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Un Capitolio sin multitudes se blinda para recibir a Biden

Un Capitolio sin multitudes se blinda para recibir a Biden

Escenario inédito La investidura se celebrará en formato reducido por la pandemia, sin Trump y con un despliegue de seguridad sin procedentes tras el asalto al Congreso

Sábado, 16 de enero 2021, 23:41

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El 20 de enero de 2021 será en Estados Unidos un día para recordar. Como es tradición, la emblemática escalinata del frente oeste del Capitolio lucirá sus mejores galas para dar la bienvenida a Joe Biden como presidente número 46. Pero esta vez, a diferencia de lo que estamos acostumbrados, no habrá baño de multitudes ni los grandes fastos que acompañan la llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca. La pandemia del siglo y el brutal ataque del pasado 6 de enero al Congreso conferirán a la investidura un aspecto inédito, con unos protocolos de seguridad y sanitarios excepcionales y la sonada ausencia de Donald Trump.

El mandatario saliente se convertirá en el cuarto presidente de la historia del país en no acudir a la toma de posesión de su sucesor. Algo así solo se vivió con John Adams en 1801, John Quincy Adams en 1829 y Andrew Johnson en 1869. Biden, que a sus 78 años pasará a ser el jefe de Estado de EE UU más longevo de todos los tiempos, sí contará con la presencia del vicepresidente Mike Pence en el acto, que será mucho más desangelado que cualquier otro tras pedir a los ciudadanos que no se desplacen a Washington DC y sigan el evento desde sus casas debido al coronavirus.

El tema de la ceremonia será «Estados Unidos unido». Una consigna que se torna ahora más necesaria que nunca después de que una turba de simpatizantes de Trump asaltara el Capitolio dos semanas antes del cambio de Administración. El brutal ataque que costó la vida a cinco personas -dos de ellos policías- ha puesto en alerta a todo el país y ha empujado a la Guardia Nacional a enviar hasta 15.000 soldados a la capital para asegurarse de que la toma de posesión discurre sin sobresaltos. Las medidas incluyen el cierre de carreteras y una valla de 2,1 metros que blindará el edificio del Congreso ante la amenaza de que se produzcan nuevos incidentes.

En una investidura normal habría unas 1.600 personas en la plataforma en la que el presidente electo jura su cargo y unos 200.000 invitados en un perímetro que se extiende por la explanada del National Mall, contigua al Capitolio. Esta vez, sin embargo, el comité inaugural presidencial ha diseñado una ceremonia «extremadamente limitada», que nada tendrá que ver con los cientos de miles de personas que suelen acudir a dar colorido al comienzo de la nueva era política (en 2009 se congregaron 1,8 millones en Washington para festejar la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca).

Sellar heridas

El espacio que se destina a las multitudes será cubierto por unas 191.500 banderas de diferentes tamaños. Los organizadores han indicado además que el tradicional desfile «será reinventado», al igual que el esperado baile nocturno del nuevo presidente con la primera dama en el Centro de Convenciones, al que asisten normalmente numerosos testigos. La solución para encontrar el equilibrio entre la fastuosidad propia de las investiduras y las restricciones sanitarias pasa por la elección de un formato esencialmente virtual, que tomará como referencia la Convención Demócrata en la que Biden fue designado candidato el pasado agosto.

Al frente del equipo de profesionales contratado por el líder demócrata para preparar su toma de posesión está Tony Allen, presidente de la Universidad Estatal de Delaware, quien tiene como 'números dos' a Maju Varghese, asesor de la campaña del ahora presidente electo. Ambos ya han desvelado que buscan ofrecer «un programa innovador que dará a los estadounidenses la posibilidad de participar con toda seguridad» y sin necesidad de estar presentes. Al mismo tiempo, trabajan con diferentes agrupaciones para preparar actos a lo largo del país.

Lo que no diferirá de las anteriores ceremonias es el protocolo de no invitar a líderes extranjeros. Si bien en algunas ocasiones se anima a acudir a embajadores y personal diplomático, se presume la ausencia de estos debido a la crisis sanitaria. Eso sí, Biden, que suele llevar siempre mascarilla en público, ha manifestado su deseo de no ponérsela el día de su investidura. En cualquier caso, quienes vayan a estar cerca de él deberán someterse a pruebas de Covid-19.

Tras jurar el cargo, el flamante presidente tomará la palabra para detallar, ante la atenta mirada del mundo entero, su estrategia para «derrotar al virus, reconstruir al país y unir a la ciudadanía». Minutos después, acompañado de la vicepresidenta electa Kamala Harris, sus cónyuges, y los exmandatarios Barack Obama, George W. Bush, Bill Clinton y sus esposas, depositará una ofrenda floral en la Tumba del Soldado Desconocido en el cementerio de Arlington. Será la primera piedra que coloquen juntos demócratas y republicanos para recomponer el alma de una nación desgarrada por la polarización y sellar con este mandato que comienza las heridas de la era Trump.

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