfuerzo que todos juntos hemos de hacer para construir una España de todos y para todos… un futuro de paz y bienestar. Esta ha sido la única justificación de mi gestión política y va a seguir siendo la razón fundamental de mi vida».

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Suárez, Hombre de Estado. El interés y bien colectivo por encima de todo. Con la principal puerta de entrada a nuestro país, rebautizada con su nombre: aeropuerto Adolfo Suárez – Madrid Barajas.

De Pedro Sánchez sólo recordaremos - nuestro país sólo recordará- infamias y veleidades como las de «Una amnistía es inconstitucional, es ilegal, eso no tiene cabida en nuestro ordenamiento constitucional…El independentismo lo que pide es la amnistía, algo que desde luego este Gobierno no va a aceptar y que, desde luego, no entra en la Constitución española».

Esa infame amnistía contra la que ahora precisamente se planta e impugna jurídicamente la propia Comisión Europea, considerándola incompatible con los valores de la U.E. Poniendo en tela de juicio que la misma responda al 'objetivo de interés general' argumentado falazmente por Moncloa, cuando realmente sólo fue concedida a los golpistas independentistas a cambio de su apoyo para la investidura de Sánchez. Impunidad a cambio de poder.

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Por cuestiones como ésta jamás será recordado Sánchez como un Hombre de Estado. Por razones como ésta jamás tendrá una estatua, una estación de tren o un aeropuerto que lleven su nombre. Salvo que España acabara tornando, claro está, a un no deseado e inadmisible modelo de estado… bolivariano. Impensable en una Europa y España modernas. Pero, ¿improbable? Acudan al artículo 'Un topo en el corazón del Estado', de Javier Benegas. Y saquen sus propias conclusiones.

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