El álbum que cambió la carrera de Bruce Springsteen
Se cumplen cinco décadas de 'Born To Run', el disco que consolidó al 'Boss' como la voz de toda una generación, que supo articular la frustración y los sueños de la clase trabajadora ·
Era todo o nada. Bruce Springsteen se había hecho ya un nombre en el circuito del rock neoyorquino a través de dos álbumes bien acogidos por la crítica, 'Greetings From Asbury Park, N.J.' (1972) y 'The Wild, The Innocent & The E Street Shuffle' (1973), pero el éxito y la popularidad se le resistían. Para colmo de males Clive Davis, el ejecutivo por el que se había animado a firmar con Columbia Records, acababa de abandonar el sello discográfico. Así que el 'Boss' veía su tercer LP como una última oportunidad, la última bala de un rockero que había nacido para agitar a las masas.
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Bajo toda esa presión se gestó 'Born To Run', el álbum que cumple medio siglo y que cambió para siempre la carrera del músico de Nueva Jersey, convirtiéndolo en la voz de una generación, que cantó la frustración y los sueños de la clase trabajadora. Springsteen tenía 24 años cuando comenzó a trabajar en un larga duración que invitaba a escapar de una Estados Unidos en horas bajas. En 1973, la crisis del petróleo había llevado al país a su peor recesión desde 1930, dando lugar al cierre de muchas fábricas que provocaron una caída importante en el empleo. Todo ello mientras la Guerra de Vietnam, en la que habían perdido la vida más de 58.000 soldados estadounidenses, daba sus últimos coletazos.
Sin oportunidades para los jóvenes, Springsteen decide transformar esa angustia vital y existencial en un ábum escapista, que invita a tomar una carretera hacia ninguna parte, a dejar atrás la rutina, el pasado o lo que uno es para aferrarse con esperanza a un futuro lleno de promesas. Lo hace con ocho canciones rotundas, eclécticas y llenas de épica que solo precisan de cuarenta minutos para conquistar al oyente. Compuesto en su totalidad con un piano, su presencia a lo largo de todo el LP resulta clave. Se ve en el arranque de la descomunal 'Thunder Road', en la que el instrumento de cuerda percutida y una armónica parecen acercarse desde la lejanía y Springsteen canta aquello de «es un pueblo lleno de perdedores, y me voy de aquí para ganar».
El 'Boss' imaginó su tercer álbum como un ciclo de canciones que daba comienzo al amanecer, con esa armónica tocando diana, y culminaba en la más oscura de las noches, con la vibrante 'Jungleland' y sus más de nueve minutos de duración cerrando el telón. Entre la una y la otra conocíamos a un elenco de personajes que se adentraban en callejones oscuros, lamentaban sus jornadas de sol a sol o ponían pies en polvorosa en busca de libertad o redención. 'Thunder Road' era también una buena muestra de lo que nos íbamos a encontrar en el álbum: canciones de rock and roll, soul y R&B, con letras potentes, amplios desarrollos instrumentales y una voz desgarrada, salida de las entrañas, que contrastaba con la majestuosidad del resto del artefacto sonoro.
«Mi intención con 'Born To Run' -diría después el músico- era hacer el álbum más grande de rock and roll que se hubiera hecho nunca». ¿Cómo?Se trataba de cruzar las melodías de Roy Orbison, al que citaba en la canción que abre el disco, con la poesía de Bob Dylan y el 'muro de sonido' con el que Phil Spector había revolucionado la industria musical en canciones como 'Be My Baby' de las Ronettes y álbumes como 'Let it Be' de los Beatles. Un sistema de grabación que mediante la acumulación de capas de guitarras, arreglos orquestales y una cámara de eco, lograba un sonido denso y reverberado que a la postre inspiraría obras como el 'Pet Sounds' de los Beach Boys.
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Solo en 'Born To Run', la canción que da nombre al álbum y que abre la cara B del disco, hay catorce pistas de guitarra superpuestas. Su grabación, por cierto, se dilató durante seis meses, pero es que acabar el disco llevó la friolera de catorce. Junto a los productores Mike Appel y Jon Landau, Springsteen pasaba jornadas completas en el estudio, de 3 de la tarde a 6 de la mañana, revisando cada nota, verso y arreglo. Landau recordaba en alguna entrevista posterior que la última sesión, fechada el 19 de julio de 1975, fue maratoniana. El 'Boss' y Clarence Clemons se encerraron para grabar el solo de saxo de 'Jungleland': estuvieron 16 horas. «Fue una pesadilla. Tenía una visión en su cabeza y la única forma en que podía resolverla era vía prueba y error con Clarence».
Lo más sorprendente es que cuando Springsteen recibió la primera copia prensada masterizada, acabó arrojándola a la piscina del hotel de Kutztown (Pensilvania) en el que se encontraba. Le parecía débil, descompensado, e incluso se planteó regrabarlo en directo. «Al final de la producción había perdido la habilidad de escuchar con claridad», reconocería años después. Finalmente, recapacitó y el álbum salió al mercado el 25 de agosto de 1975 con la fotografía de Eric Meola que muestra al 'Boss' apoyado en el hombro de Clarence Clemons. Solo en EE UU ha vendido más de 6 millones de copias y es el segundo disco más vendido del jefe, solo por detrás de 'Born in the USA'. El viernes Springsteen lo celebraba publicando 'Lonely Night in the Park', un tema inédito de las sesiones de grabación de esta joya ya eterna.
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