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MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
Viernes, 22 de abril 2022
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Diamantes que caen a tierra en meteoritos y que llueven en Neptuno y Urano, ópalo en Marte, planetas abundantes en rubíes y zafiros, ¡incluso el núcleo de una estrella!, que podrían estar formados de diamantes, además de gemas inexistentes en nuestro planeta, como la piedra peridoto que llega en meteoritos pallasitas del espacio exterior.
¿Es esto un relato medieval fantástico de tierras (si bien muy alejadas, en otros sistemas solares o galaxias) pletóricas de riquezas para los audaces que enfrenten peligros y acertijos hasta hacerse con el tesoro prometido? No, son las conclusiones de estudiosos del Universo que, analizando la composición, densidad y luminosidad de diversos cuerpos celestes, están convencidos de que son posibilidades reales. Para entenderlo, hay que saber qué son o cómo definimos las piedras preciosas y cómo se forman en nuestro propio planeta.
La definición de 'piedra preciosa' no está basada, sin embargo, en ninguna realidad geológica o química, sino en la apreciación del ser humano por la belleza. Hay elementos que hacen que un mineral se considere como tal: su belleza, su escasez y su capacidad de ser tallado, es decir, convertido en gema para crear joyas como coronas, brazaletes, anillos y collares. Según la definición tradicional, solo hay cuatro piedras preciosas: diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas. Todos los demás minerales que usamos como adorno en joyería son piedras semipreciosas, como el ópalo, la turquesa, la aguamarina, la amatista y la perla, que no es un mineral sino una secreción de las ostras, pero que se incluye como tal por su valor en joyería.
La reina de las piedras preciosas es, sin duda, el diamante, porque su escasez era tal que hasta el siglo XIX estaba reservado a los más ricos y poderosos, aunque desde entonces su minería lo fue convirtiendo en algo menos exclusivo. Hoy sabemos que el diamante es un mineral muy común y todos podemos comprar. Por ejemplo, un esmeril con polvo de diamante para hacer bricolaje. Los diamantes para joyería siguen siendo excepcionales, pero cada vez menos escasos.
El diamante es simplemente una forma cristalizada del carbono, como lo es el carbón mineral, el grafito. El carbono es la base de la vida en nuestro planeta y como tal es muy abundante, tanto que en forma de dióxido de carbono es uno de los causantes del cambio climático. El diamante se forma bajo altas presiones y temperaturas. Los que podemos recuperar de la tierra tienen más de 3.000 millones de años y fueron formados en el manto terrestre y no a partir del carbón mineral (digan lo que digan los cómics de Superman).
Los rubíes son una variedad del corindón, que no es sino una forma cristalina del óxido de aluminio con pequeñas cantidades de cromo que le dan su color rojo sangre. Curiosamente, la otra piedra preciosa, el zafiro, es también óxido de aluminio cristalizado, pero con pequeñas cantidades de hierro, titanio, cromo, vanadio o magnesio. Se crean en condiciones extremas de calor y presión en las profundidades de la Tierra. Al ser comprimidos, los átomos de oxígeno y aluminio cristalizan formando el corindón, que es un mineral incoloro que puede adoptar distintos colores según las impurezas que contenga.
Una fina capa de nanodiamentes. En 2007 se anunció que se había descubierto una fina capa de nanodiamantes distribuida a lo largo de tres continentes, probablemente producto de un choque de un cometa contra nuestro planeta hace apenas unos 13.000 años que habría sido responsable, entre otras cosas, de la extinción de la megafauna en el hemisferio norte y de la desaparición de la cultura Clovis en América del Norte..
Las esmeraldas, por su parte, se forman en rocas ígneas a partir del berilo, que es un mineral hecho de silicio, oxígeno, berilio y aluminio y que adopta su impactante color verde al contener pequeñas cantidades de cromo o vanadio. Si en su composición hay hierro en lugar de estos dos elementos, es la piedra semipreciosa llamada aguamarina. Se pueden formar con fluidos hidrotérmicos de las profundidades de la corteza terrestre que contienen los elementos de las esmeraldas, en particular el berilio, suben a capas superiores y, al enfriarse, crean venas en las que se van formando las esmeraldas mediante un lento proceso de cristalización. En otro proceso, se forman a partir del magma que viene de las profundidades y se enfría, cristalizando igualmente.
Conociendo esto, resulta claro que, como dice la profesora de Ciencias Geológicas de la Universidad de Stanford Wendy Mao, «podemos formar todo tipo de gemas en el espacio, siempre y cuando se tenga la química correcta a la temperatura y en las condiciones correctas».
Las predicciones de los investigadores del Universo es que planetas de otros sistemas solares lejanos podrían estar llenos de rubíes y zafiros, e incluso de circonia, esa copia barata (pero hermosa) de los diamantes. Pero la propia Mao advierte de que la mayor parte de las piedras preciosas del espacio exterior difícilmente tendrán calidad para ser utilizadas como gemas, debido a que la creación de esos grandes cristales que provocan nuestra admiración suele requerir agua líquida, de modo que en los lugares donde no haya esta, no las habrá.
A unos 50 años luz de nuestro planeta se encuentra la estrella BPM 37093 (también llamada V886 Centauri por encontrarse en la constelación de Centauro, vista desde nuestro planeta). Es una estrella de las llamadas 'enanas blancas', que son la etapa final de las estrellas llamadas 'de secuencia principal' como nuestro sol, que en unos 10.000 millones de años se convertirá también en una enana blanca. Habiendo agotado el hidrógeno como combustible, estas estrellas han fusionado helio en un proceso llamado 'alfa triple' hasta estar formadas principalmente de oxígeno y carbono.
En la década de 1960, un grupo de astrónomos propuso que, al enfriarse una enana blanca y dadas las enormes presiones que hay en su centro, su material se cristalizaría. Y, si la estrella experimenta pulsaciones, podemos estudiar estas para derivar información de su estructura. Sobre esas bases, desde 2004 se ha calculado que el núcleo de BPM 37093 debe estar cristalizado entre un 32% y un 90%. Y el carbón cristalizado es, por supuesto, diamante, de modo que esta estrella podría contener el mayor diamante conocido.
Los científicos le dieron entonces a esta estrella el nombre de 'Lucy', por la canción de Los Beatles 'Lucy in the Sky With Diamonds' (Lucy en el cielo de diamantes). Pero esta no es la única relación de este posible diamante estelar con la cultura popular. Lucy ha sido parte de la película 'Solo los amantes sobreviven' de Jim Jarmush, la novela 'Count to a Trillion' de John C. Wright y el webcómic 'Abstruse Goose'.
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Patricia Cabezuelo
José A. González y Lidia Carvajal
Encarni Hinojosa
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