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Desde el mirador de Tajuya se erige ahora un volcán apenas humeante y símbolo de un cambio en la sociedad palmera que no se puede olvidar. I.Ortiz
La Palma

Las secuelas del volcán: un fuego que no se apaga

La isla se enfrenta a una nueva cita electoral con la herida de la erupción aún abierta: sus consecuencias atraviesa la salud mental de la sociedad palmera, la vivienda y la economía casi dos años después

I. Ortiz

Valle de Aridane

Domingo, 21 de mayo 2023

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Al aterrizar todo parece normal. La ceniza que obligó a cerrar varias veces el aeropuerto de La Palma el 19 de septiembre de 2021 hace tiempo que se disipó y el volcán de Tajogaite ni siquiera se ve desde el aire. Está al otro lado de la isla, erigido en el centro de un nuevo paisaje de casas engullidas por coladas de lava negra y rodeadas por el verde que milagrosamente sobrevivió.

Las secuelas de la tragedia que afectó a miles de palmeros se viven ahora de puertas para adentro. De un lado están los que sufren las pérdidas económicas; del otro, los que tratan de aprovechar para hacer negocio, pero todos aseguran sentirse atravesados por el olvido.

«Los únicos que nos acordamos somos nosotros», se queja Daniel, que lleva ya casi dos años sin trabajar las plataneras y se muestra visiblemente indignado con el Gobierno y con los propios palmeros. A su juicio, las administraciones están funcionando demasiado lento a la hora de dar las ayudas prometidas y no comprende los obstáculos administrativos para adquirir nuevos terrenos para fabricar. «O están afectados o están protegidos, en la isla parece que no se puede tocar nada», arguye.

Junto a él, en pleno centro del Valle de Aridane, le secundan varios vecinos con un descontento similar. Más allá de los tres municipios tocados por la lava, dicen, el volcán no existe. «No solo se han olvidado sino que muchos han aprovechado la ocasión para beneficio propio», explica Sixto. El barrio donde residía, El Paraíso, fue de los primeros núcleos evacuados, recuerda. Aquel día arrancó con su camioneta, que terminó vendiendo, y dejó atrás a varios animales. «De eso no se habla casi: las cabras que tenía, las quíqueras... Ni siquiera las pudimos soltar porque no sabíamos qué iba a pasar en aquel momento», se lamenta mientras visualiza nostálgico las imágenes del ganado perdido en su teléfono.

Ahora vive en casa de su hermana. «Está bien, pero no es mi casa», se limita a decir. Su situación, confiesa, es la de muchos que dudan en si construir de nuevo merece la pena. En primer lugar, porque llegado a cierta edad no es viable comprometerse con una hipoteca. En segundo, porque el precio de los terrenos se ha disparado. «Si antes alguien tenía un terreno a 30.000 euros, como saben que hay ayudas lo suben al doble o al triple de lo que realmente cuesta», señala.

Daniel guarda en su teléfono las imágenes del paso de la lava por su vivienda.
Imagen secundaria 1 - Daniel guarda en su teléfono las imágenes del paso de la lava por su vivienda.
Imagen secundaria 2 - Daniel guarda en su teléfono las imágenes del paso de la lava por su vivienda.

Lo que perdieron no fueron solo casas, sino un hogar del que todos guardan algún recuerdo. Pino recibe a quien la visita con una foto enmarcada bien grande en su entrada; a Teodora su hija le decoró la nueva pared con sus antiguas llaves; y a Rosa le pintaron un gran mural de colores para su peluquería Caroli 2.0, trasladada ahora a Los Cancajos.

Ella –que vive en su caravana junto a su pareja– no quiso solicitar una de las viviendas que ofrece el Gobierno a los afectados porque prefiere que se la den a otro con más necesidad. Entre sus manos inquietas corta y peina el cabello de varias clientas, algunas alojadas en un hotel cercano a la espera de esa solución habitacional, otras desplazadas desde el otro lado de la isla.

«Ya éramos clientas suyas en Todoque antes de la erupción, para que digan que no apoyamos los negocios», espeta una. «Hubo un volcán, sí, pero la vida sigue», dice Rosa. «Lo que una guarda es la esperanza de que las cosas puedan ir cambiando más adelante».

Adelante, porque no queda de otra, pero de algún modo paralizados. Así se sienten los alojados en las 'casas contenedores' del Valle de Aridane. Entre sus puertas abiertas los vecinos dejan pasar el aire y, a veces, las miradas de curiosos.

De primera mano

Sixto Rodríguez

Ganadero. El Paraíso

Sixto Rodríguez

Su barrio ya no existe. Tampoco su casa, que quedó sepultada bajo 70 metros de lava, ni sus animales, «de los que poco se habla en los medios». La inversión para recuperar su modo de vida supera la ayuda del Gobierno, que no llega.

Rosa Gómez

Peluquera. Todoque

Rosa Gómez

Dos años después de la tragedia, continúa viviendo en su caravana porque prefiere que la casa que le pudiera corresponder «se la den a otro que la necesite más». Su intención es ahorrar para volver a construir en un futuro

Daniel Cruz

Agricultor. La Laguna

Daniel Cruz

Las tierras donde trabajaba, en el sector del plátano, no volverán a cultivarse y, de momento, se encuentra sin trabajo. Se muestra descontento por la falta de suelo para construir y labrar, así como por la falta de solidaridad en la isla.

Teodora Pérez

Jubilada. Todoque

Teodora Pérez

A sus 93 años, asegura que se conforma con lo que le ha tocado vivir. En una «casa contenedor», junto a otra en la que reside también su hija desde hace un año, destaca que vive «bien», a pesar de las circunstancias.

«Te da un poco de apuro pasear por la calle porque es como si estuvieras fisgoneando», apunta una inquilina, que prefiere no mostrar la vivienda. «Aquí estamos bien, pero es duro pasar de 200 metros cuadrados a 30 y de un terreno plantado a un par de macetas con flores», relata otra alrededor de los fogones y con un ojo pendiente para recoger a su nieto. Confiesa que ahora tiene mucho tiempo para pensar y sabe de gente que por eso ya no sale, que está deprimida. Es un lujo que no se permite, pero no impide que se quiebre entre lágrimas con su relato: «Yo ya me moriré aquí».

Cuatro números más al fondo, está Teodora Pérez, que a sus 93 años solo aspira a vivir tranquila. «Mira que se ha invertido dinero, pero aun queda mucho por hacer, esto no se soluciona a corto plazo por mucho que prometan», concluye. Y es que ya no hay campaña electoral ni candidato que encuentren a la altura. El cambio se les antoja lejos.

Las casas contenedor forman su propio vecindario en lo alto del Valle de Aridane. I.Ortiz

«El futuro de la isla pasa por reimpulsar la economía»

Si hay algo que ha unido a todos los partidos esta legislatura ha sido la erupción volcánica. Ninguna administración estaba preparada para ello y, por tanto, fue momento de remar todos a una para dar soluciones a los afectados. Dos años después, la visión de futuro de izquierda y derecha también es la misma: impulsar la economía de La Palma.

Sin embargo, las tensiones por la lentitud del procedimiento vuelven a salir a la luz a menos de dos semanas de una nueva cita electoral. «La situación ha sido complicada, pero los recursos van llegando poco a poco para paliarla. No es fácil trasladarlo a la ciudadanía pero lo que no vamos a hacer es mentirles», apunta Jorge González, candidato a la lista regional del PSOE al Parlamento y a la alcaldía de Breña Alta.

En cambio, desde el Cabildo se percibe cierto abandono. «Tenemos la sensación de que todo ha salido gracias al empuje del Cabildo, porque al resto de administraciones le cuesta tomar decisiones y dejan las cosas a medias», apostilla Mariano Hernández, actual dirigente de la institución insular y candidato a su reelección por el PP.

Como ejemplo, destaca, está la Carretera de La Costa,cuyo segundo tramo ha quedado paralizado por falta de consenso con los vecinos. La obra, a cargo de la Consejería de Obras Públicas y el Ministerio de Transportes prevé conectar ambos lados de la isla y restaurar la movilidad entre los núcleos de población del Valle de Aridane.

«Nos preocupa que el Gobierno no dé soluciones definitivas sino temporales: la compra de viviendas que no han empezado a reparar para ofrecérselas a las familias, las ayudas de 30.000 euros que llegan a cuentagotas, el abandono a la hora de gestionar los accesos a las zonas afectadas o la inejecución del Plan Renace durante el 2022», añade Hernández.

Taxista de Breña Baja

Ve las secuelas que ha dejado el volcán en el turismo. A su juicio, no solo son necesarias más camas para albergar a los que lleguen, sino impulsar estrategias que atraigan a los visitantes y los inciten a gastar.

Jorge Martín

Precisamente, estos fondos están destinados sobre todo a mantener las unidades alojativas del Valle, que han paralizado su actividad bien porque han sido destruidas por la lava, bien porque siguen inutilizadas debido a los gases volcánicos.

La falta de camas ya era un problema antes de la erupción, pero la nueva realidad –en la que han mermado los vuelos procedentes del extranjero– ha impactado todavía más en el que espera ser uno de los motores de recuperación de la isla.

«Esto es un manicomio sin techo», resume Jorge Martín, taxista en Breña Baja. Su profesión le lleva por defecto a entablar conversación con locales, a los que encuentra «apáticos y deprimidos» y a extranjeros, a los que cada vez ve menos. «Creo que se ha hecho mala publicidad desde fuera, como si no se pudiera visitar La Palma por el volcán y, además, nos faltan hoteles y oferta turística de calidad», critica.

Otra cuestión a atajar es la agricultura. El decreto de reparcelación para recuperar 360 hectáreas de suelo agrícola afectado también está en vías de negociación con el sector, que confiesa su «agonía» por no poder trabajar las tierras. En este sentido, las corporaciones locales han tratado de «liberar» terrenos al borde de la colada, pero se ven limitados en sus competencias.

La ciudadanía aguanta una espera de ayudas «agónica» y pide soluciones

Por otro lado, desde el municipalismo Jorge González también apuesta por revitalizar sectores que, en suma, harán crecer a La Palma. En concreto, Breña Alta –municipio al que concurre– tiene una gran presencia industrial «que debe potenciarse», cuenta con el Hospital Insular y el antiguo aeropuerto «en una zona en expansión», además de estar «estratégicamente situado en el mapa» con el resto de municipios para los visitantes.

El futuro, resume Mariano Hernández, es claro: «Debemos generar todas las oportunidades posibles, trabajar en la formación de los jóvenes, en el turismo y en el sector de los cuidados para nuestros mayores».

Antes de planificar, la hoja de ruta debe consensuarse, y esa es una cuestión que la ciudadanía critica. Los hay quienes volverán a dar un voto de confianza al actual gobierno y quienes pedirán un cambio, pero ambos bandos coinciden: «Lo que queremos son soluciones».

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