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Gregorio Morales en la puerta del local de la calle Ruiz Muñiz, donde empezó hace 40 años. Cober

Broche de oro a 40 años tras el mostrador

Gregorio Morales se jubilará en los próximos meses cuando traspase su local en el Punto Fielato de Telde y como colofón, antes de irse, ha entregado el mayor premio de su recorrido

Sábado, 19 de abril 2025, 22:11

«¡No te jubiles, Gregorio!», exclama un motorista al pasar delante de la librería y punto de venta de lotería 1x2 Morales del Punto Fielato en Telde, al ver a su propietario en la puerta sacándose fotos para este reportaje. La marcha de Francisco Gregorio Morales, que en febrero cumplió 66 años y ya puede retirarse, causa sensaciones encontradas en el vecindario.

Por un lado, sus clientes se alegran de que le llegue la hora de disfrutar y pueda dedicarse de pleno a su pasión por la agricultura, pero por otro, saben que se va una parte del barrio después de más de 40 años, desde 1984, con este comercio en la calle Ruiz Muñiz.

Pese a que ya puede jubilarse no quiere irse cerrando el local y dejando sin este servicio a la zona, así que se mantiene al frente hasta que logre traspasarlo ya que sus dos hijos, que tienen otros retos profesionales, no quieren seguir con él.

Gregorio en la fachada de su comercio en Telde. Cober

Y justo en este periodo de transición antes de su marcha, ha dado el mayor premio de su historia. Fue el pasado 8 de abril, cuando un afortunado ganó 1,1 millones tras conseguir los 6 aciertos de la Bonoloto. Según ha confirmado Lotería Nacional, el agraciado selló dos apuestas semanales con números escogidos y no elegidos al azar por la máquina, así que con bastante probabilidad es uno de sus clientes habituales, aunque Gregorio asegura que desconoce quién es. Y si lo supiese, jamás lo diría, porque ese es uno de los valores que lo ha mantenido durante tantos años en este ramo, su discreción.

Una buena despedida

Se va con un buen sabor de boca tras entregar un tercer premio en el sorteo del Niño de este año y ahora con el de la Bonoloto. «Ha llegado justo en el momento, como digo yo, de alegría», resume.

Este premio es una buena manera de despedirse de tantos años de trabajo, en los que ha repartido muchos, pero ninguno tan abultado como este último. Eso sí, acaba su vida laboral con el agradecimiento a la fidelidad de sus clientes, que le han permitido sacar a su familia adelante. Además, no quiere irse sin traspasar el negocio por respeto a la delegación de Lotería Nacional en Canarias, porque reconoce que durante todos estos años se han portado muy bien, ya que se desviven por cada persona que está detrás de un mostrador, no solo Juan Manuel Moragas, sino todo el personal. «Es un cómputo de muchas cosas y hay que ser bien agradecido», asegura.

Aunque ha permanecido más de cuatro décadas en el sector comercial, inicialmente no estaba en sus planes. Su profesión comenzó alejada de este mundo, ya que se dedicó durante algunos años a la carpintería, una de sus pasiones, pero las secuelas que le dejó la poliomielitis que tuvo a los seis meses de edad lo hicieron incompatible debido a los problemas de lumbalgia que le ocasionaba.

Así que, siguiendo el consejo de un traumatólogo de que buscara una alternativa, porque «siempre he tenido gente que me ha aconsejado antes de equivocarme», terminó abriendo este local como librería, papelería y material de oficina a los 25 años, hasta que meses después comenzó con la venta de quinielas. Mientras, lo compatibilizó durante algunos años con el reparto de periódicos entre Agüimes y Telde con la ayuda de su esposa, Dolores Flores, con la que lleva casado 33 años, que atendía el local.

Este negocio le ha dado siempre para vivir. «Puedo decir que no le debo nada a nadie, me compré mi casa, le he dado estudios a mis hijos. Lo que sí no he tenido nunca son unas vacaciones», asegura. Y es que jamás cerró el comercio por descanso, ya que hasta cuando se casó dejó a un vecino a cargo y cuando viajó a Galicia a ver a un amigo con problemas de salud se quedó su hija al frente.

El peso de la responsabilidad

Incluso durante el velatorio de su madre acudió algunas horas para sellar las apuestas de los clientes que tiene encargadas para hacer cada lunes. Pensó: «¿Si yo no vengo hoy y esta noche sale una quiniela de estas, qué hago?» La responsabilidad pudo más.

En esa época ni siquiera descansaba un día a la semana, porque hasta los domingos abría para vender periódicos, 250 ejemplares en el 'boom' de las promociones, recuerda. En la actualidad, es el único día que cierra. «Y así se fue caminando hasta aquí, pasando los años. Han venido tiempos mejores, tiempos bajos y malos momentos», recuerda. Pero ha sabido buscar el equilibrio, guardando en los momentos de mayor venta para poder tener en los periodos que hacía menos caja. «Sin trabajo y constancia no hay nada, y siempre le digo a la gente que hay que buscar el equilibrio», aconseja sabiamente.

En estos días de balance, pide disculpas si alguna vez, por su carácter áspero o por un mal día, ha tratado mal a un cliente, pero a la vez es consciente del cariño en el barrio, porque su labor ha ido mucho más allá de despachar productos, ya que en muchas ocasiones ha recogido paquetes de personas que se lo pedían al no estar en sus casas, ha escuchado a quien quería hablar y ha dado consejos si así se lo solicitaban. «Por eso uno aguanta tantos años detrás de un mostrador», concluye.

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