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Arroz con gambas y sepia en salsa de su tinta MHB

Tokio-Seúl

Advertí que los coreanos también se nos mostraban gentiles y accesibles

Mario Hernández Bueno

Sábado, 21 de junio 2025, 22:35

Dejamos atrás a Japón con evidentes ganas de volver. Tiene muchas ciudades e islas con encantos. Nos deleitó su gente, solícita para ayudar. Me asombró su pulcritud. O su comida, tan en boga y cada día con más adeptos, que se convierte en exóticas experiencias. Y las recepcionistas del hotel, el Mitsui Garden, en Tokio, nos mimaron y fueron imprescindibles para movernos en la inmensa capital con alguna soltura.

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Tras dos horas y pico volando llegamos a la capital de Corea. Los primeros recuerdos de este país, dividido por la enfermiza adicción al poder de los políticos, fueron cuando, de niño en Uruguay, me deleité viendo las magníficas e inmensas fotografías en blanco y negro en aquella gran revista, Life, en un monográfico sobre su guerra. Soldados norteamericanos en un receso comiendo el rancho enlatado, saboreando helados, cortándose el pelo, dormitando con la ropa de faena y colgando de sus cascos las correas faciales para sujetarlos. Me vi incapaz de entender lo que es una guerra. Fue la primera tras la II Mundial. Desde entonces Corea quedó troceada, así que una de las visitas previstas era llegar hasta la tensa y turística zona fronteriza. No está lejos, 96 km, pero hay que ir en tours, que duran hasta nueve horas y a mí me sobrarían ocho y media. Así que nos ceñiríamos a la capital y observaríamos las diferencias sociales, económicas, culinarias, etc. con Japón.

El hotel fue el mejor del viaje: el Lotte, situado en pleno centro. Curiosamente celebraba un congreso internacional sobre energía atómica. Salimos a cenar y a unos cien metros estábamos en el barrio homónimo de Namba de Osaka, Myeongdong: abigarrado conjunto de comercios, puestos de comida callejera, restoranes. Y como andábamos desorientados, al toparnos con un restorán tailandés, Myeongdong Thai24, cuya cocina me chifla, trepamos por unas angostas y empinadísimas escaleras y ya estábamos atendidos por el dueño. Un coreano que, solito él, atendía las mesas a la velocidad y quiebros de un ratón. Su risueña esposa tailandesa reinaba sobre unos cuantos compatriotas cocineros. Un comedor modesto y una comida sin peros. Con bebidas fueron 30€. Al parecer estábamos en un país más barato que Japón.

Una joven amiga coreana, residente en Las Palmas de G. C., nos había recomendado el restorán Solsot, de una moderna cadena de cocina autóctona cuyo plato estrella es el Bibimbap.

El Bibimbap del restorán Solsot MHB

Y con unos langostinos del número 1 rebozados y guarnición de ensaladilla y dos cervezas, 20€. Se trata de locales de decoración sin pretensiones, cocina apañada, jóvenes camareras y precios que animan a la juventud.

Langostinos rebozados del restorán Solsot MHB

Al día siguiente, tras divisar una cola, y por eso nos decidimos, entramos a un pequeño y extraño chino, Kkongsimyeongwan, tan auténtico como interesante. Está en el barrio Myeongdong. Sus camareras, que también se movían a tremenda velocidad, nos sirvieron 12 unidades de langostinos pelados sobre una salsa sabrosona, mas un arroz frito con gambas y sepia en su tinta. Todo muy rico. Con dos cervezas, 30€. Allí, como en Japón, los restoranes sirven, cuantas veces se desee, agua fría sin costo alguno.

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lato de langostinos de un pequeño restorán chino en el barrio de Myeongdong MHB

El comensal de al lado, que casi nos rozaba, un coreano, tomó la iniciativa de pegar la hebra y charlamos un rato de cosas intrascendentes, las típicas entre un nativo y un turista. Otra clienta, al marchar y pasar delante de nuestra mesa se paró, nos saludó y nos recomendó el menú. Y advertí que los coreanos también se nos mostraban gentiles y accesibles.

Queríamos comer en el mejor restorán de pura Cocina coreana y en el hotel nos recomendaron el mejor, Hangaran. De entrada vinieron diez platillos de una banchan: selección de rabaneras conteniendo entremeses (10), que, en todo buen restorán coreano, sirven sin pedirlos. Varios de ellos eran a base de pescado o raras algas, y no me gustaron.

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Banchan del auténtico restorán coreano Hangaran MHB

Después tan solo caté un guiso salseado de cangrejos con sus armaduras. Y no me hizo feliz.

Guiso de cangrejo del restorán Hangaran MHB

Y tampoco un plato con finas tiras de carne con sus trozos de hueso: el típico corte del Asado de tira argentino-uruguayo pero, ya dije, emulando a Rocinante. Con un par de cervezas salió por 50€. No fue buena la experiencia.

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Guiso de carne del acreditado restorán coreano Hangaran MHB

Una práctica que hacía tiempo que no repetía es apalabrar un taxi por horas y hacer un tour por la ciudad. En un hotel de lujo creía que iba a ser inasumible. Pregunté a la conserje y me dijo que serían 20€ por hora ¡Increíble! Y allá que nos fuimos a recorrer la ciudad. Aparte del moderno centro con sus altos y modernos edificios pasamos por suburbios algo deprimidos. Y nos llegamos hasta el inmenso terreno que ocupa el Palacio Real, la más importante muestra del patrimonio monumental.

La cena la hicimos en un italiano situado frente al hotel: Mano de Chef. Un chef cuya mano es ideal para coger papas. Un desastre de lasaña: un trozo de algo con una montaña de bechamel, y una horrible Pizza verde. Por la decoración no me cupo dudas de que fue español. Con un par de cervezas, 60 euros de vellón. Es más cierto que no todos los restoranes son baratos; el desayuno del hotel costaba 50€ por barba. Con ese dinero puede desayunar, almorzar y cenar una persona en muchos lugares.

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Cuando fuimos a aquel restorán del Bibimbap tuvimos que entrar en un magnífico edificio, en cuyo sótano de mármol y lujo habían restoranes y tiendas con caché. Nos atrajo un steak house, Butcher's Cut, que ofrecía la típica decoración de los solemnes neoyorkinos. Presumíamos que no iba a ser un lugar barato, las neveras de maduración mostraban carnes muy veteadas de grasa. Estaba lleno, así que reservamos mesa para el almuerzo del día siguiente. Tania pidió solomillo, magnífico, y yo entrecot, también de carne coreana premium, pero se equivocaron y trajeron dos solomillos.

Solomillo del Butcher's Cut MHB

Al informar al maitre, Hyoun Su Lee, un tanto avergonzado nos dejó las dos piezas y ordenó otro entrecot, que, como las grandes carnes japonesas, tenía demasiada grasa infiltrada. Y había llegado antes una deliciosa crema de papas, vegetales a la parrilla, ricos panes y unas doradas papas fritas. Yo había quedado casi satisfecho con el solomillo, así que lo del entrecot iba a ser un reto a la gula. Y lo perdió. Con helados, cervezas y cafés, 160€.

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Entrecot de carne coreana del Butcher's Cut MHB

Conclusión: la famosa carne de Kobe goza de una inmejorable opinión, pero carnes iguales las hay en otras zonas de Japón. Y también ciertas carnes coreanas no tienen nada que envidiar a las japonesas.

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