Isaí Escalada, escritor, dramaturgo y director de cine
«Escribir 'Incendio al atardecer' fue como un vómito febril»El polifacético autor grancanario se estrena con una novela de adultos de la mano de 'Incendio al atardecer' (Editorial Siete Islas).
Felipe García Landín
Las Palmas de Gran Canari.
Martes, 22 de julio 2025, 02:00
Isaí Escalada (Las Palmas de Gran canaria, 1984) es escritor, dramaturgo y director de cine. Pertenece a la llamada generación de los 'millennials'. Ha escrito relatos breves ('No fue un día para besos de película', 2020), cinco obras de teatro y después de una incursión con éxito en la literatura juvenil ('El godo', 2023) nos regala 'Incendio al atardecer' (Editorial Siete Islas, 2025). La novela es el grito de unos jóvenes que viven en la angustia, contrariados, en el miedo, un miedo interiorizado.
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-¿Podría considerarse 'Incendio al atardecer' una novela generacional? ¿Es un ajuste de cuentas con una sociedad que ha incumplido con su generación?
-Sí que creo que lo es, aunque mientras la escribía no fui consciente de ello. Pero, una vez publicada, los lectores me comentan que se sienten muy identificados con Fede, el protagonista, y con todas las reflexiones que se plantean en el libro. Y sí, quizás tenga algo de ajuste de cuentas, pues comencé a escribirla desde la rabia y el enfado. Al final se convirtió en una especie de catarsis que necesitaba para poder dormir por las noches. La novela fue como un vómito febril que tenía que ser expulsado para dar paso a la calma. La historia surgió a partir del momento en que decidí dejar mi trabajo en Madrid, que no me hacía para nada feliz, y regresar a la isla con la idea de dedicarme en exclusiva a la escritura, al cine y al teatro. Fue entonces cuando me topé con bastantes comentarios a mi alrededor, especialmente de los mayores, que no entendían que hubiera dejado un trabajo fijo para enfrentarme a una profesión que es bastante incierta e inestable. «¿Por qué no te pones a estudiar una oposición?», como si lo único que valiera en el día a día fuera el tener un trabajo con el que seguir alimentando un sistema capitalista que falla por todos lados, te haga feliz o no. Cuando terminé la carrera me topé con la mayor crisis económica que habíamos tenido hasta el momento. Y la búsqueda de un trabajo decente y en condiciones se tornó en una quimera; después, la pandemia. Actualmente nos enfrentamos a una crisis de vivienda sin parangón, a un mundo cada vez más polarizado, con la sombra de una nueva guerra acechando en el horizonte, a un planeta que se está quedando sin recursos y a un cambio climático que no se puede negar. Pero todavía hay quien afirma que las nuevas generaciones se han acomodado -con unos sueldos irrisorios- y no quieren trabajar. Mientras pueda, me niego a pasar por el aro.
-La novela arranca con una situación dura que podría parecer la apertura de un 'thriller' psicológico o el arranque de una novela negra.
-Me suelen gustar los comienzos que zarandean al lector para luego pasar al sosiego que nos lleva a entender por qué los protagonistas han actuado de una determinada manera. Suelo escribir de una forma muy visual y concreta, no soy muy proclive a las descripciones minuciosas, aunque sí me gusta cuidar la poesía y la cadencia de las frases, y muchas veces lo que más me interesa es la acción directa y lo que perturba en cada momento a los protagonistas de mis historias. De hecho, este comienzo lo tomé prestado de un cortometraje que escribí hace años y que no se llegó a rodar, con la salvedad de que en aquel guion era un nieto el que se enfrentaba de forma violenta a su abuelo por el mundo que le había dejado en herencia; mientras que en la novela es un hijo el que se enfrenta a sus padres; me pareció más conveniente acortar la diferencia de edad entre las generaciones porque creo que la generación de mis padres, sin restarles ningún mérito, tuvo la suerte de vivir en un momento determinado de la historia en que las cosas iban medianamente bien y en el que parecía que la prosperidad nunca iba a tener fin y esa idea, que sigue imperando actualmente, deberíamos cuestionarla.
-Hay algo de extraño en el relato que no llega a ser siniestro, pero sí inquietante. ¿Nihilismo?
-Puede ser, los personajes atraviesan en la novela un momento vital carente de motivación y de sentido existencial; están desencantados, y eso les hace actuar de esa forma que pudiera parecer inquietante o incómoda, como reza la portada de la novela. Esta especie de vacío existencial, o de andar perdidos sin saber muy bien qué rumbo tomar, es algo que percibo cada vez más entre amigos y conocidos; y también en las generaciones más jóvenes. Es algo que me genera mucha angustia y tristeza. Si no se tiene esperanza y motivación por el futuro, la existencia actual puede tornarse insoportable.
-La soledad forma parte también del drama de estos personajes que parecen náufragos.
-Aunque estamos totalmente interconectados, somos cada vez más individualistas y solitarios, como si nos diera miedo el otro.
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-¿Cómo definir al personaje de Ena? ¿Hay maldad en ella?
-La definiría como una auténtica roba escenas. Cuando comencé a escribir la novela, no pensé que fuera a tener un recorrido tan largo como personaje, pero al final se apoderó de la historia y se convirtió en el motor principal de la trama. Creo que a los lectores les ha sucedido lo mismo, pues es el personaje del que siempre me hablan, más incluso que el protagonista. Ena está fuertemente desencantada, pero no creo que sea mala, creo que es una persona altamente sensible que no sabe gestionar el dolor que le produce la realidad que le rodea.
-¿Es consciente del significado metafórico del título?
-Sí, desde el principio fui consciente. Tenía claro que la palabra «incendio» debía estar en el título de la novela pues hace referencia a los dos incendios que tienen lugar. Por un lado, ese incendio interior que atraviesa a los personajes y, por el otro, el incendio real que es parte fundamental de la trama. Por cierto, está inspirado en el devastador incendio de 2019 que asoló Gran Canaria y que nos desgarró el alma.
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-Una novela emocionalmente perturbadora. La historia tarda en estructurarse, en generar una trama y, cuando menos se espera, aparece la tensión narrativa y se desencadena la tragedia.
-Agradezco mucho que califique la novela de ese modo pues siempre me gusta suscitar emociones en el público. Por otro lado, efectivamente, la tragedia se va fraguando a fuego lento, pues me parecía necesario subrayar el hastío y el sinsentido que se solapa con la rutina de los personajes, hasta llegar a ese final que supone la catarsis del protagonista. Asimismo, quizás esa estructuración tardía que comentas tenga que ver también con la forma con la que me enfrento a la escritura últimamente, dejándome llevar por la intuición y la sorpresa sobre lo que va a suceder a continuación.
-¿A qué escritores actuales recomendaría?
-Sobre todo, recomendaría escritoras: Mariana Enríquez o Leila Guerriero. Y por supuesto las canarias Andrea Abreu, Meryem El Mehdati, Sabina Urraca, Lana Corujo... Y Roberta Marrero, fallecida el año pasado, cuyos poemas descarnados me acompañan en la mesilla de noche. Y David Foenkinos, y los autores de la Editorial Siete Islas. Pero siempre regreso a Galdós, desde que me lo redescubriera mi padre.
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-¿En qué anda metido ahora?
-Acabo de terminar una novela corta sobre el duelo cibernético protagonizada por lesbianas y una obra de teatro que comencé escribir, después de escuchar en la radio una noticia terrible: el asesinato de cuatro mujeres, quemadas vivas, en Argentina por el mero hecho de ser lesbianas. Sí, estoy en un momento muy de lesbianas porque ahora mismo hay algunos catetos muy ruidosos que pretenden que los derechos fundamentales no sean iguales para todos.
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