La Virgen del Pino inicia su camino como peregrina de esperanza
Unas 35.000 personas acompañaron a la patrona de Gran Canaria en su 52 bajada a la capital, desde donde visitará Telde y Santa Lucía de Tirajana
La Virgen del Pino ya está a buen recaudo en la catedral de Canarias. Llegó a la capital tras 12 horas de una bastante ágil peregrinación desde la villa mariana de Teror, desde donde salió cuando era todavía de noche, sobre las 06.25 de la madrugada, montada en un camión militar del Ejército del Aire, el mismo con el que se adentró en el templo de Santa Ana. El ritmo de la 52 bajada de la patrona a la ciudad, celebrada en el marco del Jubileo 2025 con el lema «Camino de Esperanza', fue muy alto hasta Tamaraceite, donde hizo una parada en el colegio Padre Claret, pero se ralentizó por la calle Pedro Infinito, que se llevó la palma de vivas y petaladas a Nuestra Señora del Pino.
Esta vez la esperanza que encarna esta virgen peregrina se alió con el cielo y procuró un paraguas de nubes que hizo más llevadero el camino a las 35.000 personas que, según la organización, participaron de alguna manera en el acto, bien caminando o viéndolo pasar. Las mayores afluencias se registraron a la salida y a la entrada, con 5.000 personas en ambos puntos. Solo Global llevó hasta Teror a 1.200. Por lo demás, apenas hubo incidencias, salvo 10 lipotimias concentradas en la primera parte de la bajada y una caída en Pedro Infinito.
El tramo más procesional abarcó el recorrido entre la Plaza de Nuestra Señora del Pino, a los pies del Castillo de Mata, donde las autoridades de la isla y de la ciudad recibieron a la Virgen. Desde allí hasta la catedral les marcó el paso la música de la agrupación de San Isidro Labrador, de Montaña Cardones (Arucas) y los maceros del Cabildo y del Ayuntamiento. Soldados de Infantería del Canarias 50 escoltaron a la Virgen por esta parte baja de la ciudad, donde la parroquia de San Nicolás de Bari hizo una ofrenda de sopladeras, hasta 52, por las 52 bajadas, y de pétalos de flores y confeti.
El obispo auxiliar, Cristóbal Déniz, y el párroco de Teror, Jorge Martín de la Coba, encabezaron la representación religiosa que acompañó a la patrona durante todo el recorrido. El obispo titular, José Mazuelos, asumió la función de recibirla en la catedral, donde confesó sentirse como en casa en un pueblo tan mariano como aquel del que procede y donde pidió a la patrona que sea «un rocío de paz».
En ese turno de alocuciones oficiales ante una plaza de Santa Ana menos llena de lo esperado, la alcaldesa, Carolina Darias, se honró de dar acogida a la Virgen como «verdadero símbolo de Gran Canaria»; Esther Monzón, consejera de Sanidad, en representación del Gobierno canario, confió en que esta visita les inspire «para seguir construyendo una Canarias más justa y unida», y Antonio Morales, presidente del Cabildo, aprovechó «esta tarde jubilosa» para parafrasear al papa León XIV y pedir paz, el fin del genocidio en Gaza y una reflexión sobre la inmigración.
Teror regaló dos pinos
Su vicepresidente y consejero de Presidencia, Teodoro Sosa, quien no ocultó que le acababa de trasladar algún deseo político a la patrona, optó por hacer el camino también desde Teror hasta Tamaraceite, en compañía de los alcaldes de Telde, Juan Antonio Peña (el único que aguantó hasta la catedral) y el de Santa Lucía de Tirajana, Francisco García, los dos municipios a los que la Virgen girará visita en estos 15 días que estará fuera de su sede, en Teror. Su alcalde, Sergio Nuez, entregó sendos pinos al cabildo catedral y a Las Palmas de Gran Canaria en el acto final de la bajada.
El momento más emotivo se dio en Schamann, en la capital, donde se encontraron las dos vírgenes, la de Los Dolores y el Pino, y el más tierno, cuando peregrinos y efectivos de seguridad respetaron la pequeña alfombra de sal y flores que Eva Sarmiento y los niños de esta familia de Miraflor (Teror), le prepararon a la Virgen en la misma carretera. La parte más escandalosa la pusieron los voladores, sobre todo en la rotonda de El Vigía, en La Ballena, y en el Paseo de San Antonio, en la capital. Hubo un lanzamiento que las fuerzas policiales pararon por seguridad.
Especialmente llamativo fue el dispositivo policial, asistido además por drones y hasta un helicóptero, y el trasvase de efectivos entre la Guardia Civil, que soltó la comitiva en El Chaparral, donde acababa Teror, y la Policía Nacional, que cogió el testigo ya por la capital. Allí, tres empresas, Pasteror, Aguas de Teror y Emicela, repartieron café, donuts y agua.
Ya en el entono de la catedral, al principio de la calle Obispo Codina, hubo protestas entre el público que esperaba en la zona del Guiniguada y quiso seguir a la Virgen hacia la catedral. Los efectivos policiales impidieron el paso y un sector de los allí concentrados protestó coreando «Queremos pasar, somos peregrinos». Una parte callejeó para alcanzar la plaza de Santa Ana por otros puntos.
Los peregrinos
«Venimos 40 personas de las dos parroquias de Pájara»
A lo largo del camino era fácil distinguir un soporte con una Fuerteventura de madera que llevaba estampado un nombre: Pájara. Así se les veía bien. Representaba a las 40 personas que llegaron de las dos parroquias de este municipio majorero, Nuestra Señora de Regla, en el casco de Pájara, y la Virgen del Carmen, de Morro Jable. Al frente de la comitiva iba su párroco, el joven Alejandro Carmona, que aclaró que el motivo de su visita tiene que ver con que la Virgen del Pino es patrona de la diócesis a la que pertenece Pájara. Johanna Rojas, peruana afincada en Fuerteventura desde hace cuatro años, vino a pagar una promesa. Era su primera vez. «A mí se me manifestó la Virgen María cuando tenía 5 años, por eso le tengo mucho cariño». Entre las más veteranas, María del Carmen Bethencourt, de 84 años, pero ella solo fue a verla salir.
«Me acabo de operar de una rodilla y vengo a pedirle que se me quede bien la otra»
Desde Teror partió hacia la catedral una familia de Telde, de Caserones Altos, la formada por Iván Ramos y Yaiza Hernández, sus hijos y sus respectivas madres. Una de ellas, la de Iván, Luisa Pérez, de 70 años, era la primera vez que acompañaba a la Virgen en una bajada a la capital y tenía claro que intentaría llegar hasta la plaza de Santa Ana pese a que hace solo seis meses que se operó de una rodilla. «Me quedé bien, ahora vengo a pedirle que se me quede bien la otra». Su consuegra, María Rosa González, de 68, también llevaba buen paso. Les va caminar. Todos los años suben de peregrinos por caminos reales desde Marzagán a ver a la Virgen del Pino, así que esta vez quisieron acompañarla en su bajada. «Por fe», justificó Iván. «Y por caminar un poco», apostilló uno de sus hijos. El más pequeño del grupo tiene 9 años.
«Nuestra meta es llegar a la catedral, a ver si ella nos echa también una manita»
Llamaban la atención por su indumentaria. En la comitiva de la bajada iban también dos monjas, dos hermanas de la congregación de Marta y María. «Nosotras pertenecemos a una comunidad de tres hermanas que atendemos una residencia para sacerdotes mayores», explicó sor Norma, de 28 años. Está en Vegueta. ¿Y se portan bien? «Son maravillosamente amables, tenemos mucho que aprender de ellos», respondió sor Amparo, de 30. Las dos son guatemaltecas, pero prestan servicio en Gran Canaria. Otras hermanas de esta congregación atienden la iglesia de San Nicolás, en La Aldea, y el templo ecuménico. Vinieron con la idea de completar todo el recorrido. «Queríamos acompañar a nuestra madre, nuestra meta es llegar, a ver si ella nos echa una manita». Aprovecharon para pedirle que bendijera a este pueblo y a todos los enfermos.
«Le hice una promesa tras encontrar trabajo: que la acompañaría descalzo y aquí estoy»
Lo pasó muy mal. Jorge Gilabert, de Valencia y con 39 años, pero con ascendencia materna en Gran Canaria, estuvo dos años sin trabajo. «Imagínate, cobrando lo mínimo». Cuando encontró empleo se le abrió el cielo, según su propia expresión, y le hizo una promesa a la virgen del Pino: «Que la acompañaría descalzo y aquí estoy». Su intención era llegar así a la catedral. «Ella me va a curar», respondió al preguntarle por el daño al que se exponía. Así y todo, llevaba bicarbonato y agua. En septiembre peregrinará hasta ella descalzo y en julio hará lo mismo con la Virgen del Carmen, en La Isleta, a la que también profesa gran devoción. La fe le viene de familia y de experiencias inolvidables, como cuando conoció al papa Juan Pablo II en su visita a Valencia. «Me puso la mano en la cabeza y me dijo ten fe».