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Luis Guerra en el patio de su casa en Valleseco. Cober

Luis Guerra, el sereno conductor de auténticas historias de vida

Este vecino de Valleseco guarda, a sus 92 años, multitud de anécdotas sobre sus años como chófer de los coches de hora. Fue uno de los fundadores de la empresa Salcai

Domingo, 28 de septiembre 2025

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Con enorme parsimonia y serenidad cuenta Luis Guerra, junto a su mujer Paqui Suárez, uno de sus pilares fundamentales, las anécdotas de toda una vida como chófer de los antiguos coches de hora, que servían de nexo entre los núcleos más alejados de la isla y la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. A sus 92 años guarda en su memoria la etapa en la que ofrecía sus servicios como conductor a la sociedad.

Los conocidos como coches de hora eran grandes guaguas y recibían esta denominación por su extremada puntualidad. «Si el horario era a las 7.30 de la mañana, cuando el reloj marcaba esa hora, salíamos a hacer la ruta», señala Luis. Estos coches, que cumplían con la función de unir lugares alejados en la isla con la capital grancanaria, no solo transportaban a personas, sino que también llevaban productos como leche, huevos o queso y animales como gallinas en la parte superior del vehículo. Cada coche tenía un conductor y un cobrador, que era el encargado de decidir lo que se subía al coche y de recoger el dinero.

«Muchas personas que iban y venían a trabajar a la ciudad terminaban casándose, ya que durante el trayecto diario iban poco a poco entablando conversación», cuenta Luis con añoranza. Él entró en la compañía Autobuses Interurbanos Canarias S.A. (Aicasa) gracias a que su padre trabajaba en el juzgado, como alguacil, y conocía al famoso Diego Cambreleng, quien era abogado de Aicasa. «Diego tenía fincas aquí en Valleseco y mi padre le dijo a ver si me podía meter a trabajar en Aicasa, porque para entrar ahí había que tener cuña», cuenta. Comenzó como chófer en los años 60, después de haber logrado sacarse el carnet cuando sirvió como militar en Tenerife.

«La primera ruta que hacía era la de Santa Brígida, en la que teníamos que llegar a veces hasta Tejeda. Dormía en la parte trasera de un coche con una manta y una almohada», comenta el ex chófer. Una vez, según relata entre risas, salió a las ocho de la mañana de la estación de la capital para hacer la ruta de Tejeda y, cuando llegó a la zona de la Cruz de Tejeda, vio como un hombre subía al coche con una mula, por lo que imaginó que le había pagado «alguna que otra peseta de más al cobrador y lo dejó entrar».

Después de un año y poco haciendo el recorrido comenzó a hacer la ruta que salía de Valleseco y llegaba a la estación de la capital. «Comenzaba en Valleseco, bajaba por El Zumacal, luego pasaba por Firgas, después por Tenoya, recogía a algunos pasajeros en Arucas y llegaba a la estación», señala Luis.

Estuvo un año haciendo ese trayecto una vez al día, pero debido a la gran demanda de pasajeros la empresa puso otro servicio adicional diario. El protagonista indica que «yo, como bajaba por la mañana y subía por la tarde, me quedaba en la capital todo el día sin poder hacer nada». De esta forma, salía a las 7.30 de la mañana de Valleseco y volvía a subir a las 9.30 horas, para luego volver a bajar a Las Palmas de Gran Canaria a las 16.30 de la tarde y regresar a las 19.00 horas.

«Los coches iban a reventar, ya que antes no había nada más y la gente iba mucho a Las Palmas. Llevaban lo que habían plantado para venderlo en el mercado que se ponía en la plaza de Arucas», indica Paqui. Según relata el matrimonio, se empezó cobrando a 17 pesetas el viaje, pero pronto lo bajaron a 10 pesetas para atraer a más gente.

Muchos de esos coches fueron traídos desde Inglaterra y eran de la marca Gardner. En la época era bastante complicado conducirlos, puesto que las direcciones eran bastante duras. «Me salían callos en las manos de la fuerza que tenía que hacer para poder girar el volante», manifiesta el que fuera conductor de estos automóviles.

Todos sus años de servicio le han servido para acumular grandes historias. Un día, cuenta Luis, llegó a su casa y aparcó el coche. Cuando se bajó, un mal olor le impedía respirar, por lo que abrió la bodega y se encontró con un lechón que alguien había comprado en algún sitio y se le había olvidado cogerlo. «El animal se hizo sus necesidades y había un hedor impresionante. Paqui tuvo que traer un balde de agua, una fregona y aguarrás para poder quitar el olor», relata el conductor mientras su mujer, entre risas, asiente con la cabeza.

Ayuda incondicional de su mujer

Para Luis, su figura incondicional y la que siempre le ha apoyado ha sido su mujer Paqui. «Los dos éramos de Valleseco y la conocí cuando tenía ella 14 años. Ahora llevamos 67 años casados», comenta con cariño. Los comienzos no fueron fáciles, ya que cuando Luis comenzó a trabajar en Aicasa tan solo cobraba 500 pesetas, por lo que Paqui lavaba la ropa del equipo de fútbol de Valleseco y trabajaba en la tierra para ayudar a mantener a sus cinco hijos.

Cuando Luis hacía rutas largas, Paqui siempre le mandaba en otro coche de hora el almuerzo y la cena metida en una caja de mimbre y él la recogía en la estación, detalle que recuerda con gran cariño y amor Luis. A día de hoy se cuidan el uno al otro y les toca disfrutar tras toda una vida llena de trabajos y sacrificios para poder salir adelante.

Transporte público en la isla

Luis tuvo la oportunidad de vivir y ser partícipe de uno de los momentos más importantes de la historia del transporte público en la isla, como fue el paso de los servicios de la compañía Aicasa, en el año 1973, a la Sociedad Anónima Laboral Canaria de Autobuses Interurbano (Salcai), que comenzó a coger las rutas de la zona del este, sur y suroeste de la isla, y a Utinsa, que se encargaba de la zona del norte y del centro del territorio. A partir de ahí el ex chófer pasó a formar parte de Salcai y hacía sobre todo las rutas del sur

«Los ministros Licinio de la Fuente y García Ramal hablaron con nosotros, que éramos los trabajadores de Aicasa, para crear Salcai», señala Luis. Todas las personas que pertenecían a Aicasa pasaron a formar parte de Salcai y Luis fue votado para ser parte del consejo de la empresa.

«El Gobierno nos dio 40 millones de pesetas para comprar coches nuevos, con la condición de comprarlos de la marca Pegasus, que era española», declara el vecino de Valleseco, quien añade que «en tan solo cinco años Salcai ya tenía más de 500 millones de pesetas de patrimonio».

Tras varias decenas de años como conductor, pasó a ocuparse de revisar las guaguas de Salcai para que pasaran las inspecciones técnicas vehiculares. «Cogía los coches nuevos y me los llevaba con mi hijo al sur para hacerles los primeros 200 kilómetros de rodaje», cuenta, hasta que en 1997 se jubiló.

Lucha contra la piratería

Los antiguos chóferes de los coches de hora tenían que luchar a diario con los piratas. Éstos eran particulares que solían salir unos minutos antes que los coches de hora para quitarles clientela, aunque en Valleseco nunca sufrieron la piratería, ya que «había un alcalde que cogió a los taxistas que hacían piratería y les dijo que como siguieran haciendo eso les quitaba la licencia», cuenta Luis.

Tal y como cuenta el que fuera chófer de los coches de hora, «algunos después de las amenazas del alcalde cogían a los pasajeros que se les había escapado el coche de hora y me los llevaban hasta Firgas».

Gracias a su desempeño y sus servicios a lo largo de los años, dos de sus cinco hijos se dedican hoy en día a la misma profesión que su padre, ya que son chóferes de guaguas para la empresa Global.

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