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A mano alzada. Los participantes en el encierro votan uno de los puntos de la declaración. Colita Esteba
Los '300' que plantaron cara a Franco

Los '300' que plantaron cara a Franco

50 años del proceso de Burgos: el juicio que dio alas a ETA ·

Desde Joan Manuel Serrat a Nuria Espert, pasando por Joan Miró y Vázquez Montalbán. Los días 12, 13 y 14 de diciembre de 1970, intelectuales y artistas se encerraron en la abadía de La Moreneta y alumbraron la 'Declaración de Montserrat' en protesta por el proceso de Burgos

cirilo dávila

Sábado, 28 de noviembre 2020

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Fue otro hito clave hacia la transición democrática española. Nuria Espert, Rosa Regás, Román Gubern, Antoni Tapies… La flor y nata de la cultura catalana plantó cara a Franco sin más armas que la palabra. «En España sigue aplicándose una legislación represiva iniciada durante la Guerra Civil», denunciaba el primer punto de la declaración, que se votó a mano alzada.

Fue la imagen icónica de aquel encierro y que bien recuerda Colita Esteba, la autora de las fotos que circularon por medio mundo. «Solo hice dos rollos de fotos, que saqué escondidos en el sujetador», recuerda Esteba. El ministro de Interior franquista, Tomás Garicano Goñi, se enteró del encierro cuando ya estaba consumado. Enfurecido mandó a la Guardia Civil y a los 'grises' (policía antidisturbios) para sitiar la abadía.

Todos estos jóvenes se conocían de la discoteca Bocaccio, en la calle Muntaner, plataforma lúdica y cultural de la Barcelona más abierta. La regentaba Oriol Regás, hermano de la escritora Rosa Regás. Allí se gestó un movimiento que Joan de Sagarra bautizó en 1969 como la 'Gauche Divine'. «Los que dimos el paso éramos personas comprometidas. No estábamos metidos en partidos, pero sabíamos por dónde respiraba cada uno», comenta Regás, quien a sus 86 años aún mantiene un pulso juvenil.

El papel de Portabella

La persona clave del encierro fue Pere Portabella, que llevó la voz cantante como moderador en las asambleas y en los encuentros con el abad. El director de cine ya venía precedido de su fama de antifranquista. Cuatro años antes, en 1966, Portabella había participado en 'La Capuchinada', como se conocen los hechos que se registraron en el Convento de los Capuchinos de Sarriá, con motivo de la Constitución de la Asamblea Democrática de Estudiantes Universitarios, que terminó con el asalto del lugar por la Policía. Asalto ordenado por uno de los temidos hermanos Creix, el comisario Vicente Juan. Decenas de catalanes conocieron sus prácticas en la comisaría de Vía Laietana, sede de la Brigada Político-Social de Barcelona.

Portabella, delegado por esta asamblea y acompañado por Andreu i Abelló, acudió al juicio de Burgos para informarse de lo que estaba ocurriendo. «Entré haciéndome pasar por marido de una abogada (Giséle Halimi, fallecida el pasado 29 de julio)». Regresó a Barcelona con el abogado defensor Josep Solé Barberá para compartir lo que habían visto y decididos a pasar a la acción.

El encierro en la abadía lo ideó un reducido grupo de personas. La gestión del abogado Josep Benet i Morell fue crucial para conectar con el abad Cassià Just. Este hombre se había formado en la escolanía del santuario y tenía buena relación con los benedictinos. Primero contactó con el padre Marc Taxonera, al que terminarían apodando 'Kissinger' por su papel de mediador en lo que vino después. A través de él se propició el encuentro con Cassià Just. Portabella describe al abad «como alguien dotado de gran sensibilidad política, de una finura florentina». El contacto inicial derivó en un encierro al que acudieron 300 intelectuales.

«La lucha es obrera y urbana. Y vosotros os vais a la montaña para encerraros en un convento», criticaron desde el PSUC

De aquella mañana, antes de subir a la montaña, Portabella recuerda cómo el entonces secretario general del PSUC, Gutiérrez Diaz 'Guti', le despertó a las ocho de la mañana para recriminarle la iniciativa: «Una vez más, los artistas e intelectuales os equivocáis. La lucha es obrera y urbana. Vais a cometer un error tremendo. Os vais a la montaña para encerraros en un convento», le dijo. Con este tirón de orejas, Portabella cogió su coche para ir a Montserrat. Le acompañaba Mario Vargas-Llosa, que ya por entonces gozaba de prestigio tras publicar su novela 'La ciudad y los perros'.

Durante aquellos tres días se multiplicaron los encuentros, las reuniones y se repartieron los roles. Román Gubern escuchaba las emisoras extranjeras para conocer la repercusión que tenía el encierro. «Cada día hacía un informe sobre ello», recuerda. Regás formaba parte del grupo que contactaba con la prensa extranjera. Esta escritora, agnóstica declarada, encontró curiosamente el mejor aliado en el Vaticano, donde estaba destinado el padre Joan Evangelista Jarque, que tenía amigos en el estudio de arquitectura de Oriol Bohigas, también presente.

Solo la figura de Jarque merecería un capítulo en esta historia. Desde la Santa Sede ayudó con discreción a distribuir la información que le llegaba y fue la mejor caja de resonancia del encierro. Siete años después, cuando Josep Tarradellas fue restituido en el cargo, en octubre de 1977, una de sus primeras decisiones fue nombrar a Jarque como prior de la capilla gótica que hay en el Palau de la Generalitat. Jarque murió en 2019, a los 92 años.

Una declaración compartida

Con la abadía sitiada por la Policía, se fue dando forma al documento final. Román Gubern estaba en el grupo que se ocupó de redactarlo. «Costó consensuarlo porque cada uno tiraba para su lado: los marxistas querían un texto de máximos y los demócrata-cristianos, de mínimos. Al final, llegamos a un texto con el que nos identificábamos todos», dice Gubern. Una vez aprobado, se acordó publicarlo con una lista de todos los asistentes y su profesión. Aquella misma tarde noche se hizo eco la prensa internacional y local.

Abadía de la Moreneta.
Abadía de la Moreneta. E.C.

Solo quedaba poner fin al encierro. «Ya se había conseguido la repercusión internacional que buscábamos y, por otro lado, las presiones del Estado eran cada vez más fuertes», aclara Portabella, quien recuerda una llamada de Garicano Goñi al abad para conminarle a que pusiera fin al encierro. «Son ellos los que tienen que decidirlo -replicó Cassià Just-. Y no olviden que la abadía está bajo tutela del Vaticano. Ustedes sabrán lo que hacen. Así, sencillo y contundente», detalla Portabella, que presenció la conversación.

«Abandonamos Montserrat de común acuerdo con el abad. No queríamos complicar la vida a los monjes. Además, nos habían reconocido que albergaban a dos miembros de ETA, heridos y torturados». Una vez fuera, Portabella recibió la visita de Gutiérrez Díaz, quien le dijo: «Me equivoqué. Ha sido un éxito internacional extraordinario y os felicito por ello».

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