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Quisiera que mi vida
se cayera en la muerte,
como este chorro alto de agua bella
en el agua tendida matinal;
ondulado, brillante, sensual, alegre,
con todo el mundo diluido en él,
en gracia nítida y feliz.
('Agua en el agua', Juan Ramón Jiménez)
A las puertas del Ayuntamiento de Moguer reciben dos estatuas de Juan Ramón Jiménez y su Platero, los vecinos más ilustres de este municipio onubense de 22.643 habitantes ubicado en la Corona Norte de Doñana. Moguer, Bonares, Almonte, Rociana del Condado y Lucena del Puerto son el epicentro de la guerra del agua que amenaza al sector local de la fresa. Estos cinco municipios, un mar de invernaderos a 50 kilómetros del parque nacional, concentran el 80% de los frutos rojos de Huelva, provincia que a su vez produce el 97% de las 'berries' (fresas, frambuesas, moras y arándanos) en España. Un punto caliente en el país llamado a votar el 23 de julio.
La controvertida proposición de ley que han impulsado el PP y Vox en el Parlamento de Andalucía para ampliar los terrenos de regadíos en esta zona ha desatado un enfrentamiento a varias bandas entre administraciones, agricultores, regantes, científicos y ecologistas. En el centro, el futuro de Doñana y el del sector. También en el centro, voces como la del alcalde de Moguer, el socialista Gustavo Cuéllar, que tratan de apelar al consenso en un clima enrarecido.
El trazo grueso que escribe la polémica de Doñana en Sevilla, Madrid y Bruselas se transforma en un fino hilo cuando llega a Moguer. «El agricultor es mi vecino», dice Cuéllar, y esa frase ya adelanta una postura muy matizada de un alcalde que pertenece al PSOE, pero que no se alinea con la postura del Ministerio de Transición Ecológica, contraria a cualquier legalización de regadíos, ni tampoco con el decreto del PP y Vox, tachado de electoralista por intentar contentar a los agricultores, un importante nicho de votantes.
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«Yo no me escondo. Me he sentado con los agricultores, les he mirado a los ojos y les he dicho la verdad, con lo bueno y con lo malo. Aquí se han creado expectativas que no se pueden cumplir», recuerda Cuéllar, que ha sobrevivido a la marea azul popular en Andalucía y ha revalidado la mayoría absoluta en su localidad, de la que es alcalde desde 2011. Abogado de profesión, Cuéllar trabajó en Madrid y Sevilla, pero volvió a su pueblo porque quería calidad de vida y, sobre todo, trabajar por sus vecinos. Hoy es martes y toca despachar con los que le han pedido cita. Los problemas en la vivienda de una mujer, la mala ubicación de un contenedor y una plaza para el campamento de un niño son los asuntos que resuelve antes de abordar la crisis de Doñana.
«Pido a todos los implicados que se sienten en una mesa: los técnicos del Ministerio de Transición Ecológica, los técnicos del Ministerio de Agricultura, los técnicos de Medio Ambiente y de Agricultura de la Junta y los responsables del parque. Que diagnostiquen lo que ocurre y que planteen propuestas. Que digan si hay solución o si no la hay», relata Cuéllar, convencido de que se necesita diálogo para resolver esta diábolica confrontación.
Porque antes que el agua, está el problema de la tierra. En los tiempos en los que la fresa no daba dinero, muchos agricultores dedicaron sus terrenos a plantar eucaliptos, pero con la pujanza de la fresa en las últimas décadas quisieron reconvertirlos y darle su uso original. Una ley de 2004 y el Plan Especial de Ordenación de Riego de la Corona Norte de Doñana de 2014 trataron de poner orden y limitaron las parcelas que podrían volver a tener uso agrícola.
Ahora, el proyecto que impulsan el PP y Vox busca extender el número de hectáreas en las que se podrá regar y cuenta con el apoyo, por ejemplo, de la Asociación Interprofesional de la Fresa Andaluza (Interfresa). «Consideramos necesario aportar seguridad jurídica a la situación de estos productores», detalla su director gerente, Pedro Marín Andrés, antes de destacar que el sector «tiene un firme compromiso con la sostenibilidad y ha adoptado sistemas de riego eficientes y avanzados».
Gustavo Cuéllar propone un plan intermedio. «Se puede regularizar un buen número de tierras y permitir que se utilicen solo cuando haya recursos hídricos. Los agricultores son gente mucho más razonable de lo que muchos piensan, que nadie subestime su inteligencia, y estoy seguro de que aceptarían esta solución. Legalizar las tierras que cumplan con las condiciones que pacten los expertos, reubicar las que se pueda para blindar Doñana y después, buscar soluciones para regar cuando sea posible». Este alcalde socialista pide a sus compañeros de partido en el ministerio y a sus rivales políticos de la Junta que se les escuche. Apoyado en la estatua de Platero, que tiene el lomo desgastado porque tocarlo trae suerte, Cuéllar lanza su último alegato: «Encontremos una solución. Los agricultores quieren vivir de la fresa, pero también llevan Doñana en el corazón».
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