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Imagen de archivo de una feria del libro. C7

Vuela en libros

Este verano me hospedaré en la biblioteca, da igual en cuál

Victoriano Santana Sanjurjo

Martes, 24 de junio 2025, 22:54

Aquel lejano y entrañable tema de Los Coquillos, y su pegadizo estribillo («Olvídate del tren, olvídate del avión, olvídate también del Internet… ¡Vuela en guagua!»), ... quisiera recuperar y parafrasear en estos momentos de asomo veraniego y de antesala de atascos y enfados colectivos motivados por desplazamientos vacacionales para reivindicar un milenario modo de viajar que, por sus virtudes —es gratuito, ecológico, agradable, reconfortante— y con independencia de su formato, ha sobrevivido a cuantos medios de transporte han existido durante siglos: la lectura.

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Este verano, como en primavera, y en invierno, y en otoño, y el verano del año pasado, y la primavera que le precedió, y… me hospedaré en la biblioteca —da igual en cuál, pues el artículo da cuenta de que todas, de una manera u otra, me son familiares—; y una vez allí alojado, dejaré que en mi ánimo se muestre su verdadero aspecto: el de un aeropuerto con servicios de restauración (donde el hambre intelectual se sacia con cualquiera de los llamativos menús de cada balda) y farmacéuticos (donde es posible adquirir toda clase de productos salutíferos), y con hileras de personas enfiladas por dondequiera que uno mire, con apariencia de volumen y de temperamentos diversos en función de su natural idiosincrasia viajante: circunspectas, humildes, ingeniosas, violentas, seductoras, hermosas, malas como un demonio… En este canicular aeródromo, habrá un enorme, inmenso, colosal, deslumbrante panel donde se mostrarán todos los trayectos en el tiempo y el espacio que permiten la imaginación y la creación humanas.

Contemplaré, como siempre, en la terraza de mi admiración, el despegue de aviones rumbo a siglos pasados y naves con destino a futuros conjeturables; y presenciaré con embeleso cómo la geografía terrestre y marina, y la que atañe a los sentimientos y al entendimiento, y la que acoge el conocimiento inveterado, serán recorridas por los más variados vehículos: unos, con tapa dura; otros, poco voluminosos; algunos, llenos de colores y parches en forma de fotografías; otros, asépticos, simple negro sobre blanco…

Ahí, en ese sitio tan especial, tan singular —tan único y, a la vez, tan múltiple—, quiero hallarme y ver, entre vuelos, cómo transcurren mis días estivales y, con ellos, además, el breve curso particular de ese río que algún día irá a dar a la mar.

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