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JJ Armas Marcelo, este viernes, en la Puntilla, en el paseo de la playa de Las Canteras. ARCADIO SUÁREZ

JJ Armas Marcelo, escritor y Premio Canarias

«Las islas me ocupan, me preocupan y a veces me obsesionan»

El novelista grancanario recibe el 30 de mayo el Premio Canarias en el Auditorio Alfredo Kraus

Victoriano Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 25 de mayo 2025, 02:00

Juan Jesús Armas Marcelo (Las Palmas de Gran Canaria, 22 de julio de 1946), alias Juancho o JJ, recibe el próximo 30 de mayo el Premio Canarias. Avanza cómo ha recibido este galardón y cómo enfocará su discurso.

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-¿Cómo valora la concesión del Premio Canarias que recogerá el próximo 30 de mayo?

-Hace tanto tiempo que estaba esperando esto que para mí es un gran privilegio. Lo he sentido muchísimo y lo sigo sintiendo. Además, es un compromiso. El privilegio y el homenaje se convierte en un compromiso. Antes lo tenía con algunas cosas en las islas, ahora lo tengo mucho más.

«El Premio Canarias hace tiempo que lo estaba esperando, para mí es un privilegio y también un compromiso»

-¿Cómo será su discurso?

-Está escrito con el corazón y tras haber estudiado a fondo las biografías de Michelle Alonso y de El Centro de la Cultura Popular Canaria. Será un homenaje a Canarias. La Canarias que yo siento. No es un día para criticar. Es un día para celebrar, de jubileo y alegría. Ni es el momento ni el lugar para la crítica. Es un discurso de exaltación. Tengo enemigos. ¿Qué esperan?

-¿Que los ataque?

-No, que meta la pata y me ponga a criticar. Soy niño de los Jesuitas y sé dónde hay que hablar y cómo hay que hablar [risas irónicas]. Es un día de felicidad dentro de lo que estamos viviendo. No solo en las islas, que son un mundo aparte que por serlo se creen estar al margen del mundo. Aquí esto está tranquilo porque está la OTAN. La gente no se da cuenta porque lo ve todos los días. Pero los que venimos de vez en cuando... ¡cuidado! Canarias no tiene fuerza cultural ni cohesión social ni institucional para lo que se nos está viniendo encima. Ahí al lado está el infierno y la gente se quiere escapar de él, como hicimos los canarios en su momento. Mientras aquí seamos 'buenistas' hasta perder el sentido, a España y a Europa les da igual. ¿Cuántos se quedan aquí cada año? Si dicen que son 20.000, lo puedes multiplicar por tres. Pongo una hipótesis encima del relato para que la gente lo piense. A mí es una situación que no me gusta. Me dicen que vivo en Madrid y no tengo derecho, pero tengo el mismo que cualquiera. Si el pensamiento crítico que uno tiene por esta tierra es ser un mal insular, que baje Dios y lo vea. No vivo en las islas, pero las islas a mí me habitan. Me ocupan, me preocupan y a veces me obsesionan. Como diría Sartre, es una pasión inútil, pero la vida también es una pasión inútil. Aquí hubo un tipo, naturalmente olvidado como tanta gente. ¿Sabes quién es Juan Manuel Trujillo?

-No lo sé.

-No tienes por qué, ni la culpa ni la responsabilidad. Fue uno de los más jóvenes del grupo surrealista y después se casó con Josefina de la Torre. Hizo la revista 'La Rosa de los vientos'.

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-Esa sí que la conozco...

-La fundó y dirigió. Tenía una frase terrible, que tal vez por eso ha sido dado al olvido, por lo que no deja de tener razón y actualidad: «Canarias se ignora e ignora que se ignora». Que alguien venga y se enamore de las islas es lo más normal del mundo. Pero nosotros tenemos que sentir un espíritu crítico. Ahora les ha dado por actualizar el origen, cuando el origen es mestizo. Apuestan ahora por poner en los altares y en el sagrario a los guanches. ¿Y el siglo XVIII y XIX canario? Se desconoce. Preguntas a un universitario por el doctor Chil y te responde que es el de la calle, pero no sabe por qué lleva su nombre. En la crítica somos un puñado, muy poquitos. En Cataluña, por ejemplo, el pensamiento crítico es de envergadura y son muchos más.

-¿Cree que ese pensamiento crítico que siempre le ha caracterizado está detrás de que haya tardado tanto en llegar el Premio Canarias a su vitrina?

-Creo que responde a otras veleidades. Quiero dejar claro que los enemigos, por mucho que sean ahora, han quedado derrotados. No fusilo muertos. Es gastar munición. No me ocupan ni me preocupan. Me he acostumbrado a cargar con ese mochuelo. Más de 30 años machacando mi imagen y diciendo y escribiendo cosas que no son... hace daño.

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-¿Se ha sentido más valorado fuera que en Canarias?

-No es eso, es propio de todos los sitios chicos. No se valora a los de dentro. No se crea el contexto para que los de dentro sean valorados. No hay un mercado del pensamiento y del conocimiento de la jerarquía insular. ¡Eso lo hacían los masones en el siglo XVIII y XIX! ¿Por qué razón en La Palma uno es respetado y en Tenerife y en Gran Canaria, fundamentalmente, no? Durante muchos años me importó, pero ahora, que tengo cerca de 80 años, no me importa. ¡Lo que me importa es la fiesta que voy a hacer el día 30 con amigos y familiares! El día del armisticio [risas].

-¿Y seguir escribiendo?

-Sí, es lo único que me queda. Ahora soy más ambicioso, porque me he dado cuenta que no he escrito una gran novela. Ahora lo persigo. ¡Quiero la ballena blanca!

«Los enemigos, por muchos que sean ahora, han quedado derrotados. No fusilo muertos»

-¿Esa será la que lleva años escribiendo inspirado en Mercedes Pinto?

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-Estoy aterrado, porque es una joya y depende de mí que adquiera el tono que necesito para morirme en paz.

-¿Ya lo ha encontrado?

-Capítulo sí, capítulo no. Llevo muchos años de documentación, de esclavitud con este fantasma de Mercedes Pinto. Que ya no es Mercedes Pinto. El personaje es otro aunque el espíritu es el mismo. Es una novela que me ha perseguido toda la vida, que he intentado quitármela de encima escribiendo otras, pero persevera de manera que puedo decir que es sobrenatural. A veces siento miedo al escribir ciertas cosas de esta novela. Pero el piano funciona, los dedos dan en la tecla cuando me pongo a escribir en el ordenador.

-¿La está disfrutando aunque sea como domar un caballo salvaje?

-Es una responsabilidad que nunca he tenido. Es una yegua exasperante, se acerca y se aleja, a veces me deja dormir y otras me despierta de forma brutal y me quedo especulando sobre un episodio sobre el que escribir y del que al día siguiente solo quedan sombras. O al revés. Siempre he tenido en esta novela la primera frase terminada, pero hace mes y pico, ella misma me dijo que no era la primera frase y salió pocos días después. Esa frase es fundamental. No para el lector, porque el lector a mí me da igual. No me interesa cuando escribo y después cuando la novela sale tampoco mucho. No es por desprecio, porque no existe. Para que el lector exista tiene que tener la novela entre las manos y sin novela no hay lector. No se puede confundir la literatura con el periodismo, porque en el segundo sí que existe el lector, es instantáneo. Pulir el diamante que es la novela que escribo es algo que me tiene maravillado. Me aterra y me encanta. El novelista es un ser contradictorio, mucho más que el poeta, porque el primero sabe que el poeta maneja una materia muy superior. El poeta está en el máximo lugar, donde se descubre la palabra.

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-¿Considera que se ha bajado mucho el nivel y se publica casi cualquier cosa?

-No hay nivel. El siglo XXI no tiene nivel literario. Es más, creo que somos los últimos mohicanos. Con lo que está viniendo desde un punto de vista tecnológico, la literatura, la música y la plástica se van al carajo.

-¿Teme a la Inteligencia Artificial?

-Absolutamente. Si con las redes sociales se han metido millones de farsantes y filisteos en lo que estamos hablando, imagínate con la Inteligencia Artificial. Ojalá se utilizara para fines buenos, de luz.

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-¿Cómo se abstrae de este mundo tan convulso para seguir escribiendo?

-No salgo. Tengo siete pijamas. A los dos días me lo cambio y a escribir, leer y fumar puros. El otro día fui a ver la exposición de Néstor, pero apenas tengo vida social. La tertulia del Café Gijón casi que la he liquidado, salvo días puntuales.

-¿Se está acabando el mundo que conocíamos?

-Estamos cambiando de época. Aparentemente sin una guerra. Creo que sí que vivimos una guerra, pero con otros métodos. En algunos sitios con los métodos de antes y ahora con los de un mañana que no sabemos a dónde nos va a llevar. Y en el medio está el mundo. Y mientras tanto, Canarias ignora e ignora que se ignora, como te decía antes.

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-¿Qué le asusta especialmente?

-Perder la memoria. Yo quiero acordarme de todo, de lo bueno y de lo malo. Y por ahora lo puedo hacer.

-Ahí están parte de sus memorias publicadas...

-Y las que estoy escribiendo. Me iré a Australia seis meses cuando salgan para que se olviden de mí [risas]. Son las últimas que escribiré. No sé si estaré vivo en un par de días. Tengo una vitalidad del carajo, pero sé que tengo 80 años. Por eso cuido la memoria, porque para un novelista la memoria lo es todo. Por eso es una estupidez que digan que hay que tener mala memoria para tener una buena salud.

- En esos recuerdos imagino que cuenta con mucho espacio Mario Vargas Llosa...

-Yo comía con él cada semana y vi como perdía la memoria. Tenía pánico a dos cosas, a perder la vista y la memoria. Lo primero porque no podía leer y lo segundo porque le impediría escribir. Perdía la memoria porque tenía leucemia y los tratamientos químicos con lo que se combate. La neumonía que tuvo la provocó la ausencia de defensas.

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-¿Lo cita en su discurso del 30 de mayo?

-Mucho. Voy a agradecerle a todos mis maestros de vida lo libre que me siento. Lo que esos tipos me enseñaron, no solo los famosos como Caballero Bonald o Semprún. Me refiero también a los profesores que me enseñaron a pensar y a leer. Lo menos que se podía decir de ellos en aquellos años era que eran excéntricos. ¡Cómo no iban a serlo si en vez de estar en la Sorbona estaban en un instituto para comer! Cuando nos decían que estaban allí para enseñarnos a pensar, la mitad se reía. Tengo que agradecerlo en público porque tengo memoria. Y porque soy un mala leche: ustedes no se acuerdan, pues yo sí. ¡Cómo no voy a agradecer la cantidad de cafés diarios que me tomaba con el viejo sabio Millares Carló! Reconozco así mi Canarias. A la que estoy agradecido. Lo que no quiere decir amén. No hago apostolado. Después hay otras técnicas, como la mezquindad. Si con el Premio Canarias no se hubieran hecho las salvajadas que se han hecho, no habría el malestar que existe. Lo tendrían Rodríguez Padrón, Lázaro Santana, Eugenio Padorno. ¿Quién lo tiene? Saquen las conclusiones. A mí no me culpen. Ni estuve en los jurados ni me dieron pie a estar. Hay que decir las cosas y aquí hay pocos que lo hacen. Hay muchos que están pegados a la subvención, sobre todo en el mundo cultural, que es muy responsable de muchas cosas, incluida la música. ¿Por qué Teddy Bautista no tiene el Premio Canarias? ¿Al margen de Alfredo Kraus, quién ha sido mejor músico en Canarias que Teddy? Y no lo digo porque sea mi amigo. Lo admiro desde los 14 años, desde que lo veía en el parque de San Telmo y él tenía media melena. ¿Por qué Manolo Blahnik no lo tiene? Te das cuenta de cómo nos ignoramos, como te decía antes... Nada de esto figura en mi discurso, te repito, porque ni es el momento ni el sitio.

«Hay, por lo menos, seis poetas mejor que buenos. Y cuatro o cinco novelistas que tienen que saber volar»

- Veo que tiene claro que vivimos en los tiempos de Quevedo, no el escritor sino el joven cantante...

- ¿Qué pide el pueblo? Quevedo, que es lo que las élites les da. El pan y circo desde los tiempos de los romanos. Y a ser posible, circo sin pan, porque el hambre es atractiva para tener a la gente sometida. Si no te portas bien y aplaudes el circo, no te doy ni una miga de pan.

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-Por concluir, ¿cómo ve el panorama literario actual?

-Si te refieres a la cantidad, no interesa nada.

-¿Y la calidad?

-Hay, por lo menos, seis poetas, entre hombres y mujeres, que son mucho mejor que buenos. Sin contar al pobre Andrés Sánchez Robayna [fallecido recientemente]. Y unos cuatro o cinco novelistas que tienen que saber correr la aventura de saber volar si quieren ser escritores de verdad. Aquí el contexto no existe. En Canarias no existe un verdadero mercado de lectores.

-¿Tienen que volar fuera?

-¡Claro que sí! Vuelen, pasen de la Barra. No se queden en el oleaje del Muelle Norte, le digo a los de Tenerife. ¿Por qué no trasciende el escritor canario? Porque es peor que el peninsular... eso es una falacia que no se sustenta. Lo que le pasa es que no tiene contexto social. ¿Cómo se genera? Durante al menos tres generaciones y lo que se está es perdiendo aún más, porque lo que se trata es de lo contrario. Tras 50 años de democracia de lo que se trata es de Quevedo [el cantante] y más gente. El debate social de la cultura no existe. Si se pretendiera hacer, matan al tipo o a la pandilla que lo intente. No hay que hablar de literatura canaria, sino de literatura. Hay una frase de Alfonso Reyes que es maravillosa. Era un sabio y un gran intérprete de América Latina y sobre todo de México. Decía: «Si la literatura mexicana pasara a la historia es por ser literatura, aunque sea mexicana». Y eso que era un mexicanazo que estuvo en Tenerife en 1935, por la exposición surrealista. Con Andrés Sánchez Robayna lo hablé mucho. La falta de jerarquía, que implica una falta de respeto.

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