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Imagen de Archivo del Belén de Arena. C7

Belén de Arena de Las Canteras, ya legado de nuestro acervo social

Esta Navidad de 2025-2026, esta muestra de arte efímero en la playa celebrará el vigésimo año desde su creación.

Javier Cabrera

Autor y crítico de arte

Sábado, 2 de agosto 2025, 21:30

Ya de inicio surgió con vocación efímera, pero con una presencia tan imponente que el tiempo se ha rendido a su evidencia. Desde aquella incipiente ... iniciativa personal esbozada por el escultor Etual Alonso, resuelta de manera humilde y sencilla, pero con la calidad escultórica que siempre distinguió al artista, hasta este Belén de Arena de hoy, ya consolidado como uno de los eventos más importantes de la Navidad grancanaria y vinculado a la playa de Las Canteras, han pasado -es asombroso-, 20 años. Veinte años en los que se ha apreciado una evolución constante, tanto del manejo propio y elemental en lo que a la arena se refiere como en los conceptos a tratar; tanto en las estampas a representar como en la ideología a dilucidar que, como constatamos, han gozado de una honda y luminosa transformación a lo largo del tiempo.

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A los Belenes de años iniciales, todavía al hilo de lo que la Navidad tradicional suscribe, fieles a lo que se espera de la representatividad clásica respecto de su significado, tratando asimismo las temáticas acostumbradas, siguieron en años posteriores Belenes que aspiraban a abarcar una mirada más extensa sobre la condición humana. Evolucionando en modo continuo, en años más cercanos el Belén ha optado por tratar temáticas que nos son cercanas, tanto civiles y sociales como entroncadas al paisaje y al paisanaje del que es su medio natural. Así, su 'alma mater', Miguel Rodríguez, lo ha conducido hasta un derrotero por el cual se hicieran presentes la ocupación, y en momentos la también preocupación, porque el Belén representara lo que en verdad era su trasfondo humano.

Pero, curioso, a medida que ahondaba en esa dimensión el Belén se cargaba de una mirada cada vez más civil, de un interés cada vez más importante por lo social, hasta que en sus últimas convocatorias hizo aparición la convergencia por establecer un vínculo con la sociedad inmediata en la que el Belén está inserto y tiene su razón de ser. Así, dieron paso los homenajes a los propios niños, los primeros y siempre más ilusionados con la llegada de estas fechas tan significativas para ellos; a los mayores, los que habiendo conocido aquel belén tradicional vinculado a la tradición cristiana lo veían ahora transformado en una avenida por la cual circulaba la voluntad más cercana a lo humano que a lo religioso y no observaron ilógica alguna. Se reconoció la labor de lassanadoras, quienes estando al borde de la fragilidad y sin capa de héroes permanecen hasta la extenuación al cuidado del resto. Se destacó la función de los enseñantes, como evidente soporte de una sociedad que se quiere educada y avanzando hacia el conocimiento futuro. Se les homenajeó, recordándoles, a los canarios que viven y trabajan en el exterior y que llevan a gala y con orgullo su procedencia insular canaria. Se reconoció a los movimientos vecinales en los barrios, el asociacionismo, por la cohesión que han supuesto a través del meritorio valor de lo humano puesto al servicio en común. Así, hasta crear una conciencia de continuidad por hacer visibles a aquellos sectores de la sociedad, en nuestro caso la canaria, que sin alaracas ni boatos cumplen cada día con su servicio sanador por la vida.

Entretanto, el entorno del propio Belén se ha ido enriqueciendo con una serie de aportaciones que le permiten una empatía, cada año más profunda, con el medio a través de sus visitas guiadas, tanto a ciudadanos en general como a colegios y grupos asociados, sus talleres de todo tipo para los más variados sectores, las diversas actuaciones musicales y la participación de hacedores de la cultura local con expresión en el arte y la poesía, llegando así a instituir un galardón – Estrellas de Cultura– a quienes sus organizadores consideran merecedores de un sencillo pero legítimo reconocimiento. De igual manera, su propia estructura interna, siempre al calor humano y presencial de Miguel Rodríguez, se ha enriquecido y es cada vez más abundante la participación de voluntarios porque el evento gane en firmeza técnica, pero más y por encima, en calidez y cercanía humana.

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Y todo ocurriendo en un corto tramo de la playa de Las Canteras, en un corto periodo de tiempo que, evidentemente, se vincula a la Navidad, y sobre una arena que se habrá que dominar, transformar, hacer crecer y convertir en el trayecto esencial que dura el Belén, en una escenografía que recrea, año tras año, ya por veinte años, un espectáculo escultórico que trasciende lo anecdótico para atravesar la concepción manufacturera y concluye en la porción artística que los ya numerosos escultores que han colaborado en él han dado forma. Arena y escultura se engarzan en la posibilidad innúmera de mil formas, tanto humanas como objetuales, para completar la maravilla que el arte -por más que su condición efímera le preceda-, es capaz de dar al disfrute de la mirada, de la comunidad y de la vida. En esta vertiente, también hemos visto cómo la evolución del Belén, con el paso de los años, llega superando su riqueza plástica, en la modelación de su ideario y en la elevación de sus preceptos artísticos: la admirable potencia de muchas de sus piezas son dignas de ser preservadas para un futurible Museo de la Memoria Belenista Mundial al cual, sin menoscabo alguno, el Belén de Arena de Las Canteras, le haría honor.

Y es admirable la destreza de los tantos escultores, de procedencia tanto local como internacional, que pasando por el Belén de Arena de Las Canteras acaban exhaustos pero gozosos y con ansias de repetir al año siguiente por sentirse plenos asistiendo a tan hermosa experiencia. No puedo aquí, y me lo niego, citar apenas algunos nombres de estos escultores, por más que su nombramiento fuera merecido pues, al tiempo, estaría siendo injusto, categóricamente, con los no citados. No voy a citar ni tan siquiera a los que nos son cercanos, por canarios y por amigos, porque con todo, la injusticia no disminuiría ni aun bajo esa disculpa.

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Por tanto, vaya desde estas líneas mi admiración a la impecable obra y labor, participación, implicación y sobre todo a la creación hecha por todos y cada uno de los escultores que al elaborar esta obra singular han dado continuada vida a la alegría y los sueños de tantos niños, así como al sentimiento y la esperanza de otras muchas personas, no tan niños y que disfrutan del legado del Belén de Arena con idéntica ilusión e inocencia.

El Belén ha cumplido asimismo, con una parcela importante dentro del proceso escultórico o ya artístico, recalcando la memoria de algunos de nuestros artistas insulares entre los que podemos destacar figuras históricas del arte canario como los pintores Pedro de Guezala, Santiago Santana, Jorge Oramas, Jesús Arencibia o Pepe Dámaso, y los escultores Félix Reyes, Santiago Vargas o el ya mencionado Etual Ojeda.

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Consecuencia lógica de esta admirable progresión ha sido las valoraciones de admiración, ya numerosas, que la prensa local e internacional han brindado al evento en las diferentes y distantes páginas de sus medios, los elogios recibidos por los varios estamentos que, con mayor asiduidad, parece y gracias, van implicándose en su desarrollo. Y de último y por fin, el reconocimiento definitivo de instituciones públicas como el Cabildo de Gran Canaria otorgándole el Roque Nublo de Plata, y de asociaciones civiles, como la consideración de Bien Cultural de Paz, concedida por la Fundación privada ArteSophia, premiando así la labor continuada y ferviente del grupo que, bajo orientación de Miguel Rodríguez y por extensión, la implicación de su familia casi al completo, con hincapié en su hijo Aday Rodríguez Medina, ha impulsado y llevado al conocimiento mundial a nuestro Belén de Arena.

En este punto, a uno le agradaría que ese reconocimiento fuera premiado, asimismo, por la institución central y principal que en apariencia patrocina el Belén y considere la posibilidad, aun remota pero aleccionadora de, por ejemplo, designarlo Bien y/o Acontecimiento de Interés Cultural, Social, de la Memoria, o lo que proceda, pues su valor es tan polisémico que tiene incidencia en cualquiera de los campos nominados. Sería este, sin duda, un buen año de celebración para que tal suceso ocurriera y su legado resultara así tan verificado como ratificado al fin.

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Dejo, para acabar, la parte proporcional de ego personal que me corresponde por ser, yo también y de una manera gozosa, partícipe de esta hermosa obra; y debo aclararlo, por insistencia del propio Miguel Rodríguez cuando nos ha implicado a muchos animándonos a dejar patente nuestra concepción del Belén. Y la mía, me produce contento decirlo, ha sido rica y variada: ya como autor, en la confección de un texto de creación para el tomo 'La fortaleza de lo efímero', autoría del propio Miguel Rodríguez, que celebraba el décimo quinto aniversario de la creación del Belén de Arena y en la que tantos autores dejamos nuestra impronta creativa. La confección gráfica y cuidado editorial, como profesional, del propio libro y del que creo quedó un objeto elegante y digno de representarlo. E, igualmente, el agradecimiento por mi incorporación a la ya honrosa lista de personas que conforman la pléyade de Estrellas de Cultura, bajo el auspicio y la consideración de la organización del Belén de Arena de Las Canteras.

Ya para cerrar, celebrar esperanzado porque este ilusionante proyecto, que nos lleva a ser una mejor y más consciente colectividad, tenga una continuidad como valoración y constancia de lo que una sociedad lega, así como en lo que quiere saberse y sentirse representado, más allá de los preceptos que al inicio le dieron vida y permitieron echar a andar, por encima de cualquier alcance ya religioso, político o de otro rango y se catalogue y categorice al Belén de Arena de las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria y para el Mundo, como obra y labor digna para la historia y la memoria regional y, por qué no, nacional, al tiempo que el reconocimiento de su nombradía como Bien de Interés Cultural, Civil, Social, o todo a la vez, lo mismo da, porque igual supone su capacidad para incidir en las tantas capas que abarca la vida y el bien general. Y como diría un entusiasta añejo de las cosas añejas: ¡Larga vida al Belén de Arena! ¡Viva, viva, por siempre! ¡¡Salud!!

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