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Ceremonia oficial de alumbrado e inicio de la Navidad celebrada el pasado día 5 en la ciudad de Belén, en la que había muy pocos visitantes. AFP/REUTERS
Belén quiere mantener el espíritu navideño

Belén quiere mantener el espíritu navideño

Sin peregrinos, la ciudad donde nació Jesús afronta sin apenas turistas su Navidad más extraña. La del año pasado tuvo más de 3 millones de visitantes

mikel ayestaran

Sábado, 19 de diciembre 2020, 23:27

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Ni en las guerras llegamos a una situación de cero turistas!», Yousef camina en una plaza de la Natividad desierta. Observa a los funcionarios municipales que trabajan en las labores de decoración e iluminación. Desde que empezó a trabajar como guía en 1997, Yousef estaba a acostumbrado a recibir a una media de dos grupos de peregrinos al mes y la visita a la Natividad era uno de los platos fuertes del itinerario. Donde antes le rodeaban más de cien personas ansiosas por ver el lugar donde nació Jesús, según la tradición, ahora camina en solitario y cabizbajo.

No necesita micrófono para que le atiendan, se escucha cada paso que da y los suspiros de sorpresa. «No recibo turista alguno desde marzo, se han cancelado todos los viajes por culpa de la pandemia y no sabemos cuándo comenzará de nuevo la actividad. Mis ahorros se están terminando y los guías palestinos no recibimos ayudas de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ¿qué podemos hacer?», se pregunta bajo el gran árbol navideño que preside la plaza.

«No se cancela la Navidad, el eslogan de este año será 'esperanza y luz' para ayudar a renovar nuestras vidas y superar las consecuencias de la pandemia, queremos enviar un mensaje de esperanza al mundo», en palabras del alcalde de Belén, Anton Salman. Los actos principales se mantienen, pero con aforos muy limitados y con retransmisiones vía Internet. Así se realizó el alumbrado el día 5, fecha que marcó el inicio oficial de una Navidad huérfana de peregrinos, todo lo contrario de la pasada, que las autoridades calificaron como «la más concurrida de las últimas décadas». Según los datos del ministerio de Turismo palestino, Belén recibió tres millones de visitantes en 2019, una cifra récord. Doce meses después, no hay un alma, hoteles y tiendas están cerrados y la economía ha quedado devastada porque en esta ciudad el turismo de la fe es el motor económico. Las cifras oficiales de la ANP hablan de 105.000 infectados por coronavirus y 910 muertos.

Yousef avanza hacia la iglesia y aumenta su incredulidad. Su casa está a solo unos minutos en coche, en la localidad de Beit Sahour, pero no había pasado por aquí desde que despidió a su último grupo. «En esta época del año las colas solían llegar hasta la mitad de la plaza, cada grupo necesitaba una media de dos horas para poder acceder al templo y bajar a la gruta. En ese tiempo aprovechaba para repasar detalles del viaje o adelantarles lo que les esperaba en los días siguientes. Nadie quería salir de Tierra Santa sin tener la experiencia de pasar al menos unos segundos en el lugar donde nació Jesús», recuerda Yousef, que es también uno de los pocos guías palestinos que tienen permiso para trabajar en Israel, lo que le permitía acompañar a los grupos todo su periplo en Tierra Santa. Este permiso expiró hace unos meses y ahora no sabe si los israelíes volverán a renovárselo. Si no lo hacen, no podrá salir a trabajar fuera de Cisjordania. «¿Qué será de mi familia?», se pregunta en un perfecto español, fruto de sus años de estudio de Turismo en Madrid y su dilatada experiencia con grupos llegados de España e Hispanoamérica.

Solos en el pesebre

En el interior de la iglesia de la Natividad reina el silencio. El franciscano badajocense Miguel Cobo ha dedicado media vida a Tierra Santa. Con un pie en el convento del Campo de los Pastores y otro en la Natividad comparte la sorpresa y frustración de guías como Yousef. «Jamás hemos visto este lugar así, las únicas visitas que tenemos son las de algún expatriado que vive en Jerusalén o las de vecinos de Belén, muchos de ellos musulmanes, que por primera vez pueden disfrutar de este lugar sin tener que hacer cola», explica al tiempo que observa el resultado de las obras de restauración. Este religioso de larga barba blanca y mirada profunda habla todo lo que no ha podido hablar en los últimos meses en los que no ha recibido a un solo peregrino. Explica cada detalle, fecha y piedra del templo, saluda con efusión a los curas griegos y armenios que se cruza y atiende las consultas de los lugareños musulmanes que entran por primera vez a esta iglesia.

El tendero Louis Michel.
El tendero Louis Michel. Mikel Ayestaran

Los andamios ya han desaparecido del exterior e interior del templo. Después de siete años de intensos trabajos solo faltan unos detalles para terminar, pero se necesitan fondos para ese remate final en este templo que data del siglo IV después de Cristo y que fue levantado por orden del emperador romano Constantino I. «Lo más espectacular son los mosaicos, hay que pensar que antes toda la pared estaba decorada, pero hoy solo se han podido rescatar algunas partes y son maravillosas», apunta el padre Cobo. Gracias al trabajo minucioso de un equipo de profesionales italianos y palestinos los mosaicos relucen como nuevos con combinaciones de dorados, verdes, rosas… pura luz. Una procesión de ángeles bizantinos señala de nuevo a los recién llegados la dirección del pesebre.

La gruta en la que nació Jesús es la única parte que ha quedado pendiente de renovación y sus techos y paredes ennegrecidas por el humo de las velas contrastan con la luminosidad del resto del templo. La Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa Griega y la Iglesia Apostólica Armenia comparten la custodia de la gruta y es necesario el acuerdo entre las tres para poder trabajar allí, una situación similar a la del Santo Sepulcro de Jerusalén. Ese acuerdo no se ha producido y la gruta deberá esperar.

Calles desiertas

Fuera de la Natividad, en la calle de la Gruta de la Leche las persianas metálicas cubren los escaparates que antes mostraban nacimientos hechos de madera de olivo. De nuevo silencio. La tienda Saint Patrick es una de las pocas que ha decidido abrir a la espera del milagro. En su interior, Louis Michel cuelga en la pared, en un lugar visible, los certificados otorgados por el ministerio de Salud que garantizan que cumple con todas las normas para poder vender en tiempos de pandemia. Tiene gel para limpiarse las manos a la entrada, una caja con mascarillas y guantes de plástico desechables para que los clientes puedan tocar las figuras. «Estamos listos para recibir a los peregrinos, pero nadie sabe cuándo volverán. Yo he nacido en esta tienda y puedo decir que ni en las Intifadas vimos algo parecido. No ha habido nada comparable al coronavirus, es un azote mundial», asegura este veterano vendedor de recuerdos. Además de geles, guantes y mascarillas, Louis se afana en limpiar cada figurita y el suelo y las cristaleras de Saint Patrick están relucientes. El año pasado abrían la persiana a las seis de la mañana y no paraban de recibir grupos, ahora los únicos compradores son los periodistas que se acercan a hacerle una entrevista.

El guía Yousef, sin apenas trabajo.
El guía Yousef, sin apenas trabajo. Mikel Ayestaran

La imagen es similar en la Calle de la Estrella, la ruta que según la tradición siguieron José y María hasta llegar al portal y que junto a la Basílica de la Natividad forma parte del conjunto declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Esta calle ha sido restaurada por tercera vez en veinte años, esta vez con dinero de la cooperación rusa, se han colocado nuevos adoquines, pintado de colores las persianas de los comercios y «hasta hemos puesto en marcha un proyecto que consiste en una casa de Santa Claus orientada a los más pequeños, pero con la pandemia todo está congelado», apunta George Lama, uno de los responsables de los trabajos en esta calle emblemática de Belén que, como el resto de la ciudad santa, vive los días más importantes del año en soledad y silencio.

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