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José Antonio Ramírez Lozano, en la librería del Cabildo de Gran Canaria, en la calle Cano. C7

Los lobos del escritor extremeño José Antonio Ramírez no comen Royal Canin

El pacense que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Tomás Morales defiende el artilugio de la poesía «como punto de partida para la invención»

F.Z.

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 11 de agosto 2025, 02:00

El escritor José Antonio Ramírez Lozano (Badajoz, 1950) acaba de recoger el Premio Internacional de Poesía Tomás Morales que convoca desde 1955 el Cabildo grancanario, a través de la Casa Museo que saca lustre al nombre del poeta de Moya. Su poemario titulado 'Los motivos del lobo' se impuso a otras 181 obras presentadas a la citada convocatoria, que ya está editada en la renovada colección de poesía que pone en circulación el Departamento de Ediciones de la Consejería de Cultura.

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El autor, que reside en Sevilla y ha venido combinando la escritura de poesía con el relato y la novela, así como la literatura infantil y juvenil, ha obtenido asimismo otros premios importantes como el Azorín de novela, el Lazarillo de literatura juvenil, el de poesía Juan Ramón Jiménez, el José Hierro o el Fray Luis de León.

Otorga importancia a la edición física que conlleva este premio al haberse impuesto por unanimidad al resto de obras con 'Los motivos del lobo'. «Posiblemente, si no me gano este premio, ninguna editorial hubiera publicado este libro, a no ser que pagara por ello. Escribo mucho porque no recojo en mi literatura solo lo que me pasa. Escribo lo que me invento. Este poemario es una absoluta invención», explica Ramírez Lozano, que aborda en el mismo el nervio de su contenido sobre la base de esa tradición, mayoritariamente filosófica, que indaga en el concepto animal desterrando como única visión la antropocéntrica, dando pie a que se replanteen las dicotomías animal/humano, naturaleza/cultura o instinto/razón, entre otras.

«Utilizo la poesía como un recurso confesional y como punto de partida para inventar», agrega el escritor que prepara precisamente un libro de poemas sobre ciudades inventadas, emulando a 'Las ciudades invisibles' de Italo Calvino en el que el italiano desarrollaba de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna.

La palabra

«La palabra tiene una capacidad superior para expresar nuestros sentimientos, aunque tenga mucha mayor potencia, por ejemplo, crear cosas que no existen», subraya.

'Los motivos del lobo' lo acometió sin una idea muy clara, confiesa el escritor. «Trabajo mucho con los animales literarios que me han servido para fabular he identificar los caracteres, las virtudes y vicios. A lo largo del poemario, salvo en alguno, abordo el instinto. Estamos viviendo en una sociedad demasiado hipertecnificada y lo dice una persona que no tiene wasap. Nos estamos por ello desvinculando de la naturaleza y de nuestras raíces. Todos tenemos algo de animal, que no tiene que ser necesariamente lo peor de ellos».

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El título de su poemario hace referencia a San Francisco y el lobo de Gubbio, recordando a la fábula de Rubén Darío. «El santo quiere domesticar al lobo, pero el lobo se niega a renunciar a sus instintos. Algo a lo que hoy estamos renunciando los humanos, con tanta tecnología», repite. El lobo se resiste a ser lobo y el santo recurre entonces a los productos rebajados del super comprándole una lata de Royal Canin de pollo y zanahoria para perros. El animal renuncia a una vida de mascota rendida al dueño y al servicio de una mutualidad veterinaria y esa noche devora a un vendedor que transitaba en su moto vendiendo cremalleras y medias de cristal para señoras. Déjame ser feroz, reclama el lobo y vuelve tú a tu ermita. Es el poema más largo del título con el que logra con ironía que las imágenes «queden más patentes, por la rotunda brevedad y la intensidad propia de la poesía».

«La poesía es ese ejercicio inútil que nos salva de lo inmediato. Lo inútil, en un mundo en el que todo sirve para algo, es verdaderamente revolucionario. La ironía es una vertiente de la inteligencia y es la salvación. Cada vez ocurre más que somos menos permeables al subjuntivo. No existe solo el presente indicativo y el imperativo. El subjuntivo es el modo que insinúa y que seduce con educación, pero fatalmente va remitiendo. ¡Qué no nos quedemos sin subjuntivo, por favor!», reclama a modo de conclusión el escritor.

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