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María García satisfizo con todo tipo de rituales y sortilegios los anhelos amorosos y los apetitos sexuales de buena parte de los terorenses de los últimos años del siglo XVI y comienzos del XVII. La historia de esta terorense, procesada en 1608 por «hechicería y pacto con el demonio», es uno de los casos más antiguos que se recoge el Archivo del Santo Oficio de la Inquisición de Canarias que custodia el Museo Canario.
La vida de María cumplía todos los requisitos para ser perseguida, señalada y condenada. Mujer, mulata, marginal, repudiada por su marido por adultera -pasó dos años en la cárcel- amancebada, embustera, alcahueta y hechicera, circunstancias parecidas al del resto de féminas de la época -a las que se añadía otro tipo de máculas como la de ser esclavas o madres soltera- acusadas del mismo delito.
El historiador Gustavo Trujillo Yánez conoce bien la figura de esta hechicera que compara con el prototipo del personaje literario de la Celestina, o mujer de «mal vivir», y a la que dedica el segundo libro de la colección 'Historias de Brujas' titulado 'María García, la hechicera de Teror', que se presentó este viernes en el local vecinal de El Madroñal en Santa Brígida. El libro, que cuenta con ilustraciones de Carla Fernández 'Talamaletina', se compone de una segunda parte que incluye la narración 'Lo que callan los cuentos de brujas de tradición oral', de la filóloga Sarai Cruz Ventura, que relata los asesinatos o raptos de niños perpetrados por las brujas. La historia en cuestión se desarrolla en la zona de Teror del Puente del Molino.
La ausencia de marido la empujó a convertirse en amante del vecino de la localidad Amaro García, una relación que daría como fruto el nacimiento de un hijo ilegítimo, quien la abandonó para desposar a María Gutiérrez, no sin que la hechicera tratase de realizarle un ritual que le sería infructuoso, comenta.
María, miembro de una familia que era conocida como los Albardillas, era una auténtica «proscrita, vendía puro humo, engañaba con todo tipo de ritos y prácticas hechiceras» a otras mujeres y también a hombres para satisfacer sus deseos; «era el medio con el que se ganaba la vida», explica. Las sugerencias para hacer amarres amorosos que hacía a las mujeres, por ejemplo, era que cuando les «bajase su regla, echaran un poco en el vino y se la diesen a beber a su amado para amarrarlo o sahumar un camisón con un poco de mierda para evitar que estuviera con otra», cuenta el historiador, que hace hincapié en que las personas que pagaban por sus hechizos fueron «las mismas que luego la denunciaron».
El Tribunal de la Inquisición no solo la condenó por hechicería sino, además, por la muerte de un niño en Teror que amaneció con lo que se consideraba entonces, signos evidentes de «haber sido chupado, vampirizado». «Uno de los delitos que se le achacaba siempre a las brujas era la chupar la sangre a los recién nacidos», agrega el también el Doctor en Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
«Ninguna bruja ni hechicera en Canarias» fue condenada a la hoguera ni a morir por estas prácticas, recuerda Trujillo. Porque, de hecho, la institución en Canarias en sus más de 300 años, desde su instauración en 1488 hasta su abolición definitiva acaecida en 1834, era uno de los tribunales «más garantistas» de los que existían en aquella época. «No bastaba con que alguien te acusara. Hacía falta pruebas porque tenian sus mecanismos», afirma el historiador. En este periodo de tiempo 327 mujeres fueron acusadas y ninguna condenada a ser quemada, confirma.
En concreto, la Inquisición en España comparativamente con el resto de Europa era «débil. Nos perseguía una leyenda negra incierta cuando las comunidades protestantes era brutales por practicar la brujería o hechicería ya que se las quemaba, incluso, sin haber celebrado juicio».
En este caso, María recibió un «castigo duro» porque le quitaron sus pertenencias, exiliaron, dieron 100 azotes como castigo corporal y tuvo que caminar por las calles de la capital grancanaria en un auto de fe, «a la verguenza y exposición pública como acto ejemplarizante» con una coroza (gorro de forma cónica que se ponía a los condenados), una cuerda y vela entre las manos en un trayecto en el que sería «increpada e insultada».
'Historias de brujas' es el título de una colección de libros dedicada a las biografías de las mujeres perseguidas en las Islas acusadas de practicar la brujería y la hechicería durante los siglos XVI al XIX. El primero de ellos publicado en octubre de 2021 versó sobre 'Jerónima, la niña bruja' (1805), apunta el historiador.
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Carlos Nieto y Josemi Benítez
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