«Ojalá Miguel Ángel Ramírez pueda superar todo lo que hizo mi padre»
Fútbol ·
Vivió desde una posición privilegiada los años dorados del club y, en clave de presente, no renuncia a un nuevo ciclo de éxitosDe visita por su tierra natal tras varios años de ausencia, Juan Trujillo (Las Palmas de Gran Canaria, 1952) lleva a «mucha honra y orgullo» ser asociado por los que tienen más memoria de la historia de la UD a su padre, del mismo nombre, y que cubrió en la presidencia la etapa más gloriosa de la entidad, de 1959 a 1974, quince años en los que germinó una camada de canteranos estelar e imbatible (Germán, Tonono, Guedes, Mamé León, Paco Castellano) y que logró, a coro con otros ilustres como Martín Marrero, Ulacia, Oregui o los Gilbertos, un subcampeonato de Liga (1969) y la primera participación en competición europea, entonces la extinta Copa de Ferias. Su progenitor, además, fue uno de los fundadores, en agosto de 1949, en tiempos en los que dirigía al Atlético Club. Y añadió otro hito más al evitar la disolución en 1958 poniendo dinero de su patrimonio y en un gesto que le terminó de encumbrar. «Era armador y vendió un par de barcos para recaudar fondos. Ni se lo pensó porque la UD era el amor de su vida», rememora. Ligado al sector cinematográfico y con una vinculación estrecha con Alfredo Kraus a modo de representante, las raíces y los colores los mantiene a fuego.
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-Ha hecho su vida en Barcelona y Madrid pero la tierra siempre tira.
-Por supuesto. Siempre es un placer venir a mi ciudad, ver a amigos, recordar viejos tiempos. Llevaba un tiempo sin venir y me apetecía muchísimo.
-Y, claro, no faltó al estadio para animar a la UD.
-Eso es sagrado. He presenciado muchísimos partidos de la UD fuera de casa y, ahora que vine y que coincidía, pues ni me lo pensé. Tengo que decir, porque es de justicia, que siempre me han invitado desde el club, pues me dispensan un trato fantástico. El presidente, Miguel Ángel Ramírez, Patricio Viñayo, Nicolás Ortega... Solo puedo tener palabras de agradecimiento por las atenciones que me prestan.
-Hay memoria en la UD porque su padre no fue un presidente cualquiera. ¿Cómo lo recuerda?
-Carácter, honestidad, pasión... Siempre me sentaba en sus rodillas en la Tribuna del Insular para ver los partidos. La UD era su debilidad. Y me la transmitió desde niño. Su dedicación al fútbol venía de lejos. Fue presidente del Porteño, del Atlético y durante un año trabajó para la Federación de Fútbol de Las Palmas. Se sabía al dedillo los reglamentos. Y eso fue clave para evitar que la UD desapareciera tras una grave crisis económica a finales de los cincuenta.
-Explíquese.
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-La UD tenía el expediente de liquidación escrito en la mesa de la Federación Española de Fútbol. No había solución. Mi padre, que desde la fundación había estado ligado al club, se enteró y actuó. Bajo ningún concepto podía cruzarse de brazos ante el riesgo que había de desaparición. Vendió capital suyo y puso un dinero encima de la mesa que era insuficiente porque el problema administrativo iba más allá del económico. Habían prescrito los plazos o algo así. Entonces pidió toda la documentación y la estudió. Gracias a sus conocimientos de estatutos, leyes y artículos encontró un resquicio legal que permitió abonar la deuda y seguir adelante. Si no llega a ser por esa intervención, por ese gesto de rebeldía de mi padre, la UD habría desaparecido.
-Fue el punto de inflexión para lo que vendría luego. Casi nada...
-Fueron años preciosos. Yo iba mucho por el hotel de Santa Brígida donde estaban los jugadores. Una vez noté que al llegar todos se callaban, como queriéndome decir que por ser hijo del presidente no iban a compartir conmigo bromas o vivencias. Recuerdo que le dije a Guedes que eso no podía ser, que yo iba a respetar la confidencialidad, que quería que siguiéramos teniendo el trato de amigos y familiar que siempre habíamos mantenido. Ya así fue. Yo era, siendo un niño, uno más de la plantilla sin ser jugador. Y fue un privilegio para mí ser testigo directo de tantas cosas con aquellos fenómenos.
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-Nombra a Juan Guedes y hay que mirar al cielo.
-Era para mi padre como un hijo. Evitó que se fuera del club porque un entrenador de la época, Casimiro Benavente, lo quería ceder a un equipo de Tercera División. Le dijo a mi padre que no le veía nivel. Mi padre sabía de fútbol y le dijo al entrenador que se olvidara de esa ocurrencia, que Guedes se iba a quedar. Y menos mal que así lo hizo porque luego ya vimos la trayectoria fabulosa, las alegrías y gloria que nos dio. Guedes fue irrepetible. En aquella época teníamos jugadores magistrales. Germán, Tonono, Martín II, Mamé... Pero Guedes era Guedes.
-Se fue demasiado pronto.
-Ni me quiero acordar de su muerte. Mi padre lloró como nunca lo había visto llorar. Cuando tuvo que prescindir de Molowny también lloró, pero las lágrimas por Guedes son incomparables.. Fue algo terrible. Yo escribí en la prensa un artículo dedicado a él tras su pérdida expresando ese dolor tan profundo. Sentimos que nos arrancaban el corazón cuando se nos dijo que había fallecido.
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-Luego su padre y Tonono, también pérdidas prematuras.
-Fueron muchas desgracias casi seguidas. Mi padre muere siendo presidente del club y lo tiene que suceder, sobre la marcha, Atilio Ley. Estuvo en el cargo hasta el finalde sus días pese a que su salud no le acompañó. Y de lo Tonono, pues como lo de Guedes, ídolos de todos que dejaron una huella para siempre y que no se pueden olvidar.
-¿Es verdad que a su padre le apodaban 'el cojonudo'?
-(Ríe) Era muy temperamental y cuando había algo que parecía imposible le decía a todos que le pusieran huevos, con perdón de la expresión. Y todo era así, por cojones. Nunca tuvo miedo a nada. Que venía un rival potente al Insular, pues nada, a echarle lo que había que echar para ganar. Y no fue mal esa táctica porque, además de la calidad excepcional que había en ese equipo, tener a un presidente tan arrojadizo, siempre optimista, valiente, osado, fue un complemento perfecto. Vivía el fútbol y la UD al límite.
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-Dejó un legado que parece inalcanzable en cuanto a éxitos deportivos, aunque el actual presidente, Miguel Ángel Ramírez, ya le ha desbancado en longevidad en el cargo.
-Mi mayor ilusión, porque sería para más gloria de la UD, es que Miguel Ángel Ramírez pudiera igualar o superar a mi padre. Le tengo mucho respeto y consideración por lo que ha hecho. Como hizo mi padre, salvó al club de una desaparición casi segura y ahora lo tiene con unas condiciones económicas y estructurales magníficas. Lástima que no hemos podido seguir en Primera. Pero volveremos. Ojalá que podamos volver a ver a la UD peleando por algún título o jugando competiciones internacionales. Eso también se dio a finales de los setenta cuando llegamos a la final de la Copa. Y no renuncio a que eso se repita, por muy difícil que ahora parezca.
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