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Juan Ramírez junto a Salvador Dalí. C7

Juan Ramírez, el D'Artagnan canario que pintaba con una espada

La vida del artista fue una aventura marcada por el talento, la audacia y una amistad única con Salvador Dalí | Sus restos ya descansan en su ciudad, Las Palmas de Gran Canaria desde este 6 de agosto

Helena Victoria Falcón Santana

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 15 de agosto 2025, 23:05

Juan Ramírez nació para crear, pero también para desafiar lo establecido. Desde los retratos de infancia en Las Palmas de Gran Canaria hasta sus performances vanguardistas en París y Nueva York, su trayectoria artística es una de las más singulares y menos conocidas del arte canario. Salvador Dalí lo llamó 'hijo espiritual' y Andy Warhol lo acogió como amigo.

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Con su fallecimiento el pasado 19 de julio en París, deja un legado artístico inmenso. Sus restos descansan en su ciudad por voluntad del artista, Las Palmas de Gran Canaria, desde este 6 de agosto, en el cementerio de San Lázaro.

Familiares y amigos del artista en su entierro el 6 de agosto en el cementerio San Lázaro. C7

«Mi padre era un artista de alma, capaz de ver la formación de todo un cuadro en un cerco de agua en el suelo, un cuerpo entero en una rama de árbol, o incluso un retrato completo en la decoloración de una piedra. Tenía el don de ver el arte en todas sus formas y aspectos. No se convirtió en artista, nació artista, no era un pintor surrealista, era de esencia surrealista. Admiraba la capacidad de mi padre de mantenerse siempre optimista», palabras que le dedicó su hijo Igor en su entierro en San Lázaro.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria el 25 de julio de 1935, Juan Ramírez mostró desde niño una inclinación natural por el arte. Sus primeras exposiciones las hizo en la gasolinera que regentaba su padre en la calle Bravo Murillo. Junto a artistas como Rafael Bethencourt conocido como 'Rafaely' y Julio Viera, quienes conformaron el trío de artistas conocidos como 'Los tres de la gasolinera'.

A los 15 años ya exponía públicamente y ganó el primer premio de la academia de dibujo de su ciudad. Sin embargo, su vida daría un giro abrupto tras la muerte de su padre, cuando decidió emigrar a Bélgica para trabajar en las minas de carbón de Saint-Quentin.

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Aquel periodo de esfuerzo físico y aislamiento dejó una profunda huella en su imaginario artístico. Fue en Bruselas donde, por un golpe de suerte o destino, conoció a Salvador Dalí frente a una galería de arte. El genio ampurdanés, cautivado por la energía de Juan, le ofreció su número de teléfono. Aquello marcaría el comienzo de una relación inquebrantable.

'Hijo espiritual' de Dalí

Ya instalado en Montmartre, Juan retomó el contacto con Dalí, quien lo introdujo en los círculos más vanguardistas de París. En una de sus reuniones, Juan improvisó una 'performance' explosiva: lanzó huevos llenos de pintura sobre un lienzo, vestido como mosquetero, y remató la obra con una espada terminada en pincel, regalo de un amigo. Así nacía su estilo inconfundible: visceral, teatral, profundamente original.

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Dalí, fascinado por su creatividad y personalidad, lo apadrinó públicamente como su 'hijo espiritual' y lo nombró caballero con su propia espada. Desde entonces, el artista canario fue conocido como 'el D'Artagnan de la pintura' o incluso 'el Don Quijote del arte', por su mezcla de romanticismo, audacia y compromiso con lo imposible.

Por recomendación del propio Dalí, Juan viajó a Nueva York, donde fue recibido por Andy Warhol. Entre ambos nació una gran amistad que los llevó a compartir exposiciones, proyectos y experiencias artísticas por todo el mundo.

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Durante su vida, Juan Ramírez realizó retratos de jefes de Estado, intervenciones performativas y hasta una serie de 25 obras creadas en completa soledad dentro de una cueva.

Su técnica, única en el mundo, fusionaba pintura, gesto y narrativa visual con tintes teatrales. Convertía cada creación en un acto de expresión total, donde lo pictórico y lo performativo se fundían.

Aunque su nombre permanece en el margen de la historia oficial del arte, Juan Ramírez vivió —y pintó— como un verdadero mosquetero del color: con valentía, estilo propio y una espada en la mano.

Este 6 de agosto sus hijos pudieron cumplir su voluntad de ser enterrado en su ciudad. El funeral tuvo lugar en el cementerio de San Lázaro. Aunque su hijo Igor espera poder cumplir el deseo de su padre de estar en el cementerio de Las Palmas para descansar en el nicho junto a los padres de Juan Ramírez.

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