Borrar
Mikel Casal
Hasel, el rapero que dispara a mansalva

Hasel, el rapero que dispara a mansalva

Encarcelado con polémica, lector de Neruda y admirador del Che, ataca en sus letras al Rey, Pablo Iglesias, Marta Sánchez y hasta al Betis, equipo al que deseó que se estrellara su avión

Sábado, 20 de febrero 2021

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La noche antes de su juicio en la Audiencia Nacional por enaltecimiento al terrorismo e injurias a la corona, el que ahora le ha llevado a la cárcel, Pablo Hasel cenó un cachopo «del tamaño de una vaca». No le sentó bien. «Pasó la noche vomitando», recuerda su abogado Diego Herchhoren. Las horas previas habían preparado juntos la sesión hasta que el rapero le «dejó con la palabra en la boca, se levantó de la mesa y dijo: mira, si me van a meter en prisión igual, voy a decir lo que me dé la gana y todo lo que pienso». Al día siguiente, viajaron de Guadalajara a Madrid en tren y ya en la silla de los acusados Hasel dijo: «a ver si encima ahora yo voy a ser el culpable de que el rey (Juan Carlos I) haya pedido dinero público para irse de caza por África o para comprar el silencio de sus amantes. Yo me limito a contarlo».

Era la segunda vez que Pablo Rivadulla, su nombre real, se enfrentaba a esa misma corte. La primera, en 2014, cuando le condenaron a dos años de prisión por los mismos cargos, pena ratificada por el Supremo. Esta nueva causa también se sostenía en sus mensajes en Twitter y canciones en YouTube, donde recurría al choque entre la nobleza de organizaciones y miembros terroristas, como ETA o Grappo, y la tiranía de los cuerpos de seguridad, como la Guardia Civil, y personalidades bastante variadas, como el Rey, Pablo Iglesias, Ada Colau, Letizia, Marta Sánchez, Vargas Llosa, Florentino Fernández, Rajoy...

A mansalva, de las balas textuales del rapero no se salva ni siquiera el Betis, equipo al que deseó que se estrellara su avión. En dos años había escrito 1.915 tuits de ese tenor para sus 54.000 seguidores, según aquella investigación. De media, casi tres al día. Es prolífico también en la música, con 49 álbumes editados en 15 años de carrera. Con su discurso en la Audiencia Nacional, Hasel, todavía «descompuesto» por el cachopo de la víspera, convenció a una de los tres magistrados, Manuela Fernández Prado, quien, entre otras cosas, dijo que llamar «mafioso» al rey emérito «es lo que piensa medio país».

De estatura y peso por encima de la media, este hombre de 33 años se define a sí mismo como una persona «sensible» y «melancólica», que «añora» su infancia, una «época en que era todo más fácil». «Caí en una depresión bastante profunda que me llevó a la autodestrucción y el derrotismo» hasta enrolarse en las filas del «antifascismo», relata en el documental 'Hasel, poeta proscrito', estrenado unos días antes de su detención.

Lector de Tolstói, Gorki, Neruda y Alberti, este rapero escribe por la «necesidad de desahogarme». Su alivio ha fructificado en líneas como éstas: «quizás nunca llegue a su puerto, me basta acercarme para no sentirme muerto» -rima de la canción 'Faro'-; o «llevo tatuado en mi conciencia, muerte a los Borbones; oye, voy a tatuarme la cara del que mate a Jaime Peñafiel, ¿me oyes?», de su más célebre 'Muerte a los Borbones', declamadas ambas con la misma tonalidad monocorde que usa desde sus inicios.

Ecléctico melómano de la canción protesta, escucha desde el cantautor chileno Víctor Jara hasta la superbanda californiana Rage Against the Machine, pero no baila. «Es un tronco», confiesa una fuente cercana. Tampoco parece gozar de una gran reputación como músico. «No se le conocía, nunca ha estado en ningún cartel importante. Ahora que se está comiendo el marrón, se le escucha más pero, la verdad, es muy malo, y sus letras no son tan duras como las de Los Chikos del Maíz, por ejemplo», dice una figura de la cultura hip hop. «No sé absolutamente nada de Hasel, ahora se le escucha por todo este jaleo pero...», ratifica un experto de rap español, autor de algunos libros sobre este movimiento.

Sin lujos y de alquiler

En un piso de alquiler de 30 metros cuadrados en Lleida, Hasel tiene una existencia frugal, «sin ostentaciones» ni «ningún lujo», soltero con pareja, sin hijos, que se financia con «algunas producciones y conciertos» puesto que casi toda su música es gratuita, dicen sus cercanos. Le ofrecieron exiliarse como Puigdemont o Valtònyc, y rechazó la oferta. «Es consecuente», define Herchhoren. «Cuando empezó a cobrar fama, tuvo muchas oportunidades para dar el salto comercial y estar más encuadrado dentro del sistema. Pero él ha sido fiel a sus principios».

Sin embargo, si se hiciera caso sólo a su historial judicial, este exmilitante de la Plataforma Antidesahucio (PAH) quedaría retratado como alguien al que le gusta la pelea, tanto verbal como el cuerpo a cuerpo. Aparte de sus belicosos tuits y letras de canciones, tiene dos causas -aún sin sentencia firme- relacionadas con la violencia física. Una, contra un periodista; otra, contra el testigo de juicio. Al primero le roció un desinfectante en la cara durante una ocupación de la Universidad de Lleida. «Él cogió un bote de limpiacristales y lo echó al objetivo de la cámara. Por mala suerte le dio en el ojo al periodista», da su versión el abogado defensor. No lo consideró así el juez. Al segundo, lo señaló en Twitter con su foto como confidente de la policía, y al encontrarse en un bar le trató de «propinar una patada». El otro la evitó y se defendió con un paraguas. «Te mataré», le amenazó, según el juzgado de Lleida que le condenó.

El hijo de Ignacio, expresidente de un club de fútbol de segunda, y Paloma, que ha estado en algunas de las manifestaciones de apoyo de Hasel, apenas descansó en las últimas horas de libertad. Antes de refugiarse en el rectorado de Lleida, «durmió un par de horas», dice un testigo. Durante la vigilia, en un ambiente «muy tenso», «era el que mejor humor tenía de todos nosotros. Bromeaba y amenizaba la estancia». El frugal y rabioso Hasel decía, por ejemplo, que se disfrazaría de antidisturbios para escapar. Amigo de sus amigos, «le puedes encontrar con un cabreo tremendo y no dirigirte la palabra; y otras veces, ser el más amable del mundo. Tiene esa doble condición», describe uno de ellos. Esa noche, estaba de buen humor.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios