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Mi abuela hablaba más con la mirada que con la boca cuando recordaba su primer hogar. «Aquí vivía yo, en la calle de la Pelota», decía al atravesar el lugar, en el barrio de Vegueta, con una sonrisa en los ojos. Allí residió con sus padres y hermanos cuando era una niña. Luego, con sus padres, hermanos, las parejas de estos y su propio marido, mi abuelo, en una misma casa. Era una de esas antiguas, grandes, con patio interno, tan vegueteña que el olor a lumbre golpeaba con facilidad al hocico, aunque el recuerdo fuese prestado.
Atesoraba un sinfín de historias de aquellos tiempos: cuando su hermana la más pizpireta salía a escondidas para irse de tenderete; cuando su madre atendía a los niños de familias más humildes ofreciéndoles cuanto podía; o cuando su padre le pidió de noche, ya muy tarde, que le acompañara al quiosco en el que se ganaba los duros.
Vegueta (o Las Palmas, como la llamaba ella) no es más que eso, un alma vieja, testigo en primera línea del corre, corre de las agujas del reloj. Su pulso, pese a sostener sobre sus plomizos adoquines 546 años de historia, es constante y firme, como el de quien tiene toda la vida por delante.
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Puede que este 'lugar cualquiera de la Tierra' no resulte atractivo para aquellos que buscan naturaleza y aventura. Pero se equivocan. El punto fundacional de Las Palmas de Gran Canaria no hace más que mirar al mar y respirar su sal. A veces hasta se deleita con las competiciones de vela, que dibujan nubes blancas en el azul del océano. Tiene también su lado intrépido. Que nadie le hable de asaltos, de piratas, de viajes trascendentales de esos que cambian el mundo o, incluso, descubren otros nuevos.
Vegueta no es más que una sucesión de postales de incontestable belleza como la Plaza de Santa Ana o del Espíritu Santo, la trasera de la Catedral o la vista de la calle de Montesdeoca desde San Antonio Abad, la 'desolation row' por excelencia de la isla redonda.
Es cultura, como así enarbolan el Museo Canario, la Casa de Colón o el CAAM. Es el día a día, con sus academias de clases particulares, sus cafés o su Rincón del Lector. Es, sobre todo, el trasiego de quienes le insuflan la vida, porque cada vez estoy más convencida de que pertenecemos más a las personas que nos habitan que a los lugares que habitamos.
El recorrido desde el aeropuerto grancanario hasta este punto de la ciudad no tiene pérdida. El viajero debe surcar la GC-1 en dirección LasPalmas de Gran Canaria; tendrá siempre el mar a su derecha. Debe seguir recto una vez pasado El Tritón y coger luego la salida hacia GC-110/Vegueta/Centro ciudad
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J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
Melchor Sáiz-Pardo
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