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Es un día entre semana, y el camino rumbo a La Aldea de San Nicolás, por el norte, está animado. Muchos coches de alquiler conducen en dirección al municipio más aislado de Gran Canaria, que tras años y años de lucha, poco a poco está viendo la luz al final del túnel, o de los túneles. El turismo es vital, pues La Aldea tiene mucho que ofrecer, y eso bien lo saben los aldeanos.
En la oficina de turismo, en la playa, nos recibe Rocío, que está radiante esa mañana soleada, pues están terminando de arreglar el entorno de su lugar de trabajo, de vistas privilegiadas al mar, por cierto. «La oferta de casas vacaciones es enorme, se nota mucho el movimiento. Los fines de semana, como no vengas temprano, en los restaurantes de la playa se forman unas colas tremendas, es una locura».
Mientras algunos bañistas disfrutan del mar en el caluroso día, las terrazas de ubicación envidiable están repletas, en su gran mayoría de turistas que al fin han llegado al destino, y de otros que optan por pernoctar aquí. Los visitantes pueden elegir entre hoteles, apartamentos turísticos, casas rurales y albergues, ubicados tanto en el centro del núcleo urbano como en la playa, así como en zonas más alejadas, con imponentes paisajes, para aquellos que busquen la tranquilidad completa. En total, unas 80 opciones de alojamiento, una cifra que demuestra el potencial del municipio, así como el buen momento de forma que experimenta.
Dentro de la actividad económica de La Aldea, la oferta gastronómica juega un papel fundamental. En la playa, restaurantes como el grill Luis o El Chozo, cuelgan el carte de completo cada fin de semana, con una cocina casera, económica y con productos frescos. Platos icónicos de La Aldea como la ropa vieja de pulpo, aquí institución, o el pescado fresco, alegran la experiencia del visitante.
«Aquí llevamos unos 16 años, y esto es un lujo. Tenemos el mar, justo delante, y la sensación de estar en el bosque mientras comemos. Lo tenemos todo. Con los avances que está experimentando la carretera, se nota mucho la llegada de gente. Los fines de semana esto está a tope, tenemos incluso que dar número», señala Lourdes Rodríguez, que está al frente del restaurante El Chozo, uno de los más peculiares, pues combina la playa y una zona recreativa más propia del campo que de la playa, lo cual tiene mucho éxito. Allí, lo que más sale es «el pulpo frito, la ropa vieja de pulpo, el pulpo a la marinera, la garbanzada, salpicón de pescado...».
Dejando atrás la playa, en el centro del pueblo nos recibe Toni Ramírez, empresario prolífero, que cuenta con varios negocios de hostelería en La Aldea, entre ellos el grill Luis de la playa, garantía de éxito, o el restaurante Félix, lugar emblemático con muchos años de vida. Ramírez, que es el cocinero del restaurante Luis, apunta que «La Aldea está experimentando un crecimiento increíble, se nota mucho el movimiento. Es una locura, a veces desde las 12.30 tenemos ya la cola en la puerta para comer».
El actual restaurante Félix, que antes era churrería, lleva abierto «desde el año 1954. En el año 2016 compré el edificio, le hice una reforma integral en el 2017, manteniendo la barra de siempre y la nevera empotrada, que es una auténtica joya. Tengo hasta los papeles, se pagó con letras de a duro. Este es el negocio más emblemático del pueblo».
Ramírez nos guía hasta el acogedor comedor, donde los comensales pueden disfrutar de platos como «carne de cochino de Tejeda, de la granja de La Culata, carne de cabra, también de Tejeda, pescadito, costilla al horno, que sale mucho; la ropa vieja, ensaladilla... una comida casera y bien elaborada». En la cocina, su mujer Juana Rosa es la encargada de hacer platos tan apetecibles como la jugosa costilla al horno que nos prepara, de capa crujiente y punto perfecto. Es uno de los platos más demandados.
En La Aldea se respira optimismo, ilusión por lo que está por llegar. Las calles están impolutas, las instalaciones bien cuidadas y los negocios con ganas de más. Los avances que han ido consiguiendo en su conectividad con el resto de la isla los ha puesto, al fin, en el mapa. Y cuando llegue el final del túnel, La Aldea dejará de ser ese paraíso escondido para convertirse en un tesoro muy preciado.
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