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Cuando uno pone rumbo al discreto camino del Laurel, en Arucas, no se imagina lo que se va a encontrar al entrar siguiendo las indicaciones de los carteles de «La Rekompensa». Desde luego, el nombre es una sugerente invitación a adentrarse en una enorme plantación de plataneras, de unos 56.500 metros cuadrados, pero totalmente reconvertida, tras una importante inversión privada, en un placentero oasis destinado a mantener la boca abierta de sus visitantes desde que entran por el entusiasmo y la sorpresa que genera.
De cómodo aparcamiento, como corresponde, allí nos reciben sus propietarios, los soñadores que hicieron su sueño realidad, con todo lo que ello conlleva. Son Rubén García y Katleen Van den Bosch, un grancanario y una belga que un día visualizaron un proyecto de gran envergadura en esta gigantesca finca y que no pararon hasta hacerlo realidad, no sin un gran esfuerzo, tanto físico como económico.
A la generosa variedad de plátanos que allí habitan, que ambos han ido recopilando desde numerosos puntos del planeta, hay que sumar el exclusivo alojamiento que se encuentra en la hacienda, de tres habitaciones y amplio patio central; una sala de reuniones y eventos recién creada; los diferentes ambientes exteriores para cualquier tipo de evento, como congresos, bodas o encuentros empresariales, con vistas al mar azul y a ese otro mar de plataneras, cuya combinación es el mejor reflejo del paisaje canario; un museo destinado al plátano, el único de Gran Canaria, y una tienda con productos locales y de la propia plantación.
Entre las plataneras, en una ruta guiada por Rubén y Katleen, la pasión con la que describen cada variedad y cada rincón ya da pistas de que ahí no hay sólo negocio. Por encima de todo hay pasión. «Ahora mismo vamos por 25 variedades de plátanos, no hay nadie en Canarias que tenga algo así. Van desde Hawái, Martinica, Cuba, platáno rojo, azul, manzano, topocho, la mano que reza...» explican los propietarios, que producen unos 400.000 kilos de plátanos.
«Una cosa es el museo, que está funcionando cada vez mejor, y por otro lado el tema de los eventos, donde hemos hecho muchas bodas después de la pandemia. A este tema queremos darle un giro con 'La Rekompensa Experience', con alta cocina, productos de plátano y sobre todo que los novios vivan una experiencia. Que se queden tres días aquí en lugar de uno, que reciban un masaje entre plataneras, una cena romántica en un rincón de la plantación, incluir las sillas de ceremonia, el conjunto chill out. En definitiva hacer un paquete premium, diferente a lo habitual», detallan Rubén y Katleen con entusiasmo.
Desde luego, posibilidades para eso y más hay. El privilegiado entorno invita a vivir una experiencia vital de difícil olvido, y aquí hasta el más mínimo detalle está cuidado. Mientras charlo con ellos, un enorme grupo de turistas recibe una ruta guiada por La Rekompensa, mientras aprenden la historia de la plantación del plátano, su importancia en la economía canaria o el duro trabajo que ahí se desarrolla. «Vienen desde las zonas turísticas atraídos por lo que aquí les ofrecemos, y la verdad es que salen todos entusiasmados». Esta finca está abierta al público para que conozcan de primera mano la historia del plátano, acabando además con una degustación de los productos que ofrecen en la tienda.
El nombre de la Rekompensa, además de ser un guiño a las iniciales de Rubén y Katleen, es «la recompensa a nuestro trabajo, es un sueño. Nos lo hemos imaginado y lo hemos hecho realidad», destaca ella, con la satisfacción de el trabajo bien hecho. «Cuando no era nuestro nos colábamos y entrábamos por una ventana a visualizar lo que hoy es una realidad. El esfuerzo siempre tiene su recompensa», apunta él. Ambos coinciden tajantemente en que «lo más gratificante es ver la cara de felicidad de los visitantes cuando sales, o de los novios y sus invitados cuando termina la boda. O también de las empresas que han apostado por nosotros y salen sorprendidos, felices. Eso no tiene precio».
Escuchamos mucho el mensaje de la importancia de diversificar el sector primario, atraer al turista a este tipo de plantaciones para que sea partícipe de esa experiencia, pero lo cierto es que, lamentablemente, todavía son más intenciones que hechos. En cambio aquí es una realidad, y con unos resultados muy buenos. «Mezclar la agricultura y el turismo, darle visibilidad al norte de la isla, que el turista que se queda en las zonas turísticas del sur salga y venga al norte, vea todo lo que ofrece. Además de darle visibilidad a un trabajo tan duro, que sirve para que las personas sean más conscientes de lo que cuesta comerse un plátano. Ese es nuestro objetivo, y lo estamos consiguiendo».
Y razón no les falta. En pocos lugares se pueden vivir tantas experiencias y tan gratificantes, lo cual tiene un mérito tremendo. Katleen y Rubén no son simples empresarios. Son personas enamoradas de su tierra que han apostado ciegamente por ella, mirando más al corazón que a la cartera. Y eso Gran Canaria lo agradece, porque están presumiendo de todas sus bondades.
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Melchor Sáiz-Pardo, Sara I. Belled, Álex Sánchez y Lidia Carvajal
Ignacio Tylko | Madrid y Álex Sánchez
Borja Crespo, Leticia Aróstegui y Sara I. Belled
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