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Cada uno, a pesar de pertenecer al mismo 'gremio', se diferencia del otro gracias a sus particularidades, especialidades y esencia. A pesar de que la mayor fama la atesoran los guachinches de Tenerife, negocios vitales en la identidad de esa isla, lo cierto es que en Gran Canaria habitan numerosos bochinches de gran interés, que logran atraer cada fin de semana a una buena cantidad de comensales, ya sean turistas o locales.
Esta palabra procede del vocablo del occidente peninsular o del español americano bochinche (derivado de buche), que significa 'taberna pobre'. Estas razones etimológicas explican la forma gráfica de la palabra bochinche, que es la habitual en la tradición escrita de Canarias. Si consultamos, en cambio, la Academia Canaria de la Lengua, encontramos la siguiente definición: «Sitio o tienda de carácter popular donde se sirven comidas típicas y vino del país».
Más allá del origen de la palabra y de las diferentes definiciones, todos tenemos claro que tanto en un guachinche como en un bochinche, el comensal se encontrará con un negocio donde la oferta gastronómica debe ser sencilla, tradicional y de precios populares, donde el vino de la tierra es innegociable y donde cada uno puede ofrecer diferentes especialidades, que serán las que lo diferencien del resto.
En Gran Canaria es posible hacer una gran ruta de bochinches, desde luego, con un resultado muy placentero y un bolsillo que lo agradece. Uno de los más interesantes es el bochinche La Lechuza, en San Mateo, donde además de disfrutar de una cocina tradicional en un ambiente familiar, el comensal puede deleitarse con unas vistas magníficas a las montañas de la zona de Camaretas. Es fundamental pedir la carne de cochino y los caracoles, dos especialidades de la casa.
Seguimos en San Mateo para conocer otro de los más solicitados, el bochinche La Bodega de La Montaña, de carta muy corta -afortunadamente- y muy eficaz. Allí tienen buen vino, obviamente, y es famoso por sus costillas al horno con mostaza y miel (la ración grande cuesta 10 euros). Además, los caracoles, la garbanzada o la ensalada de caballas son garantía.
Otro de reciente apertura, también en San Mateo, es el bochinche (o guachinche) El Manicomio, cuyo propietario, con experiencia en guachinches de Tenerife, ha revolucionado la zona con su propuesta, donde destacan el escaldón de gofio, el queso asado, y las carnes a la brasa.
En Valsequillo, Viña Cantera lleva años conquistando a todo el que por allí aparece, pues su encantador bochinche, con terraza y un ambiente muy familiar, se une a una oferta de comidas muy bien elaborada. Platos obligatorios aquí: los calabacinos, la garbanzada, el gofio, el potaje del día y la parrillada de carne. Especial atención a las recomendaciones de fuera de carta, y por supuesto al vino de la propia bodega.
Continuamos la ruta por Gran Canaria y nos vamos hasta Telde, donde toca disfrutar del bochinche Ca'tita, de gran y merecida fama. Las raciones son especialmente generosas, por lo que es conveniente tenerlo en cuenta, sobre todo si pide las parrilladas de carne. El pulpo frito es uno de los platos con más fama del local, además del brownie de turrón.
En Teror está uno de mis favoritos, pues su calidad-precio es casi imbatible. Se trata del bochinche Bar Suso, un local pequeño pero repleto de ilusión, con una gran mano para los guisos y los platos de cuchara. La ropa vieja, por ejemplo, es fantástica, así como la garbanzada o los callos. Si llega a tiempo, pida las albóndigas.
En Las Palmas de Gran Canaria podemos encontrar tres lugares con cierto aroma a bochinche. Uno de ellos es Casa Josefina, donde la especialidad, y por lo que merece la pena la visita, es su famoso cordero asado. La pata, concretamente, que la hacen al horno y la acompañan de unas deliciosas papas fritas, de la que comerán sobradamente dos o tres personas.
En la zona puerto, uno que lleva años, y que además cuenta con un solete en la Guía Repsol, es el bochinche El Chato. Desde 2016 llenando y llenando su local, donde no es muy sencillo conseguir sitio. Especial fama tiene su ropa vieja de pulpo y la carne de cabra. Los huevos rotos con chorizo de Teror y el cochino frito también están a la altura. Un gran lugar donde comer por unos precios más que razonables.
Ya en el barrio de La Isleta, uno de los emblemáticos de la ciudad, bochinche Los Jamones, donde por allí el tiempo, afortunadamente, no pasa. A pesar de que ya no están los propietarios originales, en Los Jamones existe un ecosistema apto para nostálgicos, con platos deliciosos como sus churros de pescado o la ensalada de caballas y aguacate. Un lugar con mucho encanto.
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Borja Crespo, Leticia Aróstegui y Sara I. Belled
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