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El ecosistema de una barra no es comparable con ningún otro ambiente dentro de un negocio de hostelería. Ahí, el comensal encuentra su particular oasis dentro del siempre animado sector, departiendo con otros parroquianos que encuentran en la barra el punto de encuentro habitual a la hora del buen comer y el buen beber. El comensal de barra la elige por encima de cualquier otro rincón, aunque sea la mejor mesa del restaurante, y hay negocios donde la barra siempre está reservada. Da igual que sea un restaurante de postín que un bar de barrio, las barras no entienden de clases, pero sí de fondos, puntos y ritmo.
En Las Palmas de Gran Canaria encontramos numerosas de mucha personalidad, calidad y estilo. Ya sea para un picoteo informal o para un señor homenaje, vamos a hacer una placentera ruta por algunas de las barras más interesantes del panorama local. Y hay que empezar, claro, por la que está considerada una de las más elegantes y solventes, la del Ribera del Río Miño, uno de esos clásicos con poder dentro del panorama gastronómico. Su barra es punto de encuentro inigualable, al igual que su oferta gastronómica, adaptada, apetecible, creada para ese comensal especial. Su diseño está a la altura de su oferta, y su sobremesa no deja indiferente.
Si de poderío y recorrido hablamos, no podemos olvidar la célebre barra de El Pote, con más de medio siglo de vida y una trayectoria digna de elogio. Inmutable al paso del tiempo y a las diferentes etapas del negocio, que se ha ido adaptando a los tiempos, si algo tienen claro en este icónico restaurante es que con su barra no se experimenta ni se juega, algo que los fieles comensales agradecen sumamente. De clásico en clásico y nos vamos hasta el Gambrinus, otro de los grandes, de trayectoria brillante, regularidad consolidada y una barra de altura. Como podrá comprobar, la ruta empieza con tres escenarios de categoría, reconocibles, emblemas de la capital.
Seguimos en el Puerto para irnos hacia dos barras muy especiales, donde la calidad de su oferta se mezcla con la diversión del local, más desenfadados que los tres anteriores, pero tan atractivas como cualquiera, desde luego. Pequeña, pero matona, la de La Bodega Extremeña, si es que consigue hacerse un hueco. Ahí, como en el París de Hemingway, la fiesta es eterna, y si se sienta en primera fila, el placer se multiplica. Que sí, que la terraza está bien, pero la barra... única. Sin alejarnos de la playa de Las Canteras, en plena Puntilla, nos sentamos en una de las mejores barras de Gran Canaria, la de Camino al Jamonal. Es normal que siempre acoja el cartel de reservada, porque aquí la gente sabe. Es otro de esos locales donde la película en un ambiente u otro cambia sustancialmente, y aunque aquí el nivel es soberbio hasta si nos dieran de comer en el baño, lo cierto es que la barra es seña de identidad.
Nos vamos hasta el barrio de Alcaravaneras para irnos a la barra más futbolera, la del bar Tatono. Si los hermanos Alberto y Miguel son los encargados de acogernos y agasajarnos en el Jamonal, aquí también es cuestión de hermanos, Toni y Manolo. Ellos son los culpables de tener uno de los mejores bares populares de la capital. Siempre llena, ahí se va a jugar entre la célebre ensaladilla, los caracoles, las deliciosas albóndigas o el atún en adobo. La oferta es más amplia, siempre con el escudo de la UD Las Palmas reinando en el ambiente.
En Vegueta, hay dos barras que sobresalen. Ambas en la calle La Pelota, y ambas del mismo grupo, aunque totalmente diferentes. Manuela Jimena, bar clásico y elegante, de impoluta barra y con unos productos siempre perfectos. Ahí se puede comer desde unas ostras con champagne hasta un cocido madrileño superlativo, pasando por sus famosas tortillas. No hay muchas barras tan dinámicas y de tanta calidad como esa. En Morro Colorao, justo en la casa de al lado, las barras son muy diferentes de una planta a otra. La más impactante es la de la planta baja, con vistas privilegiadas a la parrilla vasca, los espetos, la barbacoa japonesa... un espectáculo.
En Triana, hay dos barras muy divertidas y solventes. Una de ellas es la de Vinófilos Triana, un paraíso para los amantes de los vinos, que el comensal marida con la oferta sólida, tan sugerente como la líquida. El local es precioso, y eso de comer entre tantas botellas de vino es un plus que se agradece especialmente. Se ha convertido en una barra imprescindible. En La Travesía de Triana, uno de los locales más en forma de la zona, y lleva ya años así, su barra es uno de los espacios más valorados. Ahí nos podemos deleitar con sus icónicos platos, embutidos o sugerencias del día, en un lugar que nunca falla, y eso no es nada fácil.
Y terminamos la ruta en la barra con más ritmo de la ciudad, y desde luego una de las más bonitas. Allí es posible tomarse una copa después de la cena, o comerse una deliciosa hamburguesa de madrugada, porque esta barra siempre está viva. Es, evidentemente, la de Timbeque. Diferente a todas, igual de placentera que todas. Un final feliz, tanto de la ruta como de la noche. Lo bien que sientan esas hamburguesas... ¡Larga vida al Timbeque!
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José A. González, Álex Sánchez y Sara I. Belled
Melchor Sáiz-Pardo | Madrid y Sara I. Belled (gráficos)
Mikel Labastida, Carlos G. Fernández, Iván Gelibter, Álex Sánchez, Sara I. Belled, Álex Sánchez y Sara I. Belled
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