Juan Guedes con la camiseta de la UD en el Estadio Insular. Norberto rodríguez

Juan Guedes y su leyenda intacta medio siglo después

Se cumplen 50 años sin 'El Mariscal'. No se pierda el suplemento especial de CANARIAS7

Ignacio S. Acedo

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 8 de marzo 2021, 11:48

Juan Guedes responde a la perfección al estereotipo del mito: fue un elegido en su oficio, el de futbolista, alcanzó la excelencia y la celebridad, por el respeto y fama que se granjeó entre compañeros y rivales, y tuvo una muerte temprana, componente trágico que causó conmoción y llanto inconsolable en su entorno, con ecos a escala nacional. Morir con 28 años, en la cima de la vida, fue una crueldad que el destino le tenía guardada a una figura irrepetible que hoy, medio siglo después de su desaparación física, sigue estando presente en la memoria popular. Quienes le vieron jugar jamás podrán olvidarlo. Y las generaciones posteriores, las que han sabido de él por referencias elogiosas, conservan la veneración que es proporcional a su impacto. La historia de la UD era una antes de su llegada y fue otra luego de su óbito.

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Guedes representó el triunfo de la justicia. Pese al estrato social humilde del que provenía, criado por sus tíos al no poder su padre compatibilizar empleo y cuidados familiares por un traslado laboral al Carrizal, Guedes se inició en el fútbol en campos de tierra, frecuentemente descalzo, y torneos en los que compitió con rivales que le doblaban en edad y en complexión física. Hasta su ingreso en el Juventud de Tamaraceite y Porteño, sus primeros clubes federados, su fútbol preciso y exclusivo cautivó a aficionados y entendidos. Centrocampista elegante («de gran planta, que teledirigía los pases largos, daba castañazos con la izquierda y se bastaba solo para organizar a un equipo por su clase tremenda», tal y como lo describió Mamé León), su colección de gestas fue en aumento ya en las filas verdiblancas, llegando a protagonizar episodios realmente asombrosos.

Al frente del Porteño logró tumbar al juvenil de la UD que lideraba Germán Dévora («el único partido que perdí en categorías inferiores», recuerda el Maestro) y, en un encuentro ante el Puerto de La Luz, anotó el gol del triunfo tras haberse partido una ceja, ser retirado del campo, evacuado a la casa de Socorro, entonces donde hoy se levanta el Cabildo, recibir una cura y regresar a tiempo para ser decisivo en los últimos minutos. Con 17 años ya despuntaba en Segunda Categoría Regional y se convierte en habitual en la selección juvenil de Las Palmas que entrenaba Luis Molowny y en la que coincidiría con Tonono, entre otros compañeros. Ya era conocido como el Mariscal, apodo que le puso Juan Cabuco, un entrenador de la época que quedó deslumbrado por sus maneras y gestos plásticos

Su salto a la UD fue inevitable. «Tuvo que dejar de fumar los mecánicos amarillos que siempre llevaba colgando en la boca», recordaba Juan Sanjuán, amigo de adolescencia. «Le dieron 25.000 pesetas de ficha y no le dijo a nadie que había fichado por la UD, ni siquiera a mí», apunta Georgina Ojeda, la que fue la mujer de su vida.

Su debut de amarillo no se haría esperar y se produjo el 23 de abril de 1961 en una visita al Ceuta, militando la UD en Segunda División, y siendo el entrenador Casimiro Benavente («quien llegó a ponerle el palo de una escoba para que caminase recto», como desvelaba Mamé). Ahí inició un periplo irrepetible y que le llevaría a entrar, por derecho propio, en la historia de la entidad.

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Desde su debut, y hasta la fatídica fecha de su fallecimiento, Guedes emergió con su fútbol de etiqueta, con el seis a la espalda, y vertebrando un equipo de leyenda con el que logró hitos todavía sin igualar, como el subcampeonato de Liga logrado en 1969. Su aureola le llevó a ser internacional absoluto y ganarse el respeto y admiración en todos los campos que pisó. Como centrocampista de época tuvo un calado indiscutible. Como compañero, líder e icono del Insular ha sobrevivido a su desaparición física porque El Mariscal sigue y seguirá presente.

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