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Ovejas pastando en un tapiz verde de distintas tonalidades mientras una pareja de picapinos ('Dendrocopos mayor thanneri') trastea entre los árboles. En el silencio que reina en el paisaje, a veces apenas alterado por el ladrido solitario de algún perro, solo se percibe el golpeo en la madera de esos pájaros carpinteros.
Lomo del Palo, en las medianías de Gáldar, encara el mediodía sumida en la quietud. No hay ni un alma en la calle, salvo un grupo de caminantes capitaneados por Blas Joaquín Pérez, más conocido por Quino, que desciende por las suaves colinas de Los Galeotes.
«Estamos haciendo una ruta circular, hemos bajado por los Castañeros y ahora hemos subido por aquí, no es una caminata muy larga, de 9 o 10 kilómetros, pero es muy bonita; hay castañas, hay higos, y hay mucho verde, muchísimo, esta es una de las zonas más verdes de la isla», resume Quino. Lleva 40 años caminando y forma parte de una suma de grupos compuesta por unas 600 personas que comparten su pasión por el senderismo y también por Gran Canaria.
Ese verde del que habla Quino salta a la vista. La sensación estos días, al menos en estas medianías del norte, es que estos paisajes podrían hacerle la competencia a países tan típicamente verdes como Irlanda. Rosa Delia Castillo, bióloga del Cabildo de Gran Canaria, informa de que todo ese verdor es fruto del esplendor de herbáceas anuales, que crecen con gran rapidez en cuanto se producen unas lluvias como las que dejó Hermine.
«Esta explosión de hierbas es muy típica de las zonas semiáridas, en las que ante la llegada del agua se produce una respuesta con plantas de ciclo biológico corto, que en un breve plazo de tiempo crecen, florecen y sueltan las semillas», explica también Eugenio Reyes, conocido ecologista de la Federación Ben Magec. Apunta que lo probable es que esa alfombra verde se mantenga en medianías durante bastantes semanas, dado que el rocío de la noche ayudará a mantenerlas.
Rosa Delia Castillo señala que ahora mismo no hay mucha floración en los paisajes cumbreros, salvo la de los géneros 'Sonchus', como las lechuguillas o las cerrajas, con unas características flores amarillas que pueden verse ahora en las cunetas de las carreteras; y también las del género 'Aeonium', al que pertenecen los bejeques. Pero, en general, subraya que estos días la Cumbre es una explosión de vida. Todo luce con esplendor: tomillos, hinojos de risco, cañahejas...
Lo cierto es que personas como Quino y su grupo de amigos no tardaron en subirse a las montañas a disfrutar de un espectáculo que, por la climatología de las islas, no es tan habitual en la isla.
Históricos de la Cumbre como Manuel Ortega, que oferta paseos en burro por Cruz de Tejeda, están esperando a la gente con los brazos abiertos. «Que vengan, se suban a Bartolo y vean lo bonito que está ahora todo esto,... y los castañeros», resalta, tras una pausa. Lleva 27 años ejerciendo tan particular y pintoresco oficio. Vive en Aríñez, en San Mateo, y sube y baja todos los días a pie, una hora para arriba y otra para abajo. «Haga frío, calor o nieve, y tengo 74 años; eso hay que pasarlo».
Era una mañana de miércoles y ni Manuel ni Bartolo tenían mucho trabajo. Ambos aguardaban clientes a la sombra. Entre semana hay más turistas que locales y, según Manuel, son los canarios los que más piden montar en burro. Además, las obras de reforma que ejecuta el Cabildo en los puestos de Cruz de Tejeda han desplazado a los clientes hacia la parte de atrás del Parador, a la explanada de aparcamientos donde han colocado los contenedores que les han habilitado de forma provisional.
Mauricio Sánchez, que lleva 40 años vendiendo en este emblemático cruce de caminos cumbrero, no ha notado especialmente que la gente esté subiendo más después de Hermine, pero por lo menos cuenta que están escapando. Cada vez queda menos para que se acaben las obras.
«En teoría estarán listas en diciembre», apunta otro puestero, Diego Herrera, inmerso en un mar de incertidumbre porque no sabe qué va a pasar con ellos una vez acaben esos trabajos. El Cabildo les ha advertido de que los contratos ya están vencidos y de que saldrán otra vez a concurso.
Apenas se ven canarios entre los puestos. Son todos turistas llegados en excursiones desde el sur de la isla. Entre las que suben están las de Buggy Pirates Gran Canaria, que organiza paseos en coche descapotable desde Maspalomas hasta la Cumbre. Por lo que cuenta Plácido Rubio, uno de sus guías, llevan una temporada en la que no paran. La llamativa comitiva había hecho una parada en un restaurante de Ayacata. Iba formada por alemanes, holandeses e ingleses.
Subieron por Santa Lucía de Tirajana, por la sinuosa carretera de los Cuchillos y tras pasar por el Nublo bajaron por Tunte y Fataga hasta Maspalomas. «Es una excursión diferente, porque conducen sus propios coches».
Al abrupto paisaje de montaña se le suma ahora el verde, tan poco habitual en esta parte de la isla por la que transita esta excursión. «Desde la lluvia Santa Lucía es lo nunca visto, es como si fuera otro sitio», advierte justo antes de seguir la ruta. Van seis vehículos.
Y no le falta razón a Plácido. La zona alta de Las Tirajanas, tanto Santa Lucía, como Tunte, y el entorno de Temisas, en Agüimes, llevaban años abonados al marrón tierra árida por culpa de la falta de agua. Pero el paso de Hermine logró que sus paisajes sean hoy una explosión de vida.
Bien lo sabe, por ejemplo, José Arbelo, que regenta desde hace 36 años el bar El Chorro, en Temisas, al pie mismo de la carretera general. Tiene un pluviómetro y aquellos días de la borrasca cayeron en esa zona nada menos que 156 litros. Calcula que hacía más de 5 o 6 años que no llovía tanto en Temisas. Es mucha agua, pero Arbelo apunta que hace falta más. «Se necesita más para que crezca más la hierba, porque si sigue así, con el calor que está haciendo, se vuelve a secar».
Nota que durante los fines de semana sube más gente al campo, pero tampoco ha percibido mucha más afluencia después de las lluvias. «Encima, como el tiempo está más bien de playa...». Así y todo, a El Chorro no le falta clientela. Le avalan 64 años de historia, desde que lo abriera el padre de José, Miguel Arbelo, en 1958 y una cuidada comida canaria, especialmente carne de cochino.
Ana María Vega, de la quesería Cortijo de Pavón, en Guía, sí apunta que está subiendo más gente los fines de semana. «Filas de coches». Y no es extraño. Vive y trabaja en las medianías del norte, que ahora son toda una tentación. A ella el verde no solo le gusta porque embellece el paisaje, sino porque también supone más pasto para sus más de 400 ovejas.
«Es un alivio si miramos a cómo está ahora la alfalfa». El camión lo están pagando a 4.700 euros. Antes costaba menos de la mitad. Y les dura menos de un mes. «Encima ahora no estamos todavía haciendo quesos; desde junio hasta mediados de noviembre estamos así, todo son gastos, salvo la tienda que tenemos en Guía». También venden sus quesos en el propio cortijo, pero a partir de mediados de noviembre.
Mari Vega coincide con Arbelo en que aún no hay suficiente pasto, no ha crecido lo necesario. De hecho, ahora tiene al ganado por Fontanales (Moya). Y le echa alfalfa porque aún hay poca hierba.
«Si sigue lloviendo, que espero que sí, y sigue la hierba creciendo, cuando las traigamos para acá, la hierba estará al doble de lo que está ahora y les podremos quitar la alfalfa». Y de paso, regalarán otra estampa idílica, una nube blanca de ovejas sobre un tapiz verde rebosante de vida. Pero Mari hace un llamamiento. «Que suban, que está muy bonito, pero que no ensucien».
Cabildo y municipios cuentan con una completa red de áreas recreativas para disfrutar de la Cumbre. Aparte de las más populares como Llanos de la Pez o la Presa de las Niñas, está la opción de la de Llanos de Ana López, por encima de Cueva Grande (San Mateo), o la de Tamadaba (Artenara). Esta última puede ser el final de una ruta por las medianías de Gáldar y Guía.
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