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El pasado invierno, Rusia quiso que pasáramos frío. La estrategia no funcionó como a Vladímir Putin le hubiese gustado gracias al acopio de gas natural que Europa hizo para llenar sus reservas y, sobre todo, debido a las moderadas temperaturas que imperaron. Este año también se vaticina un inverno cálido y las infraestructuras de almacenamiento de gas están ya a rebosar, así que Moscú ha decidido atacar directamente al bolsillo de los europeos con una reducción de 300.000 barriles en su producción diaria de petróleo.
El impacto no sería especialmente relevante si no fuese porque Arabia Saudí, el segundo productor mundial de oro negro, se sumó a la iniciativa y decidió alargarla el pasado día 5 con un recorte adicional de un millón de barriles. Los dos países representan el 43% de la producción de la OPEP+, que, a su vez, suministra el 40% de todo el petróleo mundial.
El efecto de esta reducción de la oferta ha sido inmediato. El barril de Brent ha superado los 90 dólares –15 más que al inicio del año y un 20% más que en junio– y pocos dudan de que es solo cuestión de tiempo que rebase la barrera psicológica de los 100 dólares. Trading Economics y Capex vaticinan una cotización cercana a 104 dólares dentro de un año, y los más agoreros elevan esa cifra al entorno de los 120 dólares. Como de costumbre, ese incremento se traslada rápidamente a los surtidores de combustible, donde ya acecha el fantasma de la gasolina a 2 euros.
«Los precios del mercado de futuros no han crecido tanto todavía, pero si se mantiene la presión no es descartable que se supere ese umbral psicológico en las gasolineras», afirma Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas. «Y no parece que haya apetito por volver a aprobar subsidios como el de los 20 céntimos», añade Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano, que avanza «un déficit de combustibles hasta el segundo trimestre de 2024 debido a la reducción en la producción».
33% del precio de la gasolina
depende del precio del petróleo. En torno a la mitad de lo que pagamos en el surtidor son impuestos, y el 17% restante corresponde a la logística de transporte y almacenaje y a los beneficios empresariales.
Beatriz Villafranca, analista de Caixabank Research, coincide con esa última predicción, aunque es más optimista y cree que si se el barril se dispara a los cien dólares «será de manera puntual». No se atreve a vaticinar si la gasolina rebasará los 2 euros, como ya sucede en otros países europeos, pero sí está segura de que «el precio se mantendrá alto». Y eso a pesar de que los elevados tipos de interés ayudan a enfriarlo, «porque el petróleo no deja de ser un activo financiero más».
Impera la inapelable ley de la oferta y la demanda: si hay menos petróleo en el mercado y la demanda se mantiene, el precio subirá. «Y la demanda está en máximos por el combustible aéreo y el consumo de los países emergentes», señala Villafranca. Así, la clave estará en China. «Ahora mismo su economía se ha ralentizado, pero parece que el consumo en el país puede repuntar y añadir presión al mercado. Además, cualquier tensión geopolítica –y no faltan estallidos por todo el mundo– puede añadir volatilidad al precio», analiza Escribano. Torres es de la misma opinión: «Si China acelera, la demanda aumentará sustancialmente y lo notaremos al llenar el depósito. Lógicamente, eso encarecería el transporte y, como representa el 5% del IPC, puede llegar a suponer hasta un punto más de inflación».
Curiosamente, Villafranca ya avanzó el pasado mes de febrero que la reapertura de China tras el Covid impulsaría los precios al alza. Eso no ha sucedido aún porque el crecimiento de la segunda economía mundial ha sido inferior al previsto, «aunque las estadísticas de importación reflejan que está comprando mucha cantidad, quizá para hacer acopio», pero otros factores han provocado que esa predicción que hizo hace medio año se encuentre entre las más acertadas. «No solo por el recorte en la producción. También afecta la prohibición rusa de las exportaciones de diésel. Putin no da puntada sin hilo y trata de dificultar el invierno en Occidente. Además, así aprovecha para llenar sus propias reservas, que están bajas».
No obstante, Villafranca cree que la prohibición no se alargará mucho en el tiempo porque Rusia tendrá que acabar exportando su combustible. Por eso, Caixabank mantiene en 83 dólares su previsión para el precio del barril en el conjunto de 2023. Torres tampoco cree que el el oro negro vaya a superar ampliamente la barrera de los cien dólares en la recta final del año. «Por un lado, porque Rusia y Arabia Saudí podrían afectar así al ya débil crecimiento económico global y deprimir la demanda. Por otro lado, porque otros países podrían aprovechar la situación y aumentar su producción», explica.
Estados Unidos, por ejemplo, cuenta con enormes reservas a las que podría sacar jugo, como está haciendo con las de gas, que vende en estado líquido a Europa a un precio que cuadriplica el del que llegaba por gasoducto desde Rusia. Sin embargo, Villafranca destaca que las reservas americanas registran los valores más bajos de los últimos 40 años. «Las ha utilizado para frenar el precio del crudo, pero no las está reponiendo. Su producción se ha desinflado porque con los precios tan bajos de la pandemia se cerraron muchas explotaciones y ahora no resulta rentable invertir en nuevas ya que las expectativas a largo plazo son poco boyantes», señala.
Por otro lado, la unión entre Moscú y Riad puede resultar sorprendente. Al fin y al cabo, Arabia Saudí es un aliado tradicional de Occidente. Sin embargo, en lo referente al petróleo, sus intereses están alineados. Hasta el punto de que el príncipe Mohammed bin Salman alabó «la colaboración estratégica» con Putin y prometió «profundizar en ella»durante una conversación entre ambos líderes, según la información que hizo pública el Kremlin.
«Tienen intereses coincidentes, pero por muy diferentes razones», puntualiza Torres. Arabia Saudí está preocupada por el futuro a medio y largo plazo. «Espera que, debido al impulso que se le ha dado a la transición energética, el pico del consumo de petróleo llegue en solo unos años. Por eso, cuanto más jugo le saque, más fácil tendrá ir diversificando su economía y prepararse para el declive. Esa es la coyuntura en la que hace inversiones como la de Telefónica», añade.
Villafranca concuerda: «Parece que a partir de 2026 la demanda comenzará a caer, y los árabes necesitan un precio superior a los 73 dólares por barril para que el petróleo sea rentable».
En el caso de Rusia, el elevado precio del petróleo es clave para financiar su invasión de Ucrania. «El combustible es la forma que tiene de sortear las sanciones y acceder a capital extranjero», apunta el analista de Funcas. «Exporta un crudo que se refina en países como India y que luego se vende a Europa ya como gasolina o diésel indio. Es una triangulación que camufla el origen ruso del combustible», añade la experta de Caixabank Research. «A Estados Unidos le interesa mantener una relación cordial con Riad, porque es un socio importante en la región, y a Arabia Saudí le conviene agradar a Putin porque refina su petróleo y saca beneficio de ello», sentencia.
Villafranca resume la situación en una frase: «El suministro de combustibles está asegurado, pero lo que no sabemos es a qué precio». Con una situación marcada por la volatilidad del mercado, en la que Europa es la peor parada, lo único seguro es que barato no va a ser.
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