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Está considerado como uno de los mejores hoteles de España, y no es para menos. Aunque ya había tenido el placer de asistir a alguna cena, en esta ocasión, con la calma que merece este pequeño paraíso, pude adentrarme con cierta profundidad en todas las bondades que ofrece el excelente Royal Hideaway Corales Resort, donde más allá del lujo y los detalles que abundan en cada esquina, la gastronomía impulsa el nivel a escala regional, pues ahí también duermen, cada noche, tres estrellas Michelin (El Rincón de Juan Carlos, con dos y San-Hô, con una).
Precisamente San-Hô fue el escenario donde se celebró una grandiosa cena de un altísimo nivel, protagonizada por las creaciones del chef anfitrión, Adrián Bosch, y Pablo González, chef asesor del restaurante La Finca, también con una estrella Michelin, y ubicado en La Bobadilla, a Royal Hideaeay Hotel, también del grupo Barceló. Completó ese trío Fernando Arjona, el chef al frente de la cocina de La Finca. Pablo González, por cierto, ostenta dos estrella Michelin en su aclamado restaurante Cabaña Buenavista, en Murcia.
Esta IV edición de Culinary Sessions fue especial, de eso no cabe duda. Se notaba cierta emoción en el ambiente, ese aroma de las grandes noches. Acompañado por varios colegas de la prensa, este duelo amigo entre San-Hô y La Finca tuvo un claro ganador: la gastronomía, los estilos, la compenetración. Y se nota que aquello no estaba improvisado. Cada pase tenía un sentido, una prolongación, una armonía muy potente. Un trío de caviar para empezar, por parte de La Finca, o ese homenaje al patudo de los locales, era un inicio emocionante. Luego, claro, platos para el deleite como esa olla de San Antón y boquerones en vinagre de La Finca o el ramen de cochino negro, angulas y triple caldo de los anfitriones. Maridaje, sala y servicio perfecto. Un éxito.
Aún con el buen sabor de boca de la cena, al día siguiente tocaba descubrir algunas de las cualidades que han llevado a este hotel a estar nominados en Madrid Fusión (congreso gastronómico de referencia en España, y uno de los más influyentes a nivel mundial) a mejor desayuno de hotel en España. Y este no es un tema menor, dese luego. Un cortador de jamón ibérico de bellota, amplia variedad de zumos y frutas ecológicas, panadería y bollería recién horneada, y esos huevos Benedict, de los mejores que ha probado el que escribe. Si eso no es el paraíso, se le parece mucho. Un apunte de interés: el café es sublime, adictivo. Y todo eso disfrutado en la extrema tranquilidad de la terraza, que te traslada a un lugar quizás imaginado en algún deseo confesable.
Este hotel está dividido en dos. Uno para las familias (Suites), con todas las comodidades que ello conlleva, y otro only adults (Beach). Esté donde esté, cada habitación, cada servicio, cada rincón, todo, forma parte de una experiencia, me atrevería a decir, vital. El mar, siempre presente y visible, se adentra con el cuidado diseño del hotel, con forma de barco y de un trabajo arquitectónico admirable.
En uno de estos espacios abiertos, donde se encuentra una de las piscinas, se encuentra otro de los restaurantes a tener muy en cuenta, Starfish. Allí pude disfrutar, con vistas privilegiadas, de unos hermosos (y especialmente valiosos) carabineros de La Santa, esa joya de Lanzarote que enamora a todo aquel que tiene la fortuna de conocerlos. Esto, junto a unas cremosas croquetas de cherne con mojo verde, adelantaron otras de las grandes sorpresas: uno de los mejores arroces que puede comer. En mi caso, del Senyoret, con pescado local, choco y langostinos. Agradecí mucho esta sugerencia por parte de Luis Miguel, excelente profesional que ya conocía de otra experiencia en Tenerife, y con el que tuve la suerte de coincidir, ahora, en este gran escenario.
Por la noche, para rematar la lujosa escapada gastronómica, esperaba otro de los grandes, para muchos -incluyendo el que escribe- el mejor restaurante italiano de Canarias, presente, obviamente, en la Guía Repsol y en la Guía Michelin, capitaneado por el siempre carismático e incombustible Niki Pavanelli, caluroso anfitrión que tiene la gran virtud de demostrar que lo que cuenta, el relato de cada plato y cada ingrediente, luego se cumple en el sabor. Algo de lo que no pueden presumir muchos, que describen una historia muy bonita con un final triste en lo más importante.
El restaurante de Niki en este hotel es Il Bocconcino (también está La Trattoria de Il Bocconcino, más informal), cuya terraza ya es de por sí una experiencia, ambiente sofisticado, tranquilidad plena, y hasta la sutil música de fondo parece compenetrada con cada plato, siempre, evidentemente, acompañados por el eterno mar que sonríe permanentemente al hotel. Allí disfrutamos del menú degustación Il Bocconcino, la opción más inteligente para conocer de pleno el talento del chef italiano, que disfruta con la cabeza alta viendo como los comensales se lo pasan en grande. Porque es una cocina divertida, visualmente poderosa y con unos matices de mucho trabajo.
Ese Tonno vitellato, tras un surtido de panes elaborados por ellos, es un tan sutil, desgarrador y sorprendente, que uno se pregunta dónde ha estado todo este tiempo. Lo mismo sucede con la carbonara, motivo más que suficiente para viajar hasta allí. Uno de los colegas presentes, reputado periodista gastronómico nacional, definió a Il Bocconcino como «uno de los mejores restaurante italianos de España en los que he comido, y sin duda la mejor carbonara que he probado». Sorprende, por cierto, que esta no sea la cuarta estrella Michelin del hotel, aunque imagino que no tardará. El maridaje del menú, a la altura, con algunos vinos italianos de mucho interés, como ese Masi Riserva Costasera Amarone della Valpollicella Classico, de 2017. Tan envolvente como exclusivo, y ciertamente limitado. Un lujo.
Fue el broche de oro a una escapada gastronómica de la que presumir. De esas que diferencian a un destino, inversiones privadas que impulsan la reputación, la calidad y el nivel de Canarias en materia turística, pero también en cuestiones gastronómicas, que van de la mano. En esta liga también juega (y gana) Canarias, y eso es, o debe ser, motivo de celebración.
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Borja Crespo, Leticia Aróstegui y Sara I. Belled
José A. González
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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