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El colapso del 'Titan' ha dejado estupefacto a todo el planeta, pero sobre todo a los viajeros que se sumergieron en él antes de la fatídica expedición donde ha implosionado. A raíz de su desaparición el pasado 18 de junio mientras descendía hacia los restos del 'Titanic' en el océano Atlántico, resulta más llamativo que nunca que un puñado de antiguos pasajeros haya destacado la sensación de desconfianza que les produjo introducirse en la cápsula y bajar a un mundo desconocido y adverso. Y aun así, lo hicieron.
Ahora, con la palabra implosión resonando en las cabezas, el asunto no es el miedo que sufrieron entonces, sino la certeza actual de que solo la fortuna les ha salvado de que el sumergible reventara con ellos dentro.
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Miguel Pérez
«Es una tragedia evitable». La frase la repiten la mayoría de los expertos consultados sobre el accidente del 'Titan', incluidos el propio director de cine James Cameron, el exsocio de OceanGate David Lochridge, que ya en 2018 puso sobre la mesa los puntos flacos de la nave, o el presidente en Los Ángeles del Comité de Vehículos Submarinos Tripulados , William Kohnen, quien ha declarado que un sumergible así nunca hubiera aprobado la regulación estadounidense o canadiense. Frente a todos ellos, el cofundador de la empresa propietaria del minisubmarino, Guillermo Söhnlein, defiende la solidez del proyecto: «La gente sigue equiparando la certificación con la seguridad e ignora los catorce años de desarrollo del submarino».
El casco. Las miradas de los expertos convergen sobre él tras conocerse que el motivo del fin del 'Titan' fue una explosión de fuera a dentro de la cápsula. Es decir, no resistió la tremenda presión exterior cuando se encontraba a tres kilómetros de profundidad, a falta de unos 600 para llegar hasta el 'Titanic', y reventó en pedazos. El hecho de que se hayan encontrado el frontal de titanio, con su ojo de buey, y la cola, del mismo material, denotan que la cápsula central, donde estaban sentados los cinco viajeros, se contrajo de modo fulminante. La muerte fue inmediata. Un fragmento de segundo. La comparación más próxima es la de arrugar el centro de una lata de refrescos hasta convertirla en un hilo de aluminio.
Lochridge descubrió en 2018 dos puntos débiles en la estructura: el uso «excesivo» de fibra de carbono –que los artífices del casco veían por el contrario como una virtud– y la ventanilla frontal, de material acrílico y cuya firmeza estaba garantizada hasta 1.300 metros de profundidad. Según algunos expertos, es posible que, ante una deformación súbita de la nave, el comportamiento de esa fibra de carbono hubiera resultado menos resistente que el titanio restante y, simplemente, se hundió hacia su interior.
Lochridge advertía también sobre la necesidad de estudiar minuciosamente el grado de desgaste del casco y su fatiga a medida que repitiese las inmersiones en un medio tan salino y, por tanto, corrosivo. Por eso reclamó que se hicieran pruebas especiales de esfuerzo de los materiales.
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Jasper Graham-Jones, profesor asociado de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Plymouth, añade que el 'Titan' quizá hubiera resistido mejor con un diseño más esférico, similar a muchas cápsulas de investigación, «Imagine una cáscara de huevo», ha señalado en 'The Times'. Sin embargo, la nave de OceanGate debía ser alargada para alojar a los pasajeros, incrementando la presión exterior sobre el habitáculo central y generando puntos frágiles en las juntas de unión del titanio y la fibra de carbono.
Graham-Jones también alerta del efecto de las tensiones invisibles después de que la nave hubiera realizado desde 2018 al menos una docena de inmersiones entre pruebas y visitas al 'Titanic', en cuyo lecho la presión supera 400 veces a la de la superficie. Una mínima irregularidad «puede ser indetectable al principio, pero pronto se vuelve crítica», señala Graham-Jones en el rotativo británico y se pregunta «por qué el sumergible no hizo lo mismo que cualquier otra embarcación de aguas profundas y utilizó los servicios de clasificación marina para confirmar que era seguro para los pasajeros».
«Me siento mal, nervioso, con una sensación de hundimiento en el estómago», Arthur Loibl, de 61 años, hizo en 2021 la visita al histórico trasatlántico. Se metió en el clindró del sumergible con dos de los expertos que han muerto en la implosión, el piloto y CEO de OceanGate Expeditions, Stockton Rush, y el gran especialista en el 'Titanic', el submarinista francés Paul-Henri Nargeolet. «Tuve una suerte increíble», declara en el diario 'Bild'. De su experiencia recuerda la estrechez de la cápsula. «No puedes soportarlo. No puedes arrodillarte. Todos están sentados uno al lado del otro o uno encima del otro». Su inmersión se retrasó durante cinco horas debido a un problema eléctrico. Uno de los tubos adosados al casco para asegurar su estabilidad también se desprendió. Los empleados optaron por sujetarlo de nuevo con unas bridas.
Hamish Harding, el aventurero británico fallecido en el siniestro, se dio media vuelta en 2018 cuando vio el aspecto de la nave en Bahamas. Entonces no le inspiró confianza, ha revelado un amigo del aventurero británico, quien relató que Harding se encontró ante un mando de videojuegos como único volante del minisubmarino, una iluminación escasa procedente de unas «lámparas compradas en una tienda de bricolaje» y un lastre consistente en tuberías de obra. En defensa del vehículo cabe señalar que tal idea de provisionalidad contrasta con la sofisticada tecnología de algunos de sus equipos internos, aunque también hayan surgido dudas sobre su fiabilidad en un medio extremo.
Por ejemplo, Lochridge cuestionó que el sistema de sensores repartido por el casco para advertir de cualquier deformación solo proporcionaba a sus ocupantes una ventaja de «milisegundos», haciendo imposible cualquier pretensión de subir a la superficie antes de una implosión. En el momento de desaparecer el pasado día 18, los operadores del buque nodriza que mantenía el contacto con el 'Titan' manifestaron que escucharon una explosión y, acto seguido, la nave dejó de emitir su señal, lo que encajaría con las tesis de Lochridge. El piloto ni siquiera tuvo tiempo de avisar de que los sensores se habían activado.
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Óscar B. de Otálora
Los especialistas navales han hecho hincapié también en su carácter espartano. El diseño del habitáculo estaba enfocado a acoger al mayor número posible de viajeros de pago, lo que, al parecer, le habría privado de cualquier opción de incluir tecnología redundante; es decir, de duplicar todos los equipos como en el caso de los subraminos de mayor porte o los sumergibles de investigación, cuyo fin es el de poder recurrir al auxiliar si el sistema principal sufre un fallo. Según han relatado algunos antiguos pasajeros, entre ellos el reportero David Pogue, la comunicación con el barco nodriza consistía en señales acústicas y mensajes de texto, ya que, como recuerda el prestigioso oceanógrafo Peter Guirguis, bajo el agua «no hay GPS, no hay wifi, no hay Bluetooth». Sin embargo, la nave no llevaba otros dispositivos de investigación o balizas que, en el caso de las misiones científicas, sirven también para mantener el contacto. Y la operación en Terranova ha demostrado que, sin mayores medios de comunicación, buscar un minisubmarino en un océano es «como buscar una aguja en un pajar».
Guirguis reconoce que el 'Titan' es «un sumergible único. Está hecho de un casco compuesto y tiene una forma un poco más parecida a un tanque de buceo, mientras que los sumergibles de investigación que usamos los científicos son esferas. Realmente no fue diseñado con la investigación en mente, sino para llevar cinco personas, en lugar de dos o tres, al fondo del mar», sostiene. Aunque «en muchos sentidos, hay muchos menos riesgos en un sumergible que en la cubierta de un barco», a este experto de largo recorido en el mar le «preocupa» que los constructores de la nave siniestrada «hayan pasado por alto algunas de las características que se introducen en los sumergibles de investigación, porque les parecieron costosas, innecesarias o poco interesantes».
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