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Una de las entradas, que luce una pintura de un artista local, con Jenny, la nueva generación de Juancito. Cober

Juancito pasa el relevo generacional, una tradición familiar que sigue viva desde 1982

Nieta del fundador, Jenny representa la nueva generación que mantiene la esencia del histórico bochinche de Santa Brígida, donde la cocina casera, la música y el alma del pueblo siguen siendo los verdaderos protagonistas

Paula F. Rodríguez-Borlado

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 9 de octubre 2025, 23:13

En 1982, Juancito abrió las puertas de un pequeño bochinche en Santa Brígida, en concreto en la calle Cura Navarro, 32. Lo hizo junto a su esposa y sus hijas, sin imaginar que aquel espacio de cuevas y paredes encaladas se convertiría en un referente local para muchos jóvenes que acudían religiosamente todos los fines de semana.

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Cuarenta años después, el negocio continúa en manos de la familia, pero ahora con una nueva generación al frente: Jenny, la nieta del fundador, que ha tomado el testigo junto a su tío Ali, manteniendo vivo el espíritu de lo que su abuelo comenzó y con muchas ideas para modernizarlo. «Mi abuelo y mi abuela empezaron con esto; mi madre y mi tía siguen en la cocina, y mi tío y yo estamos fuera, en barra y comedor», explica Jenny con orgullo.

El traspaso generacional no ha sido una ruptura, sino una evolución natural. Jenny creció entre el bullicio del comedor, los aromas de los guisos y las risas de los clientes. Con la incorporación de la nueva generación, el local ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su alma. «Antes era todo más rural, más sencillo. Ahora hemos cambiado muchas cosas, como la decoración o la música, pero la esencia sigue siendo la misma: que la gente se sienta como en su casa», cuenta Ali.

El bochinche conserva parte de su estructura original, con cuevas interiores, terraza (aunque ahora techada) y una decoración que mezcla tradición y homenaje familiar.

Comedor del bochinche Juancito. Cober

Sin embargo, su entrada es inconfundible. Aunque al principio solo parece una pequeña taberna con poco más que una barra con mesas altas y un pasillo bastante estrecho, quién ha ido sabe que solo hace falta bajar unas cuantas escaleras para encontrarse con un amplio comedor en el que destacan sin duda las botellas colgadas, cuadros con personalidad propia y, por supuesto, las cuevas características del lugar que, al contrario de lo que todo el mundo pueda pensar, mantienen intacta la esencia.

El artista Domingo Aria, vecino del pueblo, ha creado cuadros y piezas de cerámica que decoran las paredes, muchos inspirados en la alfarería local.

Creaciones de Domingo Aria, alfarero. Cober

Entre ellos se esconden rostros queridos: el abuelo Juancito y su hijo, el tío de Jenny, fallecido hace 10 años, forman parte del mural que recuerda los orígenes del lugar. «Es bonito ver a mi abuelo ahí, en la pared. Él comenzó todo esto y es una forma de que siga estando con nosotros», confiesa Jenny.

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El legado de Juancito

Desde que Jenny se incorporó a la gestión, el bochinche ha apostado por abrirse a nuevos públicos sin dejar de ser un punto de encuentro para los de siempre. Una de las grandes apuestas ha sido la música en directo los viernes por la noche, con estilos que van del blues al flamenco o el jazz latino. Ha tenido tanto éxito esta propuesta que han comenzado a realizar reservas para el fin de semana.

«Mucha gente que venía hace 25 años ha vuelto. Traen fotos antiguas y recuerdan su juventud aquí. Eso emociona mucho», dice Jenny. Además, gracias a las redes sociales, han logrado atraer a visitantes peninsulares, especialmente de Madrid, Cádiz y Sevilla, que descubren el bochinche a través de las publicaciones del local. Precisamente, mediante la influencia de las redes sociales pretenden abrirse paso entre los turistas extranjeros a los que les es más complicado encontrarles.

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Comedores en las cuevas. Cober

En los fogones siguen al mando las hermanas del tío de Jenny, que continúan elaborando los mismos platos que preparaba la abuela en los inicios del restaurante, para eso se consideran tradicionales, una manera de que el bochinche no pierda la esencia.

El menú combina tapeo tradicional y guisos caseros desde garbanzada, fabada o callos a carrilleras al vino tinto y caracoles. Además de platos de la tierra como queso ahumado con gofio y miel o papas arrugadas y ensaladas con queso local.

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Para ellos, es importante el reconocimiento de los productos locales, de esta manera, son capaces de ayudarse unos a otros.«Todo se hace con productos de aquí: las papas, el queso, las verduras, etc. Por ello, trabajamos con productores del pueblo», explica Ali.

Algunos de los platos más destacados de Juancito. C7

Cada fin de semana añaden platos fuera de carta, manteniendo viva la costumbre de cocinar según temporada y disponibilidad y con ello, afirman que sus platos estrellas -sin contar la parrilla- son los que salen de estas sugerencias cada semana.

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Una identidad que se hereda

Para Jenny, la clave del éxito está en mantener la filosofía de su abuelo: cercanía, autenticidad y respeto por las raíces. «No miramos lo que hacen los demás. Sólo queremos ofrecer lo que tenemos: buena comida, ambiente familiar y cariño en cada plato.»

El bochinche ha evolucionado, pero su identidad sigue intacta. Donde antes se reunían estudiantes del pueblo, hoy se mezclan familias, vecinos y viajeros, todos atraídos por el sabor y la calidez de un lugar que ha sabido resistir al paso del tiempo.

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El local también participa activamente en la vida cultural de Santa Brígida: colaboran con el Festival de Blues, las Fiestas del Barro y la Carrera de los Alfares, eventos que celebran la herencia alfarera y artesanal del municipio. «Siempre intentamos estar metidos en el meollo del pueblo, apoyando lo nuestro», dice Jenny con una sonrisa.

Con la llegada de Jenny, el bochinche ha encontrado el equilibrio entre tradición y renovación. Su presencia asegura la continuidad de un negocio que no solo alimenta estómagos, sino también memorias y afectos.

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Otra de las creaciones para el restaurante del alfarero Domingo Arias. Cober

El relevo generacional no solo garantiza el futuro del local, sino también la permanencia de una forma de entender la gastronomía: cercana, artesanal y profundamente canaria.

«Esto no es solo un negocio. Es la historia de mi familia y de todo un pueblo», resume Jenny, con la misma pasión que un día tuvo su abuelo al abrir por primera vez las puertas de aquel pequeño bochinche.

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