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En el núcleo de casas terreras de Hoya de la Plata, la salud y la integridad física se mesuran en centímetros. El vacío que queda entre las manos mide lo cerca que paró aquel coche, la distancia a la que frenó el camión o lo poco que faltó para que la furgoneta lo atropellara.
Para muchos vecinos, cruzar la calle Párroco José C. Quintana Sánchez representa un acto de fe. «Vamos rezando para que no pase nada», exponen. Se refieren a la vía que conecta la parte baja de Hoya de la Plata con el barrio de Salto del Negro, una pendiente que anima a la aceleración pese a existir señales de limitación de velocidad, tres pasos de peatones y un semáforo parpadeante de advertencia de peligro.
Desde ayer un grupo de vecinos con chalecos amarillos y carteles recuerda a los conductores que deben aminorar la velocidad por la peligrosidad que representa para los viandantes. Durante toda la semana se concentrarán a ambos lados de la calle con carteles que recuerdan las limitaciones y obligaciones de seguridad vial que rigen en la calle. Y una palabra: «respétanos».
«Queremos que pongan los lomos de asno en la calle por la excesiva velocidad de los coches y principalmente de los vehículos grandes», expone el tesorero de la asociación vecinal y cultural Hoya de la Plata original, Domingo Ortega. Apunta básicamente a los camiones de gran tonelaje de los trece municipios grancanarios que suben y bajan todos los días para depositar la basura en el vertedero de Salto del Negro.
Del miedo con el que se cruza la calle da testimonio Josefa Melián, que acude dos veces al día a la parada de la guagua escolar, primero con sus nietos mayores y luego con los más pequeños. En cuanto se acerca al paso de cebra, Josefa empieza a hacer señas con las manos para que los conductores se percaten de su presencia y paren. «Esto es todas las mañanas», explica, «parece un rally cuando en realidad una calle». Sus palabras resumen el sentir del barrio: «es un peligro para todos, no solo para los niños». Y añade: «que vengan despacito, no pedimos otra cosa».
Leticia Santana, que también acude la parada de la guagua del colegio de Infantil y Primaria Doctor Juan Negrín de Tres Palmas, escoge igualmente la palabra miedo para describir su situación. Para ella el peor paso de peatones es el que está situado más abajo. «El de la curva da pánico porque aquí no hay visibilidad ninguna», detalla.
En ese punto se ha jugado la vida la pareja de Lidia Melián, que ayer portaba una de las pancartas. «Ahí he visto a mi marido en peligro dos veces», apunta, «se han puesto denuncias pero desde Tráfico se nos dice que el paso de peatones está bien puesto».
Discrepa de esta valoración Domingo Ortega. «A mi padre, hace una semana casi lo matan ahí», expone, «un ciclista paró para que mi padre pasara por el paseo de peatones y el coche atrás acabó por llevarse por delante al ciclista».
Otro relato. El de Carmen Santana, que acompaña a sus hijos de doce y siete años a la parada escolar. «Los coches ni paran», se queja, «hemos visto a un camión tener que frenar justo delante de unas personas que cruzaban la calle».
Noelia Ortega tampoco olvidará el adelantamiento de aquel camión que casi arrolla a una decena de personas. «El problema aquí es que si no te metes en la carretera los coches ni se paran».
Los vecinos confían en que el Cabildo de Gran Canaria cree un nuevo acceso al vertedero por la zona del Tívoli, pero hasta entonces demandan la instalación de lomos de asno para que los conductores se acostumbren a pisar el freno en la bajada y a no acelerar en la subida.
La consejera insular de Medio Ambiente, Inés Jiménez, ya ha iniciado el procedimiento para que el nuevo acceso pueda estar operativo el año que viene. Con ello se quiere evitar los problemas de seguridad, ruidos y malos olores que los 240 camiones que acceden cada día al vertedero de Salto del Negro generan en una población cercana a las 7.000 personas, que viven en los barrios de Hoya de La Plata, Salto del Negro, La Montañeta y San Francisco de Paula.
Domingo Ortega lamenta que el Ayuntamiento no acceda a la petición de instalar los pasos. «Nos dijeron que los iban a poner en marzo y, en una videollamada, el alcalde, Augusto Hidalgo, nos aseguró que iba a haber presencia policial en las horas de recogida de los niños pero nadie ha hecho nada», denunció el representante vecinal.
No obstante, desde el gabinete de prensa del Consistorio capitalino se informó ayer a este periódico que el proyecto de instalación de los lomos de asno ha sido remitido ya al servicio de Contratación y, por tanto, será ejecutado.
Gracias a la presencia de los vecinos a ambos lados de la calle, el tráfico se ha calmado algo, pero el problema es que una acción de este tipo tampoco puede mantenerse en el tiempo de manera indefinida.
«Aquí lo que tiene que haber es un policía fijo multando», concluye otra vecina desde la puerta de su casa.
Y eso por no hablar de los malos olores y de las carreras que denuncian los residentes de Hoya de La Plata.
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