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Corina Machado acaba de ser galardonada con el Nobel de la Paz. Efe
Tribuna libre

La otra dama de hierro

Una mujer, Corina, conocida mundialmente como 'la otra dama de hierro' por su valentía y liderazgo en su simple objetivo de devolver la libertad y la esperanza a su país, Venezuela, nuestra novena isla

David Morales

Diputado autonómico del Partido Popular de Canarias. Director de empresas y organizaciones turísticas

Sábado, 11 de octubre 2025, 23:58

Margaret Thatcher, primera pinistra del Reino Unido durante casi doce años (1979-1990). Un periodo no tan distante en el tiempo, y en el que ... por vez primera una mujer se ponía al mando de una de las mayores potencias económicas y militares del planeta.

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Más de una década máxima representante y estandarte política de la Union Jack, la archiconocida bandera oficial del Reino Unido, resultado de la unión de las cruces de los santos patrones de Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte: la cruz de San Jorge (Inglaterra), de San Andrés (Escocia) y de San Patricio (Irlanda).

Coetánea durante su extensa etapa presidencial de los expresidentes estadounidenses Jimmy Carter, Ronald Reagan y George W.Bush, siendo con el segundo de ellos, el republicano Reagan, con quien lideró occidente durante toda la década de los 80.

Sus altas dotes de mando para dirigir los asuntos de Estado, su rigidez y firmeza respecto a los ministros de su gabinete, su estricta política económica y monetaria, y sus férreas convicciones políticas y sociales le valieron el sobrenombre de 'la dama de hierro'.

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Al mismo tiempo, siendo considerada su filosofía política liberal como 'thatcherismo', caracterizada por «la libertad de mercado, la disciplina financiera, un firme control del gasto público, reducción de impuestos, nacionalismo, 'valores victorianos', privatizaciones y una pizca de populismo», en palabras de quien fuera su ministro de Hacienda.

Debiendo tener muy presente (para mayor entendimiento de la relevancia de Margaret Thatcher) que durante los fríos meses invernales previos a su llegada al 10 de Downing Street en mayo de 1979, había acontecido por todo el Reino Unido el conocido como 'el invierno del enfado' ('winter of discontent' en su terminología histórica original), protagonizado por millones de trabajadores del sector público -instigados por la central sindical Trades Union Congress- que protestaban principalmente por la limitación a las subidas salariales establecidas por su 'propio' gobierno laborista de izquierdas gobernante en la etapa pre-Thatcher.

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Un freno a las mejoras salariales de los empleados públicos británicos al que tuvo que recurrir el propio gobierno laborista, presidido entonces por James Callaghan, como herramienta de extrema urgencia para hacer frente a una galopante inflación, característica y consecuencia habitual, entre otros, de las políticas públicas del descontrol y el despilfarro que prefieren el circo al pan. O, mejor dicho, a la caña de pescar.

Ese tipo de políticas que, -como ejemplo por sentimental proximidad capitalina-, prioriza el gasto en ingentes luces navideñas y carnavaleras durante unas pocas semanas, al gasto serio y riguroso los 365 días del año en la limpieza y en el asfaltado de nuestras calles. Por poner tan sólo un ínfimo ejemplo. Que por supuesto me encanta la navidad y me gusta el carnaval. Pero que más disfruto viendo limpia todo el año a mi ciudad capital de mi isla.

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Unas políticas thatcherianas infinitamente alejadas del mercado rancio de las chistorras y las lechugas. Y claramente identificadas por el valor de la meritocracia y la gestión profesional; por la limitada existencia de empresas públicas como entes 'controladores' de la economía estatal; por la mejora del PIB per cápita y la reducción de los niveles de desempleo; por la re-estructuración de un sistema fiscal justo y equilibrado; por el impulso y la diversificación de sectores económicos; por la eliminación de subsidios absolutamente improductivos que ni siquiera atienden a servicios básicos fundamentales de atención a la ciudadanía; de empoderamiento equilibrado entre quienes generan economía y empleo, y quienes representan a la fuerza laboral; o por políticas micro-económicas generadoras de mercados laborales y de productos más competitivos y flexibles. Entre otras múltiples características.

Una Margaret Thatcher magistralmente interpretada por la grandiosa Meryl Streep en 'The Iron Lady' ('La dama de hierro', claro está), y que hizo merecedora a la actriz estadounidense en 2012 tanto del Globo de Oro como el Óscar por su interpretación de la Premier británica. Y que tanto nos ha hecho disfrutar en la gran pantalla a lo largo de su prolija carrera, incluso en el papel de Donna en Mamma Mía; o de Miranda en El diablo se viste de Prada, cuya esperadísima secuela se espera para el mes de mayo de 2026.

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Un diablo, o mejor dicho, una diabla o diablesa a la que así suele mentar y menospreciar-si no insultar- el muy democrático y bolivariano presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cuando se refiere a la recién designada Premio Nobel de la Paz, María Corina Machado, la gran mujer política opositora al régimen chavista, obligada a vivir en la clandestinidad para poder preservar su vida ante la persecución sistemática que sufre por parte del régimen.

Una mujer, Corina, conocida mundialmente como 'la otra dama de hierro' por su valentía y liderazgo en su simple objetivo de devolver la libertad y la esperanza a su país, Venezuela, nuestra novena isla. Y que, al recibir la inesperada a la vez que merecida noticia del galardón concedido por la academia noruega de los Premios Nobel, lanzó un humilde y sencillo deseo: «Necesito que alguien me dé un abrazo».

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Pero un abrazo de los de verdad, de afecto, de cariño, que le reconforte ante tanta lucha y sufrimiento -de ella y de su familia- ante la injusticia y los abusos de la dictadura de Maduro (narco-dictadura, según Donald Trump) respecto a la restitución de la democracia en toda su extensión a un país tan rico en recursos de toda índole y de belleza, a la vez que carente de todo tipo de valores y de respeto a los derechos humanos.

Un Maduro al que sí lleva abrazado, como si nada, el otrora presidente socialista español, José Luis Rodríguez Zapatero, y todos aquellos otros miembros del Partido Socialista que guardan un lamentable y connivente silencio, tanto respecto del régimen venezolano, como acerca del Nobel de la Paz concedido a Corina Machado. Con Sánchez y adláteres guardando mutismo e indiferencia absoluta ante la feliz noticia en torno a la valiente opositora venezolana. Más llamativo aún si cabe en el caso del PSOE canario en general, dado lo que representa simbólica y emocionalmente Venezuela para toda Canarias

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Con la única reacción verbal desde las huestes sanchistas (nada que ver con el socialismo constitucional) generada por el ministro Bolaños, señalando que «España trabajó intensamente para que la persona que ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz fuera liberada el tiempo que estuvo en prisión». Sin siquiera mencionar su nombre. Y con su colega de Podemos, Pablo Iglesias, esputando que «se lo podrían haber dado a Hitler».

Lo cual debe servirnos una vez más de alerta acerca de la singular nueva 'patria' que algunos rodeados o empachados de chistorras y lechugas quieren implantar. A tener aún más en cuenta si cabe el día en que celebramos nuestra fiesta nacional. Una jornada en la que comprometerse con la defensa democrática de nuestra propia dama de hierro. España.

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