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Eran otros tiempos y Las Palmas de Gran Canaria era una ciudad polideportiva. Hace cuatro décadas, igual que sucede este fin de semana, el Gran Canaria –entonces bajo la denominación de Claret Mutua Guanarteme– iniciaba una temporada que finalizó con broche de oro: el primer ascenso de su historia a la ACB, de la que es inamovible desde 1995.
Aquel equipo, del que llevó la batuta el pocas veces recordado Pepe Clavijo, situaba por primera vez en la élite nacional a un equipo de la isla, compartiendo días de fiesta con una Unión Deportiva Las Palmas que aquel verano también regresó a la máxima categoría de fútbol.
En aquella ciudad carnavalera y en la que nunca se ponía el sol, llena de locales y cines a pie de calle, un modesto equipo de barrio en el que prácticamente nadie hablaba inglés –dato relevante para refrescar esta historia– rompió los límites preestablecidos en el baloncesto insular desde una pequeña cancha en el distrito de Ciudad Alta.
Pepe Moriana fue el presidente de aquella gesta, de paso fugaz, y el hombre que imaginó que aquel sueño que nació sobre el cemento de una cancha en Obispo Rabadán podría llegar un día a presentarse entre la nobleza de la canasta solo un año después de la explosión popular que supuso la plata de la selección española en los Juegos Olímpicos celebrados en Los Ángeles.
Fue una temporada larga y con claros y oscuros.Con el foco deslumbrante de un entrenador norteamericano para empezar y que finalizó con éxito con un profesional isleño que, a mitad de temporada, partió de los Salesianos para ponerse al frente del Claret en el parqué del García San Román, el pequeño feudo del embrión del Granca.
Moriana apostó a lo grande para comenzar esa temporada y contrató al estadounidense Raymond Townsed para dirigir al equipo. En la crónica de su aterrizaje en la isla Florencio Tejera escribió en este periódico que la gente, incluso directivos del club, le llamaban Pete confundiendo su nombre con el del legendario guitarrista y compositor de The Who.
Fue el propio Tejera, casualidades de la vida, el que le abordó a la salida de un entrenamiento en San Román y le dio la primicia de que estaba despedido.
Townsed empezó la temporada con éxito. La primera jornada de lo que entonces se denominaba Primera B fue en Tenerife, en el feudo del histórico Náutico. En la prórroga, con dos tiros libres del recordado Eduardo Polo en el último segundo, la victoria se vino para Gran Canaria (84-85).
En noviembre, cuando Townsed abandonaba el club con una gorra de los Boston Bruins calada en la frente y escuchaba de la boca de Florencio Tejera que se quedaba sin trabajo culpó de aquella victoria a la mala racha posterior. «Después de ganar al Náutico los jugadores se relajaron mucho», le dijo. De Townsed se dijo que sus jugadores no le entendían, otro cambio salvaje ante un vestuario actual en el que apenas se habla en español.
La hemeroteca refleja un mundo muy artesanal en el entorno cestista de la isla. Las crónicas eran arrinconadas en las páginas de deportes, con menos espacio que otras competiciones con representación insular como el balonmano en los años del Marlboro Canteras.
Con esa perspectiva del tiempo se entiende que era imposible imaginar este presente para el club, que afronta sus partidos en un pabellón –el Gran Canaria Arena– con capacidad para 10.000 personas, donde se han ganado títulos europeos como la Eurocup de 2003.
Antes incluso de que el americano saliera por la puerta iba entrando por ella Pepe Clavijo, al que muchos consideraban antes de aquello la «bestia negra» del Claret, club en el que había jugado en su infancia. Clavijo se encontraba en el Salesianos de Segunda y había sonado con insistencia a principio de temporada pero fue descartado. Algunos textos de la época dicen que incluso fue vetado por algunos miembros de la directiva claretiana. Llegó para conseguir la permanencia y superó las expectativas de todo el entorno con el ascenso del 20 de abril, día en el que el baloncesto descorchó el champán en Schamann.
La remontada fue de tal calibre que el Claret Mutua Guanarteme ascendió y campeonó, coronando el primer puesto de la clasificación.
El 20 de abril de 1985 llegó el ascenso tras imponerse el Maristas de Málaga, el germén del actual Unicaja y ya con Javier Imbroda en el banquillo, por un arrollador 76-56.
Berdi Pérez, Tití García, Patas Beltrán, Paco Garza, José Luis Subías, Luis Martín, Jorge Juan Ruiz, Ángel Turégano,Eduardo Polo y Paz Talán fueron los nombres que compusieron la plantilla del promer ascenso.
En la ACB Clavijo no continuó, llegaron Joaquín Costa y Willie Jones y el Claret se fue a jugar a Tamaraceite. Desde aquello hasta ahora ya saben ustedes todo lo que ha cambiado en la esencia del club.Eran otros tiempos.
En la ficha técnica que acompañó la crónica del ascenso en CANARIAS7 el dato de asistencia al Carlos García San Román no ahorraba en euforia: «El mayor lleno en la historia del baloncesto». Siempre a la sombra de otras disciplinas deportivas, lejos del impacto mediático de la actualidad, lo que sucedía en las pistas de los representativos insulares estaba lejos de ocupar dos páginas de periódicos y de sembrar la huella del recuerdo en los aficionados de toda la isla.
Se apela mucho al espíritu de Tamaraceite cuando se quiere fundar una leyenda sobre el pasado humilde del hoy CB Gran Canaria, pero también se puede recordar como épico lo que se vivió en aquellos días en la pista polideportiva del barrio de Schamann. Eran otros tiempos, en efecto, y otros barrios cargados de estigmas y el peso de las drogas en una época oscura.
Por eso aquel ascenso del Claret Mutua Guanarteme llenó de alegría esas tardes en el barrio capitalino, parte del distrito más poblado de la ciudad.
Cuando el Maristas hincó la rodilla en la pista claretiana se desbordó la magia e imágenes para el recuerdo. «Ha sido la ducha más fresquita de mi vida y remojada en champán», dijo exultante en los vestuarios Pepe Clavijo, técnico y artífice del ascenso.
Algo similar manifestaba el presidente Pepe Moriana, que horas después convivía con el fuego de éxito y los huesos calados por las duchas de celebración de las que nadie pudo escapar en la caseta insular.
Aquel Claret era un equipo más familiar, de jugadores próximos en geografía y un único lenguaje. En las reacciones publicadas en aquella noche mágica Pepe Clavijo quiso recordad a Andrés Mateos, Jesús Fernández, José Luis Santana y García, sus colaboradores más cercanos y personalidades del baloncesto insular de las que siguió hablando con gratitud en entrevistas posteriores.
Tras aquel ascenso el Claret apenas aparece en las nominaciones al conocido popularmente conocido como Granca, cuya masa social apenas tiene que ver con aquella de otros tiempos. Un nuevo sentimiento se domicilia en Siete Palmas donde las ambiciones se desbordan con un club que ha tenido la osadía de instalarse para siempre en la lista de grandes del baloncesto nacional.
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Clara Alba y Edurne Martínez | Madrid
M. Hortelano y Gorka Navaz
Borja Crespo, Leticia Aróstegui, Sara I. Belled, Borja Crespo, Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
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