Secciones
Servicios
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Opciones para compartir
Nada más salir del confinamiento, cuando muchos fueron conscientes del valor de los espacios al aire libre, la venta de viviendas rurales se disparó. Tener un terreno, una terraza, una azotea... se convirtió en todo un privilegio.
De ahí que en la Villa de Moya comenzasen a verse carteles de 'Compro casa'. La demanda de viviendas aumentó y se tradujo en nuevos vecinos y vecinas.
Al mismo tiempo, y a pesar de la crisis económica actual, el pueblo vive un resurgir, con nuevos negocios, sobre todo del sector de la restauración.
Noticia Relacionada
Ello se complementa con las muchas actividades de ocio y cultura que programa el Ayuntamiento y que se han hecho un hueco en la programación isleña.
La Villa de Moya es pues un pueblo activo, aunque hay opiniones varias al respecto. Además, como recuerdan algunos vecinos, el municipio va de la costa a las medianías, lo que incluye el casco y los barrios.
Así que todo depende de la experiencia personal a la hora de saber qué opinan los residentes en Moya sobre el lugar.
Juana del Pilar Santana Falcón es una veterana en el lugar, propietaria de Casa Juana, una antigua tienda de aceite y vinagre que pervive después de 150 años.
Por este negocio familiar pasa todo el que recala en Moya. Un café, un vino, una tapa de queso, unos dulces locales... Todo eso y más ofrece Casa Juana.
Pero, sobre todo, la conversación y la hospitalidad de su dueña. «Mi pueblo lo veo muy bien, gracias a Dios. Estupendamente», dice Juana.
Tanto es así que, asegura, mejor no cambien nada no sea que lo estropeen. «Que siga como está que va bien». A los gobernantes les pediría algo tan simple como «que gobiernen, que no se lleven de malas lenguas y que gobiernen» y «en el buen sentido».
Y habla de su pueblo, «los demás, que se las arreglen». «Y mi pueblo es Moya, de mar a cumbre».
Por suerte, Moya en los últimos años «ha cambiado mucho, pero a mejor». Aunque en realidad mantiene su esencia, «con gente tranquila, sin escándalos», señala Juana que no piensa en la retirada –«¿Para qué? ¿Usted me ve con cara de retirada?»– a pesar de la crisis –«¿Y dónde no la hay?»–.
Loly Fariña es otra empresaria del casco de Moya, propietaria de La Droguería, una cafetería que mantiene la esencia del local donde se ubica y que con el tiempo es un imprescindible en la oferta gastronómica.
Pero los tiempos han cambiado, y así lo cuenta Loly. «Vivir aquí está bien, porque estás rodeada de gente que conoces desde siempre. En los pueblos se vive mejor que en las ciudades, normalmente». Pero «aquí hay mucho que mejorar».
No se trata de hacer obras, sino de «mejorar el día a día» de los vecinos y vecinas. «Que haya más cosas para la gente joven; que se habiliten canchas que están destrozadas para que los niños no tengan que irse a una cancha de pádel a otro municipio...», según enumera.
Es cierto que «nos han acercado más a Las Palmas pero hay muy pocos horarios de guaguas».
Y ya centrándose en el día de los autónomos, de los propietarios de pequeñas empresas, reclama «más facilidad, para que no paguemos tanto; hay que pagar por todo», por lo que pide «un desahogo económico».
«Por mucho que yo tenga todo el día el negocio lleno, si por tanto vendo, tanto pago, al final estoy trabajando un montón y teniendo lo justo y necesario».
Es la cantinela de la inmensa mayoría de los pequeños negocios, que sacan lo justo para saldar gastos y vivir. De ahí que, por ejemplo, La Droguería haya acortado su horario; ya no abre por la tarde ni los fines de semana.
A ello, comenta Fariña, se unen los pequeños problemas que entorpecen el trabajo diario. Ha solicitado permiso para colocar una pequeña marquesina que resguarde sobre todo del frío a la clientela. Denegada. «Dicen que afea» la calle. No lo entiende así esta emprendedora.
Por su parte, Jennifer Santana es una de las nuevas residentes de Moya. Lleva viviendo aquí unos seis meses y está encantada.
«Este pueblo me encanta, es súper tranquilo y hay muy buena gente». Aunque no lleva mucho tiempo como para valorar las posibles necesidades, señala «no cambiaría mucho».
«Aquí veo muchas actividades, muchas cosas, y tengo todo lo que necesito». Circunstancias de la vida la trajeron junto a su madre hasta la villa, donde está «muy a gusto».
«Esto es tranquilidad, naturaleza, actividad, y la gente es muy amena y buena». En todo caso, y por el bien de la comunidad, añadiría que el servicio de transporte público se incrementase. Poco más.
Santana es el claro ejemplo de lo que buscan muchas personas habituadas a vivir en una gran ciudad y que de repente deciden dar un giro.
Moya ofrece, como explica, calidad de vida. Aunque, claro está, todo es saber poner en la balanza los pros y los contras de los pueblos pequeños frente a las grandes urbes.
Pero si de algo están seguros los moyenses es de que a la villa no le hacen falta grandes cambios. Mantener la esencia es prioritario, pero ofreciendo servicios de calidad, una variada oferta que haga más fácil la vida, que invite a quedarse en el lugar. Por el momento, aseguran, se está en ese camino.
Publicidad
Mateo Balín | Madrid y Lidia Carvajal
Patricia Cabezuelo | Valencia
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.