Seis minutos «dando duro» a Samuel Luiz

«Dando duro, dando duro que tú te vas para el suelo. Como te pille se te va a acabar la suerte. Te vamos a dar fuerte. Te pongo lubricante para que mi hermano te reviente. Maricas de mierda, están hablando falso. Tus sapos de mierda están dando los nombres. Como te pille se te va a acabar la suerte».

La letra contundente, machacona y también violenta sonó en una de las sesiones del juicio por el crimen de Samuel Luiz. El auxiliar de enfermería de 24 años al que una «jauría humana» destrozó la cabeza a golpes la madrugada del 3 de julio de 2021 en A Coruña. «Cantaban una canción que ponía los pelos de punta, una exaltación de la violencia, una premonición de lo que vendría después», declaró el jefe de la investigación policial, Carlos Temprano, en una sesión de la vista que se celebra en la Audiencia Provincial coruñesa.

El videoclip fue recuperado del teléfono de uno de los cinco acusados, Kaio Amaral. Se grabó dos meses antes en un descampado de la ciudad, rodeados por jóvenes de la misma pandilla, que estaban armados con katanas, bates, barras y armas blancas. Y alguno, también, cubierto con pasamontañas.

La canción del género trap fue compuesta por Marco, uno de los dos menores que ya fue castigado a tres años y medio de internamiento en régimen cerrado, tras admitir su participación en este mediático homicidio con tintes homófobos. «Fue un hecho brutal, inhumano y atroz, ejerciendo una violencia gratuita. Fue Samuel como pudo haber sido cualquiera», destacó el mando policial en el juicio, que entra en su última semana antes de que el jurado popular disponga del objeto del veredicto el próximo 18 de noviembre.

De poco le ha servido a Marco su castigo reeducativo. En el juicio no colaboró para esclarecer los hechos e individualizar la responsabilidad de cada procesado ni pidió perdón a la familia del chico. Es más, se agarró a la desmemoria para no recordar absolutamente nada porque iba muy borracho e, incluso, se situó a «20 metros» de la mortal paliza en el paseo de Riazor, como si se tratara de un mero espectador de los muchos que estaban por allí.

Este trapero tenía 17 años entonces y estaba a punto de cumplir la mayoría de edad. Un breve lapso de tiempo que le pudo cambiar la vida. Acabó siendo juzgado por la Ley del Menor y por escasas semanas evitó sentarse en el banquillo junto a sus cinco amigos, quienes se enfrentan a penas que van de los 22 a 27 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento.

Para dos de ellos, Diego Montaña y su exnovia Cathy Silva, se suma además la petición del agravante de discriminación por orientación sexual, y para Kaio Amaral, por el robo del móvil de Samuel Luiz cuando yacía agonizante.

Fue Montaña quien comenzó la pelea en el exterior de la discoteca Andén. Se dirigió agresivamente a Samuel creyendo que le estaba grabando, un hecho falso. Le gritó «deja de grabar, maricón de mierda», como si estuviera imbuido por el «dando duro» del videoclip de Marco, antes de liarse a puñetazos contra su presa. Así lo han corroborado en el juicio varios testigos. Además, un perito forense certificó que se hallaron restos de ADN de este acusado en la frente de Samuel.

El auxiliar de enfermería fue una víctima aleatoria de una «manada» salvaje -en palabras de la fiscal del caso Olga Serrano- que durante seis minutos y 150 metros del paseo coruñés golpearon hasta la extenuación a Samuel, que disfrutaba con sus amigas de la primera noche de fiesta tras levantarse las restricciones de la pandemia por el coronavirus.

Para Serrano, que este próximo viernes emitirá su informe definitivo con los indicios contra cada uno de los procesados, compartieron la misma «unidad de actuación a sabiendas de que podría provocar su fallecimiento y aceptaron sus consecuencias fruto de su conducta». Golpearon a Samuel «de forma sistemática, persistente y grupal, buscando causarle dolor y sufrimiento innecesario», de ahí la alevosía y el ensañamiento. «Fue una animalada», admitió Cathy Silva en el juicio, quien junto al acusado Alejandro Míguez son los dos que, sobre el papel, tienen una defensa más atada.

El hecho es que ambos están en libertad provisional desde el principio de la investigación y tomaron la palabra al comenzar el juicio para proclamar su inocencia. En el caso de Silva, hay contradicción entre testigos sobre si trató de separar a su entonces novio Diego Montaña mientras pegaba a Samuel o incitó a la violencia. Y en el caso de Míguez, se examina si le soltó una patada a la víctima en medio del tumulto.

En suma, la vista afronta su recta final antes de que el magistrado presidente entregue el 18 de noviembre el objeto del veredicto a los nueve integrantes del jurado popular. En las cinco sesiones previstas está programada la declaración de ocho policías nacionales y locales, tanto los agentes que elaboraron los informes finales como los primeros en acudir al lugar de los hechos, y dos peritos que examinaron las imágenes de las cámaras.

Se verán todas las grabaciones de aquella madrugada y el jueves está prevista la declaración de los tres principales acusados, que prefirieron dejar para el final del juicio su interrogatorio. Se trata del citado Montaña (existen pocas dudas sobre su autoría inicial de la agresión mortal), Kaio Amaral (se incorporó posteriormente al ataque, golpeando a la víctima con patadas en la cara y en la cabeza, según los investigadores) y Alejandro Freire, quien habría agarrado por el cuello a la víctima haciendo la técnica del 'mataleón', contribuyendo al ensañamiento. Su defensa ya ha expuesto en el juicio la influencia de las adicciones en su conducta homicida. Busca atenuantes en caso de una previsible condena.

Samuel quedó agonizando a 150 metros de la puerta de la discoteca, tras una huida infructuosa en la que no pudo defenderse en ningún momento, según ha manifestado el forense. Los dos ciudadanos senegaleses que trataron de socorrerle a mitad de camino y ponerlo de pie tampoco pudieron salvarle. Uno de ellos también fue agredido. Cuando llegaron los servicios sanitarios lograron estabilizar al chico, pero de camino al hospital su corazón se paró tres veces.

Aquella madrugada del 3 de julio de hace tres años también golpeó la vida de los padres de Samuel: Maxsoud y Dolores. Ella es quien peor lo está pasando, según explicaron los psiquiatras. No quiere ni recibir tratamiento porque «está convencida de que ha tenido un castigo divino». Está hundida, en una especie de «suicidio pasivo». Maxsoud está mal pero no tan abajo. Su vida se reduce a «salir por la mañana con su señora, obligándola a dar un paseo de una hora y otro por la tarde».

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