'Sin título', 2024, de Paco Sánchez. Fernando Coya

Paco Sánchez. ¡Luz, más luz!

La exposición 'Abrazando la luz', del pintor grancanario y referente de la Generación del 70, se exhibe en el Cicca, de la Fundación La Caja de Canarias en la capital grancanaria, hasta el 25 de julio

Carlos Díaz-Bertrana

Sábado, 12 de julio 2025, 22:23

Nacido en 1947, Paco Sánchez, Premio Canarias de Bellas Artes, se inicia en la pintura al aire libre con la Escuela Luján Pérez. De Felo ... Monzón valora su compromiso social y de Miró Mainou el conocimiento profundo del oficio. Sus pinturas de entonces tienen el color calinoso, polvoriento. El de las tierras del sur, los sienas, los verdes, los ocres. Las figuras, cuando aparecen, se fusionan con el paisaje y el espacio se compartimenta en frisos o en goros.

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En 1983 termina su etapa de formación, todo es blanco y negro. La abolición del color descubre que su poética es simultáneamente milenaria y moderna, signos que evocan ideas. A la reflexión poética sobre el paisaje del sur de Gran Canaria y el homenaje a la mujer aparcera con pañoleta en la cabeza, se suma una exploración rigurosa del lenguaje de la plástica contemporánea y una vindicación de las culturas primitivas. La serie en 'Blanco y Negro' es un punto de inflexión en su trayectoria. Desde entonces su poética es un mundo propio que evoluciona hacia la luz y el surrealismo. Su poética va integrando la luz atlántica de Jorge Oramas, la tradición surrealista que inician Óscar Domínguez y Juan Ismael; y la cultura aborigen que Millares y Chirino habían llevado al arte contemporáneo.

Las figuras chatas, con los miembros amputados, anónimas, esquemáticas, sin volumen. Pintadas al modo aborigen, reducidas a los esencial, a lo ancestral humano. Levitando entre casas, árboles y animales fabulosos. Tal vez no sea casual que su temática coincida con el de las pinturas de los niños. Adscribir su poética al indigenismo o al neoprimitivismo no aclara mucho. En cierto sentido, trabaja al modo cubista, «rechaza la ilusión de la perspectiva a favor de la conciencia sensorial instantánea del conjunto».

Paco Sánchez escapa de las clasificaciones, es un heterodoxo que unimisma lo barroco, lo primitivo y el graffiti.

Las figuras están incompletas o en formación, les faltan brazos o piernas. Son seres anormales o mutilados, los que junto a los dementes eran considerados en las culturas antiguas como dotados de poderes extraordinarios, especialmente de la facultad profética. Y, por debajo de la superficie de su pintura bulle un simbolismo mágico donde el árbol encarna la vida, el hombre la existencia universal, la mujer aparcera la dignidad y la opresión; el animal a lo primitivo y el instinto.

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Su arte es profundamente sencillo, pero no tiene nada de naif o de inculto, refleja una realidad personal desde el conocimiento de la historia del arte. Una realidad que hermana lo ancestral con lo contemporáneo y que valora la cultura esencial del hombre primitivo. Paco Sánchez es de los escasos pintores canarios que ha sabido reconocer en las culturas aborígenes ciertos elementos de atemporalidad que ensanchan el debate de la plástica actual.

Toda su obra es un revoltijo de inocencia y barbarie, de ingenuidad y pasión. Señas de identidad del hombre atávico que el artista rescata y transfiere a sus telas. Luego, lo apotaja con una tradición del arte que fundan Jean Dubuffet, Joan Miró y A. Penck. Artistas como Paco Sánchez que aprenden del espíritu de descubrimiento de los niños, del extravío de los locos y de la pulsión vital de los primitivos. Pintores que intentan y consiguen agregar las fuerzas primigenias e irracionales del hombre a la aventura del arte contemporáneo.

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En toda su obra hay una complicidad con el arte primitivo de todos los pueblos y de todos los tiempos, especialmente con el de los aborígenes canarios. Millares usó las arpilleras que cubrían las momias guanches para realizar una obra vindicativa con un lenguaje plástico contemporáneo. Paco Sánchez también incorpora este legado ancestral, las huellas del pasado, pero incidiendo menos en lo político y más en lo universal que tienen las figuras primitivas, los rituales, los signos y lo mágico. Lo usa para contar su propia historia, su modo de entender la pintura, tal como hace con el paisaje insular, presente en toda su obra. Tal vez como una afirmación de la identidad, de un gesto amoroso hacia la tierra que lo vio nacer y en la que siempre ha vivido.

La casa canaria, la isla, la montaña, la palmera o el surrealismo, forman parte de la realidad insular, están por doquier. Paco Sánchez no las dibuja como un naturalista, las presenta con el vértigo que trae la novedad, las convierte en un estilo, en una emoción. Como diría Pessoa, transforma una verdad general en una mentira particular.

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La pintura reconciliada con el placer. Viejos y eternos conceptos son los que maneja Paco Sánchez, tan alejado de esos artistas plásticos contemporáneos que parecen sociólogos y políticos, tan radical y libertario que parece anacrónico. Y, sin embargo, auténtico y poeta, creador de un universo mágico, de un lenguaje que hace nadar a los pájaros y sonreír a las bestias.

La poética solar de Paco Sánchez es más intensa que versátil. En lo pictórico, desconfía de la representación y opta por la invención; ama el color de los fauves, la fuerza de los expresionistas y la magia del surrealismo. De la conciencia universal toma la luz atlántica, los rituales, lo primitivo y lo onírico. De la cultura local, la tradición surrealista y el indigenismo. No le interesa el mundo urbano, solo pinta casas humildes, de campesinos.

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Las obras que expone Paco Sánchez en el Cicca son recientes. Nada nuevo bajo el sol, las mismas figuras, las aparceras con sus pañuelos, casas, animales, vegetales, amputaciones y metamorfosis… Y, sin embargo, todos los cuadros son distintos, sus colores, más brillantes, irradian vitalidad y alegría. Atienden la petición final del Goethe moribundo: ¡Luz, más luz!.

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